miércoles, 1 de abril de 2009

Jueves a la mañana (2009)

¡Hola! ¡Bienvenido al desierto de pascua! ¿Nuevo para vos?

Si nunca hiciste uno, te puedo dar algunas recomendaciones y si ya hiciste alguno, no está de más recordarlas.


No sé si te habrá pasado pero en la oración, que es cuando te encontrás con nuestro Padre del cielo, necesitamos algunas condiciones para poder hablar. El desierto se llama así porque Jesús para rezar y hablar con su Padre, muchas veces, se iba lejos de todo. Se retiraba al desierto y aclaraba algunas dudas sobre su misión en la tierra. Bueno, la cuestión es que a este rato de oración lo llamaron “desierto” para que te alejaras de todo y pudieras hacer silencio para buscar a Dios. Muchas veces ayuda a concentrarse mejor, escribir lo que vas pensando y rezando (así te distraés menos con los que están alrededor). Para esto, está bueno aislarse un poco, por más difícil que sea por la cantidad de chicos que te rodean, pero intentalo. Buscá silencio. Los únicos importantes ahora son Jesús y vos.


Encontrá algún lugar y alguna posición cómoda (tal vez puede ser la capilla) y ponete en presencia de Dios. Empezá saludándolo, hacé la señal de la cruz sin vergüenza de quién te pueda estar mirando. Vencé la timidez o la vergüenza porque es Dios quien te va a hablar y Él te conoce más de lo que te puedas imaginar. Sabe que viniste a Pascua y sabe la razón... Sabe si caíste acá porque querías encontrarlo o porque venía el/la chico/a que te gusta, o porque no querías irte de viaje con tu familia. Pero la cuestión es que de alguna manera lo estás buscando, porque algo dejaste en tu casa. A algo renunciaste para venir y algo se movió adentro tuyo por lo que estás acá. Tal vez te ayude contárselo vos mismo/a.


En el texto de Lucas hay alguien que actúa parecido, ¿te suena?...


Leelo de nuevo, lentamente:


Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos. Él quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí. Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa». Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.


Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Se ha ido a alojar en casa de un pecador». Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: «Señor, ahora mismo voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más». Y Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido». (Lc 19,1-10)


Jesús estaba atravesando la ciudad de Jericó, estaba atravesando ese lugar donde estamos. No estaba apurado o esquivándolo. Lo atraviesa. Cuando Él pasa, trasforma la realidad. Sí, como la realidad de la que hablaban hoy. ¿Cómo es tu Jericó, tu realidad? Seguro que sabés que en una ciudad hay muchas clases de barrios, hay barrios limpios, y barrios sucios. También hay barrios que parecen limpios y ordenados pero que si se los profundiza un poco más, uno ve que en realidad esconden “suciedades”, son falsos. O están los barrios que están siempre abiertos a visitantes; los que son humildes y aportan lo que tengan al que los visite.


¿Cómo es el tuyo? ¿Podría estar mejor? ¿Podés hacer algo para mejorarlo? ¿Y si fuera Jesús el que lo visitara? ¿Te animás a ser atravesado por Jesús? Él va a atravesar toda tu realidad, lo que te gusta y lo que no, todo lo que pusiste con tu grupo en los crucigramas hace un rato, y más.


De las características que charlaste hace un rato en el grupo, ¿Cuáles ves más presentes en tu vida? ¿Es una realidad dolorosa, o que da gusto? ¿Es una realidad que podrías cambiar? ¿La cambiarías si supieras que Jesús está por pasar? ¿Aportás algo, por mínimo que sea para cambiarla?


Aprovecho para comentarte algo: Nosotros tendemos a sólo mencionar las cosas grandes, las realidades que afectan a todos y en general, a la “juventud”. Pero hay otras realidades, más chiquititas, de todos los días, que a veces pasamos por alto y tememos sacar afuera por la pequeñez del asunto, para no quedar mal o como exagerados. Hablo desde la bronca de desaprobar una prueba, o pelearse con alguien, hasta la sonrisa de alguien querido, del abrazo de un amigo, o algún consuelo. Son las cosas de todos los días. Pero te voy a decir un secreto: A Dios sí le importa. Porque Dios estuvo ahí. Aunque sientas que a nadie le importa, Él siempre estuvo. Él espera que seas consciente de eso. Jesús quiere pasar por todos los barrios que tenés, los chiquitos y los grandes. Dejalo pasar con confianza; pedile que pase para que trasforme, renueve, ilumine y colme todo con su vida... Quiere compartir tu vida. Va a atravesar tu realidad. ¿Estás preparado?

