domingo, 20 de mayo de 2012

Viernes a la mañana (2012)

Hola de vuelta. ¿Te parece si nos ponemos en presencia de Dios? En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

No es el primer desierto que hacés -ya vas a ver que tampoco es el último-. En una dinámica de ayer vimos la importancia del silencio. Así que, si todavía no lo hiciste, sería bueno que te separes de todo lo que en este momento no te ayuda a alcanzarlo. Tal vez separarte un poco más de tus amigos o de aquello que te está distrayendo... Este momento es para vos. Es un rato que te regala Dios para encontrarte con él, aprovechalo.

Tomate un ratito para ver cómo estás viviendo el retiro. ¿Te sentís cómodo/a en tu grupo? ¿Hay algo que podrías hacer para entrar más adentro tuyo? ¿Tuviste la posibilidad para contar lo que realmente sentías en las compartidas? ¿Aprovechaste esas oportunidades?

A medida que vamos entrando dentro nuestro, compartiendo y escuchando en grupo, empezamos a tomar conciencia de muchas cosas que forman parte de nuestro día a día. Entre tantas cosas que van apareciendo, aunque quizás nos cueste un poco más, comenzamos a ver también nuestras limitaciones… Éstas son actitudes propias que sino las descubrimos y no las tratamos de cambiar, no nos ayudan a amar a Dios .

Pablo, en su segunda carta a los Corintios, compara nuestro cuerpo con una vasija de barro. Aunque a veces podemos caer en la trampa de creernos Superman, de sentir que no necesitamos nada ni a nadie, la realidad nos marca que no somos perfectos -somos frágiles y tenemos nuestras grietas-. Somos débiles y como tales tenemos nuestras limitaciones.

Muchas veces nos sale negar o poner excusas cuando tenemos que reconocer algo que nos cuesta o alguna actitud que en el fondo sabemos que estuvo mal. No tenemos por qué correr a escondernos por esto -muy por el contrario, sería bueno poder reconocer nuestras limitaciones para poder así crecer en ellas-.

Es reconociendo nuestras limitaciones que le permitimos a Dios entrar y que haga con ellas grandes cosas. En Colosenses 3:23 (si tenés la Biblia a mano te invito a usarla) leemos: “Cualquiera sea el trabajo de ustedes, háganlo de todo corazón, teniendo en cuenta que es para el Señor y no para los hombres”. Pero, para su gloria, Dios no se vale solo de tus fortalezas: muy por el contrario, no le impresiona nuestra autosuficiencia. Sino que bendice a quienes tienen alma de pobres, quienes se reconocen vasijas de barro. Y es reconociendo que somos frágiles que adquirimos el don de la humildad, diciendole de esta forma a Dios que solos no podemos, que dependemos de Él.

Por eso es importante que puedas ser honesto con vos mismo… te invito entonces a que te tomes un tiempo para reconocer tus limitaciones, sabiendo que vas a encontrar estas grietas que quizás no te gusten mucho ni te parezcan motivo de orgullo, pero teniendo en cuenta también que es Dios quien las está amando.

¿Qué actitudes creés que te dificultan tu relación con los demás? ¿Con tus papás? ¿Con tus hermanos? ¿Con tus amigos? ¿Con tu novio o tu novia? ¿Con los que son diferentes a vos? ¿Con los pobres, enfermos, discriminados, etc…?       

Tenés al lado tuyo un pedazo de tela que los servidores te entregaron hace un rato: te invito a que escribas allí tus limitaciones. Y tranquilo que acá, en el desierto, nadie te está juzgando. Animate a entrar bien adentro tuyo y a escribir desde el corazón, sin miedo a lo que los demás puedan pensar.


Ahora vas a volver a tu grupo. Que lindo sería que pudieses compartir estas limitaciones que escribiste con tu grupo. Seguro, al compartir nos volvemos vulnerables, exponernos ante los demás nos trae un riesgo. Al abrir nuestra vida nos entra el miedo de que nos rechacen, de que tomen estos temores y debilidades como algo tonto y sin sentido. Pero te aseguro que vale la pena. Es una manera de liberarte, de compartir con los demás algo que significa un peso. Y así dar un primer paso para librarte de ello. Para librarnos de nuestras máscaras, de las caretas que muchas veces usamos para impresionar a los demás y no nos permiten tener la gracia de ser humildes.

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