domingo, 20 de mayo de 2012

Lunes después de Pascua (2012)

¡Hola, amigazo! Qué bueno tener otra vez más un encuentro, ¡qué alegría me da! Tomarnos media horita o una horita para vos y para mí… Lo sé: es raro no tener tanta gente alrededor o no estar en el colegio donde absolutamente todo nos hablaba de Dios; es raro no tener a nuestro grupo para que nos escuche e incluso hasta llega a ser raro extrañar esas filas maratónicas que hacíamos para comer o el hecho de dormir poco y nada. ¡Hasta eso se extraña! Pero la vida sigue, chamigo. El desafío es hoy, ahora, ya…

Hagamos una cosa: te invito antes de arrancar a que busques un lugar donde hablemos tranquilos, solos, en silencio… puede ser el jardín de tu casa, en la intimidad de tu cuarto, vos sabrás mejor que yo. Si te sirve prender una vela y mirar una imagen de Jesús o la Virgen, adelante… ¿Listo? Ahora que estás cómodo, entonces, arranquemos. ¿Te acordás cómo, no? En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Te decía que Pascua ya pasó y que el desafío es hoy, ahora, ya. Pero, ¿pasó del todo? En realidad, tenemos la oportunidad de vivir la Pascua todos los días desde el lugar donde nos toca… Es verdad que no estamos en el Marín, pero hoy tu hogar es tu casa; no tenemos un grupo con el que charlar y reflexionar sobre nuestras vidas, pero tenés Amigos que con sólo levantar el teléfono están en la puerta de tu casa para escucharte tomando unos mates; no tenemos las homilías de Pancho y Cheché ni las misas de Pascua, pero podés averiguar dónde hay una misa que te guste más que otras para no dejar de ir los domingos a visitar a Jesús a su casa; no tenemos un Huerto o un Vía Crucis o una Vigilia Pascual, pero Jesús sigue muriendo y resucitando por nosotros de la misma forma en cada misa. ¿¡Viste!? ¡Pascua puede vivirse todos los días!

Te invito a que hagas un repaso, ahora que las cosas siguen frescas, de todo lo que te llevás de esta Pascua Joven. ¡Todo, eh! Nuevos amigos en Jesús, enseñanzas, experiencias de fe, un cambio en tu relación con Jesús o con los demás… lo que sea, ¿qué te llevás? Tomate el tiempo que haga falta y, si te sirve, anotá lo que vas pensando.

Me gusta pensar que las cosas que aprendemos o que nos vamos proponiendo hacer (como esos gestos concretos que anotaste en la huella el jueves santo) en realidad son oportunidades que nos está dando Dios para acercarnos a Él. Me gusta pensar que con estas oportunidades podemos adquirir HERRAMIENTAS: Dios me da la oportunidad de hablarle todos los días como a un amigo y yo, entonces, tengo la herramienta de la ORACIÓN; me da gente con la que me cruzo cada día y entonces adquiero la herramienta del SERVICIO; me da libertad para equivocarme y adquiero las herramientas de la HUMILDAD para reconocerme chico frente a Su grandeza, frágil frente a Su fuerza, y del SACRAMENTO de la RECONCILIACIÓN para poner las miserias de mi corazón en Sus manos y lograr entonces que Él se haga presente en mi vida y me ame también en mi debilidad.

¡Dios nos vive dando oportunidades de todo tipo! Si nosotros respondemos a ellas, vamos adquiriendo herramientas para no alejarnos de Él, para crecer, para ser una semilla que dé frutos… y en esto quiero detenerme un ratito: en que somos semillas. ¿Te acordás? Sí, algo se habló durante Pascua en el grupo… somos semillas: tenemos potencialidad, podemos dar frutos. ¡Eso hacen las semillas! Jesús no se cansa de amarnos y perdonarnos porque nos dio la vida para que demos Vida. “¿En serio? ¿Yo, dar vida?”. ¡Sí! “No te creo”. ¡Creételo! No sos ninguna basura, es mentira eso de que “no valés nada” o “no servís para nada”. Para Jesús vales SU VIDA porque te conoce íntegramente y sabe quién sos y todo lo que podés dar. Somos semillas y, entonces, estamos llamados a dar frutos.

Lógico también que estés pensando: “como si fuera tan fácil”. No, no te voy a mentir: nadie dijo que fuera fácil. Pero tampoco es difícil, eh. Es distinto. Jesús nos llama a eso: a vivir distinto. Y si bien a veces es verdad que el camino se hace bien cuesta arriba, pedregoso, molesto (como lo fue cargar la Cruz durante el Vía Crucis), sabemos que tiene un por qué. Sabemos que tiene una meta clara que ya sabemos que nos hace Felices con mayúscula: la meta es Jesús. Somos semillas, Él es el sembrador. Estamos llamados a dar frutos y para eso primero tenemos que reconocernos chicos frente a Él y conocer nuestras limitaciones (esas que escribiste en la tela el viernes a la mañana). Esa pequeñez que es la tierra donde como semillas crecemos, donde fuimos sembrados. Y hay una palabra que habla de hacerse pequeño, de tocar la tierra (el ummus): la humildad. Ser humildes, entonces, es saber mirarnos como realmente somos –ni más ni menos de lo que somos-.

Pero no es sólo la semilla, la tierra y el sembrador… la semilla también tiene que regarse. Con esa agua que es el servicio –el estar atentos a nuestro alrededor y dedicar un tiempo al prójimo-, agua que es el compromiso, la oración, los vínculos que nos impulsan y también los que nos acompañan. Agua que son los sacramentos para mantenernos cerca de Dios -en su presencia-, agua que es Adoración, es la Misa, es paciencia para saber soportar cuando las cosas no son como queremos, es perseverancia para seguir apostando por Jesús, es confianza en Dios, es compañerismo, alegría y amor.

