domingo, 20 de mayo de 2012

Lunes después de Pascua (2012)

¡Hola, amigazo! Qué bueno tener otra vez más un encuentro, ¡qué alegría me da! Tomarnos media horita o una horita para vos y para mí… Lo sé: es raro no tener tanta gente alrededor o no estar en el colegio donde absolutamente todo nos hablaba de Dios; es raro no tener a nuestro grupo para que nos escuche e incluso hasta llega a ser raro extrañar esas filas maratónicas que hacíamos para comer o el hecho de dormir poco y nada. ¡Hasta eso se extraña! Pero la vida sigue, chamigo. El desafío es hoy, ahora, ya…

Hagamos una cosa: te invito antes de arrancar a que busques un lugar donde hablemos tranquilos, solos, en silencio… puede ser el jardín de tu casa, en la intimidad de tu cuarto, vos sabrás mejor que yo. Si te sirve prender una vela y mirar una imagen de Jesús o la Virgen, adelante… ¿Listo? Ahora que estás cómodo, entonces, arranquemos. ¿Te acordás cómo, no? En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Te decía que Pascua ya pasó y que el desafío es hoy, ahora, ya. Pero, ¿pasó del todo? En realidad, tenemos la oportunidad de vivir la Pascua todos los días desde el lugar donde nos toca… Es verdad que no estamos en el Marín, pero hoy tu hogar es tu casa; no tenemos un grupo con el que charlar y reflexionar sobre nuestras vidas, pero tenés Amigos que con sólo levantar el teléfono están en la puerta de tu casa para escucharte tomando unos mates; no tenemos las homilías de Pancho y Cheché ni las misas de Pascua, pero podés averiguar dónde hay una misa que te guste más que otras para no dejar de ir los domingos a visitar a Jesús a su casa; no tenemos un Huerto o un Vía Crucis o una Vigilia Pascual, pero Jesús sigue muriendo y resucitando por nosotros de la misma forma en cada misa. ¿¡Viste!? ¡Pascua puede vivirse todos los días!

Te invito a que hagas un repaso, ahora que las cosas siguen frescas, de todo lo que te llevás de esta Pascua Joven. ¡Todo, eh! Nuevos amigos en Jesús, enseñanzas, experiencias de fe, un cambio en tu relación con Jesús o con los demás… lo que sea, ¿qué te llevás? Tomate el tiempo que haga falta y, si te sirve, anotá lo que vas pensando.

Me gusta pensar que las cosas que aprendemos o que nos vamos proponiendo hacer (como esos gestos concretos que anotaste en la huella el jueves santo) en realidad son oportunidades que nos está dando Dios para acercarnos a Él. Me gusta pensar que con estas oportunidades podemos adquirir HERRAMIENTAS: Dios me da la oportunidad de hablarle todos los días como a un amigo y yo, entonces, tengo la herramienta de la ORACIÓN; me da gente con la que me cruzo cada día y entonces adquiero la herramienta del SERVICIO; me da libertad para equivocarme y adquiero las herramientas de la HUMILDAD para reconocerme chico frente a Su grandeza, frágil frente a Su fuerza, y del SACRAMENTO de la RECONCILIACIÓN para poner las miserias de mi corazón en Sus manos y lograr entonces que Él se haga presente en mi vida y me ame también en mi debilidad.

¡Dios nos vive dando oportunidades de todo tipo! Si nosotros respondemos a ellas, vamos adquiriendo herramientas para no alejarnos de Él, para crecer, para ser una semilla que dé frutos… y en esto quiero detenerme un ratito: en que somos semillas. ¿Te acordás? Sí, algo se habló durante Pascua en el grupo… somos semillas: tenemos potencialidad, podemos dar frutos. ¡Eso hacen las semillas! Jesús no se cansa de amarnos y perdonarnos porque nos dio la vida para que demos Vida. “¿En serio? ¿Yo, dar vida?”. ¡Sí! “No te creo”. ¡Creételo! No sos ninguna basura, es mentira eso de que “no valés nada” o “no servís para nada”. Para Jesús vales SU VIDA porque te conoce íntegramente y sabe quién sos y todo lo que podés dar. Somos semillas y, entonces, estamos llamados a dar frutos.

Lógico también que estés pensando: “como si fuera tan fácil”. No, no te voy a mentir: nadie dijo que fuera fácil. Pero tampoco es difícil, eh. Es distinto. Jesús nos llama a eso: a vivir distinto. Y si bien a veces es verdad que el camino se hace bien cuesta arriba, pedregoso, molesto (como lo fue cargar la Cruz durante el Vía Crucis), sabemos que tiene un por qué. Sabemos que tiene una meta clara que ya sabemos que nos hace Felices con mayúscula: la meta es Jesús. Somos semillas, Él es el sembrador. Estamos llamados a dar frutos y para eso primero tenemos que reconocernos chicos frente a Él y conocer nuestras limitaciones (esas que escribiste en la tela el viernes a la mañana). Esa pequeñez que es la tierra donde como semillas crecemos, donde fuimos sembrados. Y hay una palabra que habla de hacerse pequeño, de tocar la tierra (el ummus): la humildad. Ser humildes, entonces, es saber mirarnos como realmente somos –ni más ni menos de lo que somos-.

Pero no es sólo la semilla, la tierra y el sembrador… la semilla también tiene que regarse. Con esa agua que es el servicio –el estar atentos a nuestro alrededor y dedicar un tiempo al prójimo-, agua que es el compromiso, la oración, los vínculos que nos impulsan y también los que nos acompañan. Agua que son los sacramentos para mantenernos cerca de Dios -en su presencia-, agua que es Adoración, es la Misa, es paciencia para saber soportar cuando las cosas no son como queremos, es perseverancia para seguir apostando por Jesús, es confianza en Dios, es compañerismo, alegría y amor.

