sábado, 4 de abril de 2009

Viernes a la tarde (2009)

Una vez más nos encontramos. Me imagino que ya encontraste un lugar para estar solo, en el que no te distraigas y donde puedas hacer silencio para escuchar lo que Jesús tiene para decirte. Ya elegiste el lugar, tenes el cuadernillo, algo para escribir… pero falta alguien! Falta la persona a la que tenés que escuchar, asique pongámonos en presencia de Jesús para que sea Él quien hable y vos quien escuche:


Señor, dame el Don del Silencio:

El don de saber oírte a Ti

Y de poder encontrarme a mí.

El don de poder detectar tu voluntad

Y de saber hallar mi debilidad.

De saber pedir perdón, de abrirme a tus misterios

Y de librarme de mis pecados.

Hazme hallar ese silencio de plenitud,

Que es la palabra tuya.

Haz, Señor, que con tu verdad y tu amor

Me compenetre.

Dame tu silencio

Dios: ábreme los oídos interiores

Para que te metas Tú por toda mi alma,

Y en tu luz se me apaguen

Todas las voces del dolor exterior.

Señor, si me das el silencio

Me conoceré y Te conoceré…

Yo quisiera que fuese así, Señor,

Porque quisiera comenzar a ser, de veras, hijo tuyo.

Amén


Hoy a la mañana estuvimos trabajando el tema del perdón. Pensamos en todas esas cosas por las que deberíamos pedirle perdón a Jesús y vimos como así nos íbamos acercando a Él. También reflexionamos sobre el perdón con nuestros familiares y amigos, a quienes les debemos una disculpa y a quienes todavía no pudimos perdonar (hay que reconocer que muchas veces para perdonar a alguien se requiere un trabajo difícil e importante, pero lo primero es estar dispuestos, tener ganas, y ofrecérselo a Dios). Parecería que ya está todo ¿no? Hablamos de Dios, de los demás…. Pero falta alguien…. Falta el perdón de alguien sin el cual es casi imposible seguir… ¿Se te ocurre quién es? Te doy una pista: está acá en Pascua Joven, también está haciendo el desierto, va por la misma parte que vos, pensó en las mismas cosas…. ¿Lo descubriste? SOS VOS!!!


Muchas veces perdonamos a todos, hacemos las paces con todos menos a nosotros mismos ¿Hay cosas tuyas que todavía no pudiste perdonarte? ¿Cuáles? Tomate tu tiempo para reflexionar todas esas cosas que hiciste, o no hiciste, que todavía te pesan en la conciencia. Quizás lastimaste a alguien, o traicionaste a un amigo, o a vos mismo. O por ahí fue algo que no hiciste, no defender a alguien que querés o serle indiferente al dolor ajeno. Tomate tu tiempo para pensar, y si podés escribí todo, eso siempre ayuda a ordenar tus ideas.


¿Por qué te cuesta tanto perdonártelas?

¿Sos demasiado exigente con vos mismo?

¿Crees que el otro no te va a perdonar tampoco?

¿Te olvidas de que Dios te perdona?


Pensá tranquilo que es lo que impide que a veces estés en paz con vos mismo…

Muchas veces dejamos nuestra mirada en el pasado, en lo que hicimos, en lo mal que nos portamos y nos atamos a eso. Nos quedamos atados en nuestro sentimiento de culpa y de traición. Pero recordemos a Zaqueo. Zaqueo era un desastre, estafando a todo el mundo, creyéndose superior a los demás, siendo corrupto como él solo. Y Jesús lo llama a su encuentro. Si lo pensamos le debería haber dado vergüenza responder a este llamado y mirarlo a la cara, con todo el pueblo de testigo. Ese pueblo que con sus murmullos tiraba para abajo y no le daba la oportunidad de cambiar.


¿Sentiste vos también alguna vez que la gente no confía en que podés ser mejor?

¿Que nadie te da la oportunidad de cambiar?

¿Les creíste o lograste hacer oídos sordos a esos murmullos que no hacen más que tirarnos abajo?

¿Sos a veces vos el que no le da una oportunidad a otro? ¿El que comenta los errores del otro no para ayudarlo a mejorar sino por el simple hecho de criticar?


Así como nosotros tenemos que aprender a no hablar de más, a no focalizarnos en los errores de los demás a menos que sea para darles una mano, también tenemos que aprender qué cosas tomar de lo que los demás dicen y qué cosas dejar. Muchas veces hay comentarios que lo único que hacen es tirarnos abajo y desmotivarnos en vez de impulsarnos a superarnos.