Había muchas personas. Una multitud entera que lo rodeaba. Mucha gente. Imaginate la situación. Mucha gente…


Había alguien más. Que no era parte de la multitud, o lo era pero quería salirse. No quería ser uno más de los que ven pasar a Jesús, el quería VER quién era Jesús. Zaqueo era jefe de publicanos, en esa época lo consideraban un ladrón y no era muy querido por el pueblo. Imaginate como reaccionarían los demás al ver que Zaqueo quería buscar a Jesús. ¡Él! ¡Semejante pecador! Se iba a dignar a hacerse notar por Jesús. Se iba a animar.


En nuestra vida tenemos oportunidades para conocerlo a Jesús. Desde que somos chicos y nos educan. A veces por tradición familiar, a veces por el colegio, o por la catequesis de comunión, o a veces por algún acontecimiento en nuestra vida. Pero como te decía antes, “Algo” te movió a venir. ¿Sabés qué es? No, no, pregunto: ¿Sabés qué es? ¿Qué es en tu vida lo que te mueve, como a Zaqueo, a querer verlo? ¿A querer conocerlo?


¡Cuántas ideas! Anotalo todo, pensá lo que te llame la atención, y quedate ahí…

Zaqueo para verlo a Jesús se subió a un sicómoro. Como a vos, algo lo movió. No se rindió de una. Algo lo motivó para buscar la manera, para no quedarse con los brazos cruzados y ver las cosas pasar. Él quería ver quien era Jesús. Sabía, de alguna manera, que lo que traía era algo bueno. Intuía que Jesús traía vida y la traía en abundancia porque Él ES la vida en abundancia. Esta vida es plena, llena de amor y alegría, pero alegría verdadera, no las que nos dan las cosas que compramos de shopping ni las emociones superficiales. Por eso Zaqueo se la jugó más allá de lo que los demás pudieran decir. Se animó. ¡Qué groso! ¿No? ¡Qué valiente! ¡Subió al sicómoro nomás!, ¡¿En qué estaba pensando?! Eso le valdría las preguntas de todos, la curiosidad de la gente, el que hablaran de él a sus espaldas, tener que dar explicaciones.


¡Y qué!” Debe haber pensado. “¿Qué importa lo que digan los demás? Si lo que yo busco es lo mismo que ellos. Quiero verlo y tengo el mismo derecho que los demás.”


Entonces se subió a algo para lograr su objetivo. ¿Sobre que te apoyas en tu vida? ¿En quién confiás para seguir adelante y ver más allá? ¿Qué querés ver? ¿Buscás la vida? ¿Sabés que querés? ¿Sabés cómo sos? ¿Sabés quién sos? Eeeehhhhhh ¡Qué preguntas profundas! ¿No? ¿Tendré las respuestas? ¿Quién soy?


Saber quién es uno y descubrirse lleva tiempo, necesitaríamos una vida de desiertos, pero es algo que se aprende en el día a día, en la vida cotidiana, en tu casa, en el colegio, en lo que estudies después y en lo que hagas el resto de tu vida. Pero hay alguien que te conoce mejor que nadie. Y si... Jesús. Estuvo, está y estará al lado tuyo siempre, sin excepciones. Hablándote y aconsejándote desde antes que nacieras. Esperando a que lo escuches cuando no quieras ni oírlo pero en el fondo sepas que te habla. Al lado tuyo en las buenas y en las malas. Y cuando no sepas qué querés o quién sos, Él va a estar ahí para ayudarte a buscar.


En todo este huracán de preguntas estuvo escuchando y viendo tus respuestas. Porque quiere conocerte más y quiere que lo conozcas más a Él. Quiere que lo busques. Que te inquietes. Que lo conozcas. Porque como ya te dije, Él espera que busques la vida en abundancia. ¿Subís al sicómoro?


Ahora te invito a que hables con Jesús, como lo hacés con un amigo, y le digas que querés que pase por tu vida, que querés encontrarte con Él. Aprovechá para pedirle o agradecerle. Podés hacerlo de esta manera:


Jesús, escuché a otros decir que les llenaste el corazón, que les cambiaste la vida, y los llenaste con una felicidad verdadera y nueva; ¡Yo también quiero experimentarla! Vení a mi vida. No sé cómo o dónde buscarte, pero sí quiero verte, quiero que vengas, quiero intentarlo.


“Pronto Jesús por mi vida pasarás”

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