Como semillas, necesitamos de estas HERRAMIENTAS que son agua… ¿Viste? Volvimos a lo de antes, las herramientas. ¡Tanta metáfora tenía un por qué! Pero las que acabamos de nombrar no son las únicas, existen infinidad de herramientas para que uses, para que crezcas y llegues a dar fruto. Tomate un tiempito para pensar herramientas que puedas usar en tu día a día, con las que te puedas nutrir. Porque las herramientas son alimento para el espíritu que necesitamos llevar a lo cotidiano así damos fruto, así trasladamos ese pedacito de Cielo que vivimos durante Pascua Joven a donde nos toque estar a partir de ahora. Pensá qué herramientas venías usando y también cuáles pueden servir para armarte con otras nuevas para lo que viene a partir de ahora en lo de todos los días…

¿Te acordás del hombre rico del evangelio? Él fue una persona que tuvo herramientas (de hecho, cumplía todo lo que la Ley mandaba hacer) y las aplicaba en su vida. Era un hombre que se preparó y quiso tener un encuentro con Jesús –y logró tenerlo-. Pero a la hora de la verdad, cuando Jesús lo llamó a “dar todo a los pobres” para seguirlo, no pudo y se fue angustiado… un hombre que se reconoció chico frente a Dios, que quiso tener un encuentro con Él y que además se nutría de estas herramientas de las que te hablaba –estaba preparadísimo-. Jesús lo llamó a dar un poco más en lo de todos los días, lo llamó a romperse. ¿Y sabés qué? Todas las semillas (este hombre rico, vos, yo, todos), para dar fruto, necesitan romperse. Es algo inevitable, algo que tiene que pasar. Nos puede doler, nos puede llevar mucho tiempo digerirlo o aceptarlo, podemos no encontrarle sentido e incluso nos va a incomodar un poco… Pero te digo amigo, hay que romperse si queremos dar fruto. La Madre Teresa, cuando le preguntaban por la verdadera forma de amar, contestaba que “si duele, es buena señal”.

Jesús te llama a romperte, a dar todavía un poquito más de lo que estás dando –y lo hace todos los días-. Te llama a perdonar a ese o esa que habla pestes de vos; te llama a pedir perdón para recomponer un vínculo importante cuando tu orgullo no quiere dejarte dar el primer paso; te llama a amar allá donde haya odio, a dar luz donde haya tinieblas, a ser instrumento de paz en la guerra que puede ser tu casa, tu grupo de amigos, tu colegio… cuesta, es difícil, duele, lo podés ver como un imposible… hacelo por Jesús. Todo esto es por ese sembrador que te tira agua para nutrirte, ¡que da Su vida para que vos tengas vida! Es por Jesús de Nazareth que te ama infinitamente y te perdona, a vos y a mí, una y otra vez día tras día.

Pero no hace falta tampoco pensar en grandes gestos o en situaciones de gran calibre (quizás sencillamente no las tengas hoy por hoy). Muchas veces cuesta más romperse y dar frutos en lo chico, en lo insignificante, en lo que nadie pone el ojo, en gestos que son silenciosos y pasan desapercibidos. Te hablo de romperte y dar fruto allá donde vayas: en casa, en el club, en la previa, en el boliche, en la facultad o el colegio. Está bueno plantearse este tipo de gestos donde nos sacrificamos y nadie lo nota para crecer en humildad y en el amor. Poner la mesa sin que me pidan, sacrificar una comida o una noche entre amigos para comer en casa porque no estuve durante la semana, dedicarle una tarde a mis hermanitos, prestarle algo de mi tiempo a ese que necesita ser escuchado… en definitiva, como decía San Pablo intentar “tener los mismos sentimientos que Cristo Jesús”, con todo lo que esto implica y lo difícil que es.

Te invito a que charles con Jesús. Te invito a usar esta herramienta que es la oración y que nos mantiene en contacto directo con Dios cada vez que la usamos. Vos y Él solos, nadie más. Escuchá primero qué tiene para decirte (Él siempre nos habla) y después hablale, contale, soltate a charlarle como el Amigo que es. Te invito a que descubras, en este rato de oración con Él, dónde te está llamando a romperte ahora, hoy, ya. Animate a decirle “sí” a Él que te amó hasta dar la vida. Animate a llevar Su resurrección a otros que todavía lo creen muerto. Vos y yo sabemos que el sepulcro quedó vacío, que Jesús vive y nos llama. Y acordate también que una vez que la semilla se rompe, da frutos y los frutos son DURADEROS.

Te puede pasar que este primer tiempo después de Pascua quieras contagiar a los demás, quieras convencerlos y transmitirles con palabras y con acciones todo esto que tan bien te hizo y que también les puede hacer a ellos… es normal y está bien que quieras dejar esa marca, pero en la rutina de todos los días no es tan importante pisar fuerte y dejar un sello como sí lo es amarnos los unos a los otros como Dios nos ama. Con esta intención de amar a los demás te invito a vivir durante el año. Así, sin necesidad de querer pisar y dejar una huella, vamos a dejar un sello mucho más fuerte del que podemos llegar a dar: el sello del amor de Dios –y ese sí deja marca permanente.
¡Te dejo entonces ahora charlando con Él! ¡Nos vemos en la Pascua que viene (o mejor, en la Pascua que sigue desde hoy hasta Pascua Joven 2013)!  SE FELIZ.

Desierto sábado a la tarde (2012)


Es joven el que espera, el que sabe caminar,
el que lucha por el Reino, sin volver la vista atrás.
El que da su mano a otros, el que sabe transformar,
el que es pan para los pobres defendiendo la verdad


QUIERO SER PAN PARA EL HAMBRE
SER EL PAN DE MI PUEBLO, CONSTRUIR
EL ESCANDALO DEL COMPARTIR (BIS)


Es joven el que arriesga, el que saber caminar
el que siempre se pregunta, sin volver la vista atrás
el que sabe hacer historia, el que sabe transformar
el que es voz de los pequeños defendiendo la verdad.


El que sigue a Jesús pobre, el que sabe caminar
el que apoya la justicia sin volver la vista atrás,
el que vive siempre abierto, el que sabe transformar
el que canta con nosotros defendiendo la verdad.




Hola nuevamente! Ya me empiezo a entristecer un poco porque éste es nuestro último desierto de Pascua Joven 2012, nuestra última charla en el Marín. Pero bueno, no es para nada malo: mi intención era que te encontraras con Jesús estos días y si lograste hacerlo yo me alegro, si pudiste hacerte más amigo suyo mi misión está cumplida.

Es sábado a la tarde. La liturgia y la fe nos dicen que Jesús va a resucitar. Eso es lo que vamos a celebrar dentro de un rato todos juntos miles de jóvenes acá y millones de personas en distintas partes del mundo. Cada uno va a entregar en la misa de resurrección todo lo que hay de muerte en sus vidas, todos juntos vamos a llevar nuestra vida, la vamos a ofrecer y va a ser Dios quien la transforme.  Y, en verdad, ese milagro va a suceder para las personas que vivan la celebración de corazón. Pero seguramente te preguntes: ¿esto significa que todo va a cambiar? ¿todo va a estar mejor?