Zaqueo logró ignorar esos murmullos, dejó de lado todo lo que no le permitía crecer, y poniendo el foco en Jesús, acudió a su llamado, dejó que Él se adueñe de todos sus pecados y depositó en Él todas sus miserias. Sólo haciendo esto LOGRÓ PERDONARSE A SÍ MISMO. Aceptó lo que había vivido y lo utilizó como un medio para crecer. Así fue como decidió dar la mitad de sus bienes y darle cuatro veces más al que había perjudicado. Zaqueo no se quedó en su pasado, no se ató a él sino que decidió ir más allá. LOGRA PERDONAR SU PASADO PARA PODER CONSTRUIR SU FUTURO.


Analicemos una confesión: generalmente nos cuesta mucho enfrentar ese momento. Nos da vergüenza reconocerle al sacerdote las macanas que nos mandamos. Tratamos de patear ese momento para más adelante y, cuando finalmente lo enfrentamos, nos cuesta mirar al Sacerdote a los ojos. ¿Te pasa? ¿Por qué pensas que puede ser? En esta instancia la culpa aparece porque nosotros somos el centro. Tengo la mirada puesta en MI pecado, en MI debilidad. Y eso, inevitablemente nos da culpa y nos bajonea. Pero en la confesión JESÚS pasa a ser el centro. Es su amor y su misericordia la que se manifiesta, al igual en el encuentro de Zaqueo y Jesús. Y de ahí lo que surge es la serenidad, la paz y la alegría de tanto amor desinteresado, del perdón, del poder volver a empezar. En la confesión Jesús se hace cargo de nuestros pecados, “le pasamos la mochila” y logramos sentirnos más livianos.


Pero muchas veces pensamos que nuestros pecados lo van matando a Jesús. Que esa mochila que nosotros nos sacamos de encima y le pasamos a Jesús es lo que lo llevó a la cruz; que Él muere por nuestra culpa. ¿Sentiste eso alguna vez? ¿Cuándo? Seguramente escuchaste más de una vez que Jesús murió por tu pecado, que el pecado del hombre fue lo que lo mató. Pero esto no es así. Pensar que Dios murió por culpa nuestra, porque nosotros decidimos que así tenía que ser, es rebajarlo a Él y ponernos por encima a nosotros. No fuimos nosotros quienes lo matamos sino Él quien decidió morir, pura y exclusivamente por amor. ¿Cómo Dios, omnipotente, creador, infinito, va a morir porque el hombre así lo quiso? Dios no mando a su hijo al mundo para que el hombre hiciera con Él lo que quisiera; lo mandó aún sabiendo lo que el hombre le iba a hacer. Fue Él el que decidió entregarse y no para que sintiéramos culpa por ello sino para borrar nuestras culpas. Ese es el sentido de la cruz.


Y cuando Jesús carga con nuestras cruces, con nuestros ladrillos, es porque con Él quiere que esas cosas también mueran, para que podamos empezar de nuevo. No tenemos que quedarnos atados a las cosas que hicimos mal y que aun no podemos perdonarnos. Jesús ya nos perdonó, ahora falta nuestro perdón. Falta que junto con Él mueran todas esas cosas que nosotros todavía no dejamos morir y que nos hacen mal. Esas piedras que hacen más pesado tu camino, ese sentimiento de pesadez interna y la vergüenza de mirar a alguien a los ojos: a algún amigo, familiar, incluso a mirarte a los ojos a vos mismo frente al espejo, o de mirar a los ojos a Jesús. Así como Zaqueo, tenemos que depositar nuestras culpas y miserias en Jesús, para que la cruz las transforme. Tenemos que lograr desprendernos de ese sentimiento que lo único que hace es dejarnos atados al pasado, en vez de hacernos crecer. Tenemos que dejar morir esas cosas en la cruz para que puedan resucitar el domingo, para que nosotros también podamos renacer. No se trata de no hacernos cargo de nuestros pecados y nuestros errores, de mandarme cualquier cantidad de macanas y después no hacerme cargo, sino de transformar mis debilidades. Seguramente alguna vez le dijiste a algún amigo “Superalo!” hablando de de algún conflicto o situación del pasado. De esto se trata… superarlo, usarlo como un escalón para llegar más alto y parecernos más a Jesús.


Te propongo para terminar que hagas una oración depositando en Jesús todas las cosas que te dejan atado a tu pasado, a las cosas de las que te arrepentís. Te invito también a que, si todavía no lo hiciste, y puedas vayas a confesarte, pero si no llegas en Pascua hacelo cuando vuelvas a tu parroquia con el sacerdote de tu comunidad y así puedas vivir una verdadera Resurrección y Pascua en tu vida.



No hay comentarios:

Publicar un comentario