Como semillas, necesitamos de estas HERRAMIENTAS que son agua… ¿Viste? Volvimos a lo de antes, las herramientas. ¡Tanta metáfora tenía un por qué! Pero las que acabamos de nombrar no son las únicas, existen infinidad de herramientas para que uses, para que crezcas y llegues a dar fruto. Tomate un tiempito para pensar herramientas que puedas usar en tu día a día, con las que te puedas nutrir. Porque las herramientas son alimento para el espíritu que necesitamos llevar a lo cotidiano así damos fruto, así trasladamos ese pedacito de Cielo que vivimos durante Pascua Joven a donde nos toque estar a partir de ahora. Pensá qué herramientas venías usando y también cuáles pueden servir para armarte con otras nuevas para lo que viene a partir de ahora en lo de todos los días…

¿Te acordás del hombre rico del evangelio? Él fue una persona que tuvo herramientas (de hecho, cumplía todo lo que la Ley mandaba hacer) y las aplicaba en su vida. Era un hombre que se preparó y quiso tener un encuentro con Jesús –y logró tenerlo-. Pero a la hora de la verdad, cuando Jesús lo llamó a “dar todo a los pobres” para seguirlo, no pudo y se fue angustiado… un hombre que se reconoció chico frente a Dios, que quiso tener un encuentro con Él y que además se nutría de estas herramientas de las que te hablaba –estaba preparadísimo-. Jesús lo llamó a dar un poco más en lo de todos los días, lo llamó a romperse. ¿Y sabés qué? Todas las semillas (este hombre rico, vos, yo, todos), para dar fruto, necesitan romperse. Es algo inevitable, algo que tiene que pasar. Nos puede doler, nos puede llevar mucho tiempo digerirlo o aceptarlo, podemos no encontrarle sentido e incluso nos va a incomodar un poco… Pero te digo amigo, hay que romperse si queremos dar fruto. La Madre Teresa, cuando le preguntaban por la verdadera forma de amar, contestaba que “si duele, es buena señal”.

Jesús te llama a romperte, a dar todavía un poquito más de lo que estás dando –y lo hace todos los días-. Te llama a perdonar a ese o esa que habla pestes de vos; te llama a pedir perdón para recomponer un vínculo importante cuando tu orgullo no quiere dejarte dar el primer paso; te llama a amar allá donde haya odio, a dar luz donde haya tinieblas, a ser instrumento de paz en la guerra que puede ser tu casa, tu grupo de amigos, tu colegio… cuesta, es difícil, duele, lo podés ver como un imposible… hacelo por Jesús. Todo esto es por ese sembrador que te tira agua para nutrirte, ¡que da Su vida para que vos tengas vida! Es por Jesús de Nazareth que te ama infinitamente y te perdona, a vos y a mí, una y otra vez día tras día.

Pero no hace falta tampoco pensar en grandes gestos o en situaciones de gran calibre (quizás sencillamente no las tengas hoy por hoy). Muchas veces cuesta más romperse y dar frutos en lo chico, en lo insignificante, en lo que nadie pone el ojo, en gestos que son silenciosos y pasan desapercibidos. Te hablo de romperte y dar fruto allá donde vayas: en casa, en el club, en la previa, en el boliche, en la facultad o el colegio. Está bueno plantearse este tipo de gestos donde nos sacrificamos y nadie lo nota para crecer en humildad y en el amor. Poner la mesa sin que me pidan, sacrificar una comida o una noche entre amigos para comer en casa porque no estuve durante la semana, dedicarle una tarde a mis hermanitos, prestarle algo de mi tiempo a ese que necesita ser escuchado… en definitiva, como decía San Pablo intentar “tener los mismos sentimientos que Cristo Jesús”, con todo lo que esto implica y lo difícil que es.

Te invito a que charles con Jesús. Te invito a usar esta herramienta que es la oración y que nos mantiene en contacto directo con Dios cada vez que la usamos. Vos y Él solos, nadie más. Escuchá primero qué tiene para decirte (Él siempre nos habla) y después hablale, contale, soltate a charlarle como el Amigo que es. Te invito a que descubras, en este rato de oración con Él, dónde te está llamando a romperte ahora, hoy, ya. Animate a decirle “sí” a Él que te amó hasta dar la vida. Animate a llevar Su resurrección a otros que todavía lo creen muerto. Vos y yo sabemos que el sepulcro quedó vacío, que Jesús vive y nos llama. Y acordate también que una vez que la semilla se rompe, da frutos y los frutos son DURADEROS.

Te puede pasar que este primer tiempo después de Pascua quieras contagiar a los demás, quieras convencerlos y transmitirles con palabras y con acciones todo esto que tan bien te hizo y que también les puede hacer a ellos… es normal y está bien que quieras dejar esa marca, pero en la rutina de todos los días no es tan importante pisar fuerte y dejar un sello como sí lo es amarnos los unos a los otros como Dios nos ama. Con esta intención de amar a los demás te invito a vivir durante el año. Así, sin necesidad de querer pisar y dejar una huella, vamos a dejar un sello mucho más fuerte del que podemos llegar a dar: el sello del amor de Dios –y ese sí deja marca permanente.
¡Te dejo entonces ahora charlando con Él! ¡Nos vemos en la Pascua que viene (o mejor, en la Pascua que sigue desde hoy hasta Pascua Joven 2013)!  SE FELIZ.

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