Si me apurás, a esa pregunta le tengo que decir que no. Dios no es un hechicero ni una bruja y su transformación no tiene que ver con recetas mágicas. Él nos quiso libres, y eso significa que nunca va decidir por nosotros, y, por lo tanto, va a depender siempre de nuestra libertad que la realidad del mundo vaya tomando forma.  Y no solo de la nuestra, la individual, sino la de cada hombre que pisó y pisa esta tierra.

Lo que Él va a hacer es abrir sus manos para recibir tu vida, la de la persona que tenés a un par de metros leyendo este desierto, la de aquel otro que está distraído mirando los árboles, la de ese servidor, la de los organizadores, la de tu coordinador. A cada una de esas vidas les va a dar una respuesta íntima: no la misma, sino la que cada uno necesita para estar más vivo, más cerca del corazón de Dios y para que construyamos su reino de amor. Va a darnos sus palabras de padre protector y va a encender nuestro espíritu para volver a la propia realidad y transformarla. Va a cambiar nuestra mirada, nuestro interior; no los hechos pasados de la realidad.

Pero que esto no sea motivo de desilusión. Escucha las historias de dos personas que supieron, de diferentes maneras, transformar el mundo.

La primera: San Francisco de Asís. Él era hijo de un mercader rico y vivía en una época donde la Iglesia estaba muy vinculada al poder y al dinero. Sin embargo, él intuyó que Dios quería que la Iglesia volviera a practicar la misma simpleza que Jesús había vivido. Comenzó entonces una vida de austeridad que conquistó a muchos de los que lo veían. Miles de personas lo siguieron y hasta el día de hoy la congregación franciscana predica una vida austera y trabaja para los pobres.

Él quería a su Iglesia y le dolían sus errores. Pero esto no lo hizo alejarse, sino que optó por crear un espacio dentro de ella para transformarla y, aunque no cambió toda la realidad, se transformó él y quienes desearon seguirlo. Sigue siendo para nuestra Iglesia un faro que muestra un camino.

La segunda historia: el Mahatma Ghandi. Vivió en India a principios del Siglo XX. Este país era una colonia del imperio Inglés. Él veía que esta situación política beneficiaba a las empresas británicas y a una pequeña minoría local pero, en cambio, perjudicaba a la mayoría del pueblo. Éstos sufrían la desigualdad económica y la destrucción de su cultura. Él no era el único que veía esta situación, sino que ya existía un movimiento de liberación Indio, que quería expulsar a los Ingleses por las armas. A Ghandi no le gustaba ni la situación que vivía su país ni la idea de una guerra. Entonces propuso algo novedoso: la “no-violencia”. Ésta no significaba “no hacer nada”, sino no hacer aquellas cosas que colaboraban con la dominación inglesa (por ejemplo que el pueblo Indio dejara de consumir productos de la industria británica). Costó muchos años de lucha y más de una vez vio fragmentarse su movimiento, pero finalmente lograron la independencia.

En ambos casos, el de Francisco y el de Ghandi, si se hubieran quedado con lo que su realidad les mostraba la historia de hoy no sería la misma. San Francisco hubiera tenido que aceptar que la iglesia era eso y hubiera convivido con la corrupción y la avaricia, y habría vivido una cómoda vida de hijo de mercader, o, sino, se hubiera “salido” de la iglesia (como muchas personas de su tiempo prefirieron hacer). Ghandi hubiera tenido que resignarse a vivir bajo la dominación extranjera, o se hubiera levantado en armas (que era la respuesta que otras personas de su tiempo daban al conflicto que existía).

Te preguntarás ¿Por qué me cuenta todo esto?  Porque estoy seguro de que, con todas las charlas que tuvimos estos días, quieras cambiar tu mundo (ya sea el más cercano como ciertas cosas de tu personalidad, el trato con la familia o amigos, algún aspecto de estos círculos donde te movés, o uno más grande como la realidad de tu colegio, barrio, ciudad o país).  Pero tal vez sientas que no hay muchas cosas que se pueden hacer al respecto, en ninguno de todos estos casos y te repitas “yo soy así, esa es mi personalidad”, “mis papás ya son grandes, no van a cambiar”, “pobres siempre hubo” “todos discriminan”, “así somos los hombres”. Todas esas formas de pensar son un engaño. El cambio de mirada, la resurrección que nos da Jesús, viene acompañada de una posibilidad CREATIVA. Eso significa que no hay dos o tres caminos posibles para encarar el mundo de una manera cristiana: hay miles, millones, infinitos, todos los que se te ocurran; todos los que responden a tus deseos más profundos.

ES JOVEN EL QUE ARRIESGA, EL QUE SABE CAMINAR

Con la resurrección se te abren miles de caminos. No llegaste al final, no estás en la última meta. Se te abre el corazón y de ahí brotan todos tus anhelos, todos los deseos de realizarte y de ayudar a realizarse a los otros que hay en vos. Se te presentan infinitos desafíos, infinitos riesgos que vale la pena tomar.

ES JOVEN EL QUE LUCHA POR EL REINO

No hay dos o tres caminos posibles para encarar el mundo de una manera cristiana: hay miles, millones, infinitos; todos los que impliquen tenderle una mano a un hermano.

ES JOVEN EL QUE SIGUE A JESÚS POBRE, EL QUE SABE CAMINAR

Te invito a que te tomes un tiempo para revisar la Pascua que viviste. Si querés mirá los desiertos anteriores, tu caja de herramientas, hasta el cancionero. También pensá en la gente que estuvo acompañándote todos estos días y todas las personas que ocuparon tu corazón.  Pensá en lo que te alegró y lo que te entristeció, las mil dudas que te surgieron y las mil respuestas, las oraciones, los juegos, las risas, las comidas… Cuando te sientas listo extendé tus manos, poné todas estas cosas sobre ellas y rezá para adentro:

“Padre nuestro, que estás en el cielo…”

Para terminar te invito a que completes la frase:

ES JOVEN EL QUE……………………………………………………………………………………………………………………..

POR ESO YO ME PROPONGO…………………………………………………………………………………………………….

Nos vemos!

Desierto sábado a la mañana (2012)

Sábado a la mañana… ya empezamos oficialmente la recta final del retiro. ¡Pero tranquilo que todavía falta lo mejor! Igual, vayamos paso a paso: en este momento estamos esperando la Resurrección de Jesús. Te pido entonces que aprovechemos este rato de oración, de desierto, de apartarnos de la masa de gente, para charlar un rato.

Por estas horas debes estar con muchas cosas que te inquietan… te habrás dado cuenta ayer cuáles son tus cruces que Jesús finalmente decidió cargar. Posiblemente te sientas inquieto con muchas de tus realidades -o tal vez eufórico porque te encontraste con un montón de cosas buenas-. Quizás es un poco de todo... Por eso, te pido que trates de hacer silencio con el corazón, de pararlo un poco y escucharlo. Como decimos algunos: “bajá del caballo y acomodá un poco las pilchas”.

Pascua Joven, para muchos, es una primera aproximación a la vida de Fe, a Dios, a uno mismo y a los demás. Hasta acá, esta euforia, esta sorpresa, eso “nuevo” nos va guiando posiblemente hacia pensamientos tales como “con Jesús mi vida va a ser perfecta”, “si rezo todos los días el rosario voy a ser siempre feliz” y cosas por el estilo. Sin embargo, nos pasa muy seguido que a veces hacemos cosas que no queremos o no llegamos a cumplir lo que nos proponemos o también la vida nos presenta situaciones complicadas. ¡Esto es así siempre porque somos humanos! Hay cosas que nos cuestan más y cosas que nos cuestan menos, hay situaciones más llevaderas y situaciones más pesadas o cuesta arriba. Con Dios en nuestro camino las cosas van siendo más fáciles, ¡pero esto no significa que la vida a veces no duela o no cueste un poco más!

Lo bueno de la vida de Fe es que muchas veces nos prepara para los planes que el Señor tiene para nosotros a lo largo de nuestra vida. Los momentos de alegría siempre son lindos, pero ahora te propongo no hablar de ellos porque parece ser que son más fáciles de pasar... mejor hablemos de los momentos de dolor.

Dolor por definición es:

“Sensación molesta y aflictiva por una causa interior o exterior  a uno”.

En nuestra vida pueden pasarnos muchas cosas que nos causen dolor -y cuando hablamos de dolor no me refiero a dolor físico-. Aunque suene más a  una canción de Chayanne que a otra cosa, me estoy refiriendo a cuando nos duele el corazón o el alma. Ejemplos: nuestra relación con nuestros papás, amigos, con nosotros mismos; la muerte de un ser querido; errores o cosas que nos arrepentimos; vínculos que se rompen, cambios drásticos; problemas de cuando éramos chicos, etc. En fin, cosas que nos afectan por entero y que nos hacen ruido constantemente.

Ante estas cosas, tristes y que a veces nos duelen hasta los huesos, no tengo LA respuesta así que no leas más…  ¡No, mentira! Es verdad que no tengo la respuesta o las palabras mágicas, pero sí podemos ver qué hacer con esto mientras tanto. Así que mejor seguir leyendo, ¿te parece?

Por un lado tenemos nuestra relación con Dios: sepamos que siempre Dios quiere lo mejor para nosotros y más allá de lo que hagamos o dejemos de hacer, Dios siempre nos va a querer y MUCHO. Te podés pelear con Él, decir que no existe, negarlo, no darle bola, pero Él siempre va a estar y te va a estar esperando. Por eso,  está en nosotros reconocer un poco de Su amor, Su grandeza y misericordia, ir a buscarlo y quererlo.

Dios sueña con que lo quieras. Como veíamos recién en el grupo, ¡qué mejor que compartir nuestro dolor con los demás! Hace la carga mucho más liviana… por eso la primera conclusión es compartir estos dolores también con Dios, dejarlo entrar y que sea parte de nuestra vida. Él nos hizo así, nos puso en la familia que nos puso, nos dio los recursos que nos dio y todo. Él no se equivocó al hacerlo, así que confiemos y pongamos en Sus manos éste dolor para que Él nos vaya guiando como más quiera.

Por otro lado, tenemos nuestro vínculo con nosotros mismos. Muchas veces la vida misma nos va modelando -muchas experiencias nos van llenando la mochila de piedras, que le dan forma a nuestro carácter y personalidad-. En estas experiencias fuertes de Dios, de retiro, uno se conecta con su ser más auténtico e intacto por la realidad y se da cuenta que las cosas importantes pasan por otro lado. Experiencias así te llevan a reelegir lo que te hace bien, lo que te da paz y alegría todos los días. También nos hacen enfrentarnos con esas cosas que no nos gustan de nosotros o de nuestra vida y “limpiar la mugre de las esquinas”, diría alguno. Nos hacen tocar esas cosas que la vida nos va dando que no nos gustan o que no nos hacen sentir cómodos.

Ante esto creo que hay dos posturas: una, dejar que las cosas pasen y que sigan su viaje y; otra es detenerse sobre ellas e interiorizarlas, vivirlas, hacerlas parte de nuestra historia de vida.

Permitite sentir el dolor: llorá, vivilo, ponete triste, enojate, dejá que te moleste y que te afecte. ¡Eso te hace humano! No te pongas fechas, respetá tus momentos de dolor, no intentes taparlos. ¿Cuántas veces, cuando lloras, pensás: “¡ah, odio llorar!” y cuando terminas decís “qué bueno, me lo saqué de encima”? 

Una vez que pasamos este momento de emoción fuerte nos enfrentamos ante eso que nos choca. Hacele frente, anímate. Escribilo, contalo a las personas que mas querés o que pensás que te puedan entender. Hace silencio, te vas a escuchar a vos mismo y lo vas a escuchar a Dios.

Dios muchas veces nos permite enfrentarnos a situaciones dolorosas, pero Él siempre nos va a dar una puerta de salida… esta puerta que puede ser chica y por eso sólo vamos a pasar por ahí siendo niños (con un corazón simple y bueno). Sólo así vamos a poder sonreír plenamente.

“¿Ser niño? ¿Qué es eso?”. Es remitirse a lo más puro de cada uno -a quien realmente somos-. Para vivir el dolor es muy importante aceptarse uno como realmente es, con lo “bueno” y lo “malo” por igual, y quererse así.

Dios NUNCA quiere que le vendamos algo de nosotros. No quiere una imagen nuestra que no es, no le interesa. Dios quiere que seamos auténticos, que seamos nosotros mismos, como Él nos hizo. Ese es el mejor YO (o vos en este caso) que vas a encontrar. Vos sos el mejor del mundo siendo vos mismo.

Hagámonos la imagen mental de una vasija vieja gastada a la que le ponemos una vela adentro y la tapamos: la luz solamente saldría por las grietas. Si nosotros fuéramos esa vasija, seguro que a Dios se le caería la baba por nuestras grietas. Estas grietas representan nuestros defectos, nuestras debilidades, lo que nos hace HOMBRES y MUJERES. Sólo aceptándonos y reconociendo estas grietas como parte fundamental de nosotros, vamos a dejar que la luz pase por ellas. Es decir, transformamos algo que es un defecto (una grieta) en algo bueno.

Si todo esto lo relacionamos con el dolor… permitite sentirlo, permitite equivocarte, siempre hay marcha atrás. Dios nos quiere contentos y si tenemos que estar llorando en un retiro o  perdonar a alguien o perdonarnos a nosotros mismos, hagámoslo que vale la pena. Y si nos equivocamos, NO PASA NADA.

VIVÍ EL DOLOR COMO UNA OPORTUNIDAD PARA SER MEJOR PERSONA Y PARA SENTIRTE MÁS HIJO DE DIOS.

Hoy te animo a que además de escuchar a los demás, vivas el dolor y te escuches a vos mismo. Te animo a cuestionarte: nadie te va a dar una solución a todos tus problemas. Rezá, pedile a Dios por todas estas cosas que tenés adentro tuyo, que seguramente ahí esté tu respuesta.

Y una cosa más: no vale la pena perder la alegría y el entusiasmo por las cosas que nos digan o lo que nos rodea. Vos sos una masa y seguramente tengas un corazón gigante, con un montón de cosas buenas para dar. No pierdas el sueño por lo que no te gusta, enfrentalo con ánimo.

Como le dice Rafiki a Simba en el Rey León: "Ohhh si, el pasado puede doler y no se puede cambiar... Puedes huir de él o aprender. Bien, ¿qué vas a hacer?”. Aunque no podamos tener el control de todo lo que pasa podemos tener el control de qué hacer con éstas cosas. Ser Feliz es una decisión personal de todos los días.

Ahora en un rato vamos a vivir el momento para María. Ella, a lo largo de su vida, también pasó por momentos de dolor. Eso quiere decir que, primero, te entiende y, segundo, te quiere muchísimo. Así que por eso estoy seguro de que si uno le pone el corazón a su propia vida, mamá del Cielo se ocupa del resto.

"María guardaba todas estas cosas en su corazón y las meditaba en silencio."



Te dejo también una frase de Sir Isaac Newton: “LA VIDA ES UNA MASA”

Viernes a la tarde (2012)

Viernes Santo. Un día como hoy Jesús dio su vida por nosotros. Jesús, HOY, da Su vida por amor. Venimos a adorar Su cruz... ¿Su cruz? La cruz es un elemento de tortura, el peor lecho de muerte posible, destinado sólo a los criminales –a los que eran considerados los peores en la sociedad-. Jesús transformó la cruz en símbolo de amor, de perdón y de VIDA. Por esto adoramos Su cruz.

Para entender un poco mejor, te invito a escuchar las últimas palabras que Jesús nos dejó en la cruz. Son Su Testamento, regalos que resumen Su vida y nos muestran el camino para llegar a Su Padre. Son las siete palabras que dijo en Su Pasión para poder ser fuertes en nuestro Viernes Santo.

Jesús, el hombre más santo de la historia, sufrió la injusticia más grande. Y en medio del sufrimiento, dijo Su primer palabra en la cruz: “Padre, perdónalos; no saben lo que hacen”. ¿Pero cómo los puede perdonar, si es injusto que perdone a esos hombres que tanto mal le hicieron? ¡Que los castigue, que haga justicia! ¿Perdonarlos? ¿Disminuir la ofensa que le hicieron? ¡¿“no saben lo que hacen”?! Todo esto parece ridículo. La única clave para entender este perdón es el amor: Jesús perdona así porque NOS AMA. Con ese amor es que Jesús borra las diferencias, achica el problema, perdona de verdad. Nos pide que perdonemos siempre y para esto nos muestra el camino del verdadero perdón.

Al lado de Jesús había dos ladrones crucificados, uno a la derecha y otro a la izquierda. Estos dos ladrones nos representan a nosotros, con nuestras cruces y nuestros dolores. Uno de ellos le pide que se acuerde de él cuando esté en el Cielo. Y Jesús le responde: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Jesús nos da la esperanza del Cielo y así alivia nuestro dolor, el peso de nuestra cruz. Jesús, en Su último momento, aún en un instante de muchísimo dolor físico y emocional, es capaz de salir de sí mismo y atender la petición que se le hace. Ve en el ladrón su fe y su arrepentimiento sincero… así como el ladrón, que le habló a Jesús y le hizo un pedido desde la cruz, hoy vos frente a esta misma cruz de Jesús: ¿Qué querés pedirle?

Mientras agoniza clavado en la cruz, Jesús nos da su mayor regalo: María. Le dice “Mujer, mira a tu hijo, Hijo, esa es tu madre”. En sus últimos momentos de vida, Él se acordó de nosotros y nos dejó a Su madre. Te invito, cuando termines de leerme y pases a darle un beso a la Cruz, a hacer este gesto de humildad de besarla sabiéndote necesitado de esta Madre que Jesús decidió dejarte. ¿Sos conciente de que podés recurrir a María cuando la necesites (y cuando no también)? ¿Qué le pedirías hoy? … Levantá la mirada, mirá a María que está acompañando a Jesús en Su muerte y pensá en esas personas que están acompañando a otras en su sufrimiento: mujeres que acompañan a sus hijos presos, madres acompañando a enfermos terminales, pensá en esas madres que acompañan a sus hijos desde el silencio viendo que se equivocan eligiendo algo que no les hace bien, pensá también en tu madre… rezá por todos ellos y cuando beses la cruz te invito a dejarlos ahí también, a los pies de Jesús. La palabra “hijo” de Jesús no se queda sólo en Juan, sino que nos abarca a todos: vos sos Juan, tu hermano es Juan, tu amigo, tu novia, tu enemigo, ese que no podés ni ver… todos somos “hijos” de María. Jesús nos conoce, sabe que necesitamos una madre… Como lo hizo con Jesús, María está siempre parada al pie de nuestra cruz. María es madre de nuestra fe, madre de nuestra Iglesia: la necesitamos en nuestra familia.

Jesús le hace una pregunta a su Padre: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me abandonaste?”. Muestra ese sentimiento tan humano de sentirse abandonado. Con esta palabra se muestra hermano de todos nosotros. No tiene miedo de acudir a Dios y preguntar “por qué”… Muchas veces nos puede pasar que nos cuesta preguntarle a Dios y buscamos respuestas en otro lado. No tenemos que tener miedo de poner todos nuestros “por qué” en manos de Dios. Como Jesús lo hizo en ese momento, nosotros también estamos invitados a preguntarle a Dios todas nuestras dudas. Ayer estuviste buscando dentro tuyo esa semilla que representa tus dudas, tus preguntas: te invitamos a que, al momento de acercarte a besar la cruz, dejes en ese beso también todas tus dudas. En ese momento Jesús no recibió una respuesta de Dios Padre, sólo el silencio… pero confió y siguió amando. ¿Te animás a confiar en estos momentos de duda? ¿Te animás a amar en el tiempo de los intentos, donde parece que nada tiene una respuesta y nada nos sale como queremos o esperamos? ¿Qué cosas hoy no tienen respuesta para vos? Confiá. Amá. En Jesús tenemos el ejemplo de que se puede.

La única queja que Jesús hace sobre su dolor físico es: “Tengo sed”. Pero esta sed es además sed de paz, sed de amor, sed de caridad, sed de justicia… Con ese grito Jesús habla de parte de todos los hombres sedientos y nos pide que le demos de beber, que aliviemos un poco su dolor con amor. El joven rico también tuvo sed: sed de Dios. Él lo mandó a saciar a los pobres, a los más sedientos entre los sedientos: “sólo te falta una cosa: ve, vende todo lo que tengas y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el Cielo”, le dijo Jesús. Tenemos que saber que hay pobreza de todo tipo: pobreza material, pobreza de alegría, de perdón, de compañía, de espíritu, de solidaridad…  A vos, ¿cuáles son los pobres que te rodean? ¿De qué están sedientos ellos? ¿Cómo podés saciar su sed? ¿Y vos? ¿Cuáles son tus pobrezas? ¿De qué estás sediento? Así como hay gente que necesita que la sacien, vos también a veces podés andar necesitando ser saciado… En la cruz donde Jesús da agua de Vida al ser atravesado por una lanza, te invito a entregar toda tu sed para que así pueda saciarse.

Jesús dice: “Todo está cumplido”. Cumple su misión hasta el final, tiene la alegría de haber cumplido siempre la voluntad de Su Padre. Nosotros también formamos parte de ese plan perfecto de Redención: Jesús necesita de nuestra ayuda para cumplirlo -pero no estamos solos, somos parte de ese proyecto-. ¿Te sentís parte del proyecto de Dios? ¿Cuál es tu misión? ¿Para qué estás llamado? ¿Qué estás llamado a ser?

Antes de morir, Jesús le dirige Su última palabra al Padre: “En tus manos encomiendo mi espíritu”. En realidad, toda Su vida fue una oración continua al Padre. Gracias a eso pudo hacer semejante entrega y sacrificio. En el punto crucial de Su entrega, sigue rezando.  Nos muestra con Su vida que sin oración no es posible hacer una entrega por los demás.

Estas son las últimas Palabras que nos dejó Jesús antes de morir. Te invito a que mires ahora la cruz de otra manera: ya no como un signo de sufrimiento sino como un signo de Su amor hacia nosotros. 

Te propongo que le escribas tu propia oración, con tus palabras. Pensá en tu cruz y en la de tus seres queridos. Ponela a Sus pies. Tomá una o dos de las siete palabras de Jesús -tomate un rato para rezarlas, para hacerlas propias-.  Poné tus preguntas en Sus manos, agradecele por Su amor y perdón. Buscá una forma de saciar Su sed, ya sabés que en la cruz de Jesús podés saciar la tuya… Esta es tu oración para Jesús en la cruz, ¿qué mejor manera de adorarlo que con tus palabras, con tu vida?

Viernes a la mañana (2012)

Hola de vuelta. ¿Te parece si nos ponemos en presencia de Dios? En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

No es el primer desierto que hacés -ya vas a ver que tampoco es el último-. En una dinámica de ayer vimos la importancia del silencio. Así que, si todavía no lo hiciste, sería bueno que te separes de todo lo que en este momento no te ayuda a alcanzarlo. Tal vez separarte un poco más de tus amigos o de aquello que te está distrayendo... Este momento es para vos. Es un rato que te regala Dios para encontrarte con él, aprovechalo.

Tomate un ratito para ver cómo estás viviendo el retiro. ¿Te sentís cómodo/a en tu grupo? ¿Hay algo que podrías hacer para entrar más adentro tuyo? ¿Tuviste la posibilidad para contar lo que realmente sentías en las compartidas? ¿Aprovechaste esas oportunidades?

A medida que vamos entrando dentro nuestro, compartiendo y escuchando en grupo, empezamos a tomar conciencia de muchas cosas que forman parte de nuestro día a día. Entre tantas cosas que van apareciendo, aunque quizás nos cueste un poco más, comenzamos a ver también nuestras limitaciones… Éstas son actitudes propias que sino las descubrimos y no las tratamos de cambiar, no nos ayudan a amar a Dios .

Pablo, en su segunda carta a los Corintios, compara nuestro cuerpo con una vasija de barro. Aunque a veces podemos caer en la trampa de creernos Superman, de sentir que no necesitamos nada ni a nadie, la realidad nos marca que no somos perfectos -somos frágiles y tenemos nuestras grietas-. Somos débiles y como tales tenemos nuestras limitaciones.

Muchas veces nos sale negar o poner excusas cuando tenemos que reconocer algo que nos cuesta o alguna actitud que en el fondo sabemos que estuvo mal. No tenemos por qué correr a escondernos por esto -muy por el contrario, sería bueno poder reconocer nuestras limitaciones para poder así crecer en ellas-.

Es reconociendo nuestras limitaciones que le permitimos a Dios entrar y que haga con ellas grandes cosas. En Colosenses 3:23 (si tenés la Biblia a mano te invito a usarla) leemos: “Cualquiera sea el trabajo de ustedes, háganlo de todo corazón, teniendo en cuenta que es para el Señor y no para los hombres”. Pero, para su gloria, Dios no se vale solo de tus fortalezas: muy por el contrario, no le impresiona nuestra autosuficiencia. Sino que bendice a quienes tienen alma de pobres, quienes se reconocen vasijas de barro. Y es reconociendo que somos frágiles que adquirimos el don de la humildad, diciendole de esta forma a Dios que solos no podemos, que dependemos de Él.

Por eso es importante que puedas ser honesto con vos mismo… te invito entonces a que te tomes un tiempo para reconocer tus limitaciones, sabiendo que vas a encontrar estas grietas que quizás no te gusten mucho ni te parezcan motivo de orgullo, pero teniendo en cuenta también que es Dios quien las está amando.

¿Qué actitudes creés que te dificultan tu relación con los demás? ¿Con tus papás? ¿Con tus hermanos? ¿Con tus amigos? ¿Con tu novio o tu novia? ¿Con los que son diferentes a vos? ¿Con los pobres, enfermos, discriminados, etc…?       

Tenés al lado tuyo un pedazo de tela que los servidores te entregaron hace un rato: te invito a que escribas allí tus limitaciones. Y tranquilo que acá, en el desierto, nadie te está juzgando. Animate a entrar bien adentro tuyo y a escribir desde el corazón, sin miedo a lo que los demás puedan pensar.


Ahora vas a volver a tu grupo. Que lindo sería que pudieses compartir estas limitaciones que escribiste con tu grupo. Seguro, al compartir nos volvemos vulnerables, exponernos ante los demás nos trae un riesgo. Al abrir nuestra vida nos entra el miedo de que nos rechacen, de que tomen estos temores y debilidades como algo tonto y sin sentido. Pero te aseguro que vale la pena. Es una manera de liberarte, de compartir con los demás algo que significa un peso. Y así dar un primer paso para librarte de ello. Para librarnos de nuestras máscaras, de las caretas que muchas veces usamos para impresionar a los demás y no nos permiten tener la gracia de ser humildes.

Jueves a la tarde (2012)

¿Estás listo para otro desierto? Vale la pena, aunque te este venciendo el sueño, el hambre, el cansancio... Un esfuerzo vale la pena. Anda ahora al encuentro con Jesús con la seguridad de que es en el silencio en donde mejor lo vas a escuchar. Poco a poco vas descubriendo la fuerza que tienen el silencio, la oración, la paz... Fuerza para lograr que sea nuestro corazón el que escuche. Por eso aprovecha los desiertos, recintos de esa paz que necesitas para disponerte a escuchar. Acordate siempre que Dios habla en el corazón y hoy quiere que escuches a Jesús. Por eso lo mejor es empezar poniéndonos en presencia de Dios. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Finalmente salís de retiro, encontraste el colectivo al que te subís para ir a la facultad en tu primer día. Pagás el boleto o pasás la SUBE, y durante el viaje te hacés millones de preguntas, como con quien vas a cursar, si te gustarán las materias o no, cómo va a ser tu primer día, con que te vas a encontrar, que onda tus profesores, los nuevos horarios. Y te encontrás con que no fue difícil encontrar esas respuestas. Con el paso de los días pudiste despejar de tu cabeza todas esas dudas que te inquietaban, que te incomodaban y hasta quizás te angustiaban, pero que a la vez te intrigaban y así, en esa intriga nacía una búsqueda. Y si te paras mirando por un segundo para atrás, reconoces un camino recorrido. Ya sabes de donde venís y hoy estas viviendo esas inquietudes que, con el vivirlas, se transformaron en recintos de tranquilidad. Pero la aguja del reloj sigue girando, los segundos pasan y en eso que vos planeás estas haciendo solamente una cosa: vivir.  Y así como avanza el tiempo avanza algo en el corazón. Es la duda, áspera, pero fructífera. Las preguntas ahora empiezan a ser otras, cuando despejaste la angustia inicial, las primeras inquietudes, te empiezan a acechar dudas más profundas, te empezás a hacer preguntas a las que no alcanza con una vivencia para responder. Ya no vas a conocer a los chicos de tu clase para encontrar la respuesta. Esta vez tenés que indagar un poco mas, tocar un poco más hondo, mover las piedras sólidas de esa construcción que es TU VIDA.

Y te preguntas: ¿Es esto lo que quiero para mi vida? ¿Era esto lo que esperaba? ¿Por qué estoy haciendo esto? ¿Estoy haciendo esto porque quiero, porque todos lo hacen, porque mis papas me obligan, porque no me animo a hacer algo distinto o… porque sí? Entre pregunta y la búsqueda de respuesta hay un momento interminable que define la verdadera búsqueda de la felicidad, que consiste en el preguntarte qué es querer y cual es el querer que va a conducir a ella. Sabemos que la felicidad no es una meta, sino un camino. Un sabio dijo alguna vez que la vida es un conjunto de elecciones permanentes. Y elegir es evaluar entre las posibilidades existentes cual es la más conveniente, sin perjuicio de que haya más de una que aparente bondad a nuestros ojos. Es por eso que debemos enfocarnos en el “querer verdadero” y preguntarnos: a que estamos encaminados, que es lo que esperamos de nuestra vida. Sin olvidar nunca que este es un llamado de Dios a servir. Y este llamado implica nuestra vocación. ¿Donde estoy llamado a servir? ¿Dónde me invita Jesús a ser su voz? Quizás hoy pienso que es en lo que me toca todos los días hacer. Pero, este llamado, esta invitación a la vida, va más allá. Es un llamado al corazón a amar. Implica un montón de cosas, de dudas, de inquietudes como las que hoy empiezan a  despertar en tu corazón y que seguramente a lo largo de toda la vida vayas descubriendo.  Incomoda, molesta, inquieta y angustia remover estas cosas del corazón, de seguro que es exigente, de seguro que a veces se va a hacer cuesta arriba. No hay que desesperarse nunca. Lo importante es vivir esto con la certeza de que es una invitación de Dios y no hay forma de que no llegue a buen puerto.

No es raro que ante una invitación de Jesús a más, ante la primera exigencia a seguirlo, nos paralicemos y nos neguemos a dejar todo para seguirlo. Por eso es tan importante descubrir cual es nuestro “querer verdadero”. Ese es el llamado de Jesús.

“Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme”  Mc 10, 21. Nos invita como al joven rico a desapegarnos y a liberarnos de todos aquellas cosas que nos atan, para así VIVIR. Cuando estamos tan ocupados con cosas que no son importantes, atados a lo material, al último celular, a la última red social, a la última moda, en fin cuando estamos atados al mundo se nos hace imposible elegir el “querer verdadero”.

Para llegar a este querer hay que hacerse preguntas…por eso tomate un rato. Anota todas las preguntas que en este momento se te crucen por la cabeza. No dejes ninguna afuera. Animate y preguntate.



Te voy a ayudar por si sentís que no te salen las preguntas, arranca a partir de acá.

Ya sabemos de donde venimos, podemos agradecer por ello, pero: ¿Sabemos hacia donde vamos? Hoy vos, acá, leyéndome, preguntate: ¿Sabes qué queres de tu vida? Más allá de que quieras un helado porque te pega el sol en la frente ahora, ¿que es lo que esperas de tu vida?.



Ahora, en la hoja en blanco que te repartieron en el último trabajo en grupos, anotá TODAS las preguntas que se te ocurran, deja tu imaginación volar, empezá a mover las piedras y preguntate…



¡Que importante es preguntarse! ¿No? ¡Cuanto más te vas a empezar a conocer con el sólo hecho de hacerte preguntas todos los días! No hace ni falta que encuentres las respuestas, con el solo preguntarte ya es un primer paso. No te desesperes, seguro que ya queres responderte todo. Pero, como dijimos antes, estas dudas mas profundas despiertan cosas del corazón, mueven muchísimas cosas dentro nuestro que necesitan tiempo, oración, madurez, y no se responden simplemente con vivencias. ¿Por qué? Porque apuntan a que descubramos cual es nuestro “querer verdadero”. Porque apuntan a responder un llamado. Porque apuntan a que vayamos formando un camino. Porque apuntan a  descubrir nuestra vocación.

Conocernos nos hace amarnos. Saber quienes somos nos hace valiosos, aunque haya tantos momentos de tu vida en la que te quieran pasar por arriba. De seguro los tuviste, ¿no? Descubrirnos nos impulsa a querer salir al mundo a dar todo lo que somos. De eso se trata la vocación: regalar lo que Dios puso en tu corazón a los demás. ¿Dónde? ¿Cómo? Más preguntas…seguí.

 Tomate tu tiempo para conocerte, para de a poco ir respondiendo a tu corazón que hoy está en llamas. Aprovechalo. Quiere que te empieces a inquietar, no quiere que este cómodo. Quiere que empieces a responder al llamado de Jesús a que lo sigas. Ese llamado que va más alla, que el joven rico no pudo decirle SI. Por eso con todas tus dudas, con todas las preguntas que te hiciste te invito a ponerlas en las manos de Jesús. Reza pidiendole que te ayude. Él te esta escuchando y esta dispuesto a ayudarte.

No te paralices ante las preguntas, necesitan tiempo y silencio, como la semilla, ¿te acordas? Lo único que necesitas es CREER en ellas. Creer que tienen sentido, que te van a ayudar, que la respuesta va a llegar, creer que como la semilla va a dar fruto, que tiene potencialidad, que se va a desarrollar. Se trata de no desesperarse y de esperar contra toda esperanza lo que haga falta.

Mientras tanto, mientras descubrís, el “querer verdadero”, no dejes de vivir el hoy, el día a día. El ayer es historia, el mañana es un misterio, sin embargo el hoy es un regalo. Por eso se llama presente.” Vivi el hoy con animo, sin desesperanzarte nunca. Viví el hoy construyendo el mañana. Viví el hoy teniendo la certeza de que cada cosa que hagas te define y en esa definición vas descubriendo: quien sos, que buscas, que queres, de que te vales, de que estas hecho…y muchas otras respuestas. Vivi el hoy con esos que te rodean, que te ayudan a que te descubras. Con tu familia. Con tus amigos. Con tus hermanos. Pone en las manos de Dios junto a tus preguntas, tu hoy y a todas esas personas que construyen tu vida.

Jueves a la Mañana (2012)

Hoy, 5 de abril de 2012, estás en un Retiro para jóvenes. ¿Por qué se llama “RETIRO”? Porque muchos jóvenes como vos eligieron este lugar y este momento para retirarse de la rutina, para irse lejos de todo y poder encontrarse con ellos mismos lejos del ruido y así poder escuchar con más atención la voz de Dios. Jesús también se apartaba de la muchedumbre para rezar sólo -lo creía totalmente necesario-. Para esto se iba al desierto.

En este momento te encontrás en TU DESIERTO. Este es el momento para buscar estar sólo, tranquilo, haciendo silencio tanto con el cuerpo como con la mente. Creeme: no hay mejor compañía en el silencio que Dios. Por eso nos ponemos en Su presencia haciendo la señal de la cruz: En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Ahora te invito a que te imagines… llegaste a la estación “Retiro”. Nunca antes habías ido, te sentís medio desorientado. Movimiento, mucha gente que va y que viene, ruidos, desorden. Bajás del tren y empezás a caminar limitado por otros transeúntes que, apiñados, impiden tu paso ligero. Pero no estás seguro a dónde vas. Dudás si seguir o volver. Tu viaje, que empezó varias estaciones atrás, duró más de una hora y te das cuenta de que te encontrás a bastantes kilómetros -lejos de casa-. Sentís inseguridad al estar rodeado de miles de personas que no conocés, aunque tal vez ellos estén en la misma que vos. Estás solo y atento. Pasás el molinete y seguís acercándote hacía la salida. Frenás. De alguna forma, cada rincón te llama la atención. Es todo nuevo para vos. Te permitís mirar y conocer. Imaginabas un poco cómo era por lo que te habían contado y por las imágenes que viste por televisión pero no, no es lo mismo. Mirás para atrás dándote vuelta y recordás todo el camino ya recorrido. Te sentís bien porque llegaste hasta ahí por tu cuenta, pero seguís parado sin saber a dónde ir. Seguir dando pasos para adelante significa arriesgarse a perderse o a perder la seguridad de lo conocido. El hecho es que no sabés qué hacer. Lo único de lo que estás bien seguro es de donde venís. ¿De dónde? ¿De qué lugar? Tal vez de la casa de tus papás o desde lo de un familiar o un amigo. Pero cayendo en la cuenta, estás seguro que conocés y sabés los lugares por donde pasaste tus primeros 16, 17 o 18 años de vida.

Todos estos lugares forman TU VIDA -que es tuya y es de donde venís-. Pero, a la vez, tu vida la compartís también con muchas personas queridas que van pasando cerca tuyo. Hacé memoria…


¿De dónde venís? ¿Te sentís cómodo ahí?

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¿Cómo es este lugar de donde venís? ¿Le cambiarías algo?

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¿Te gustaría haber venido de otro lugar?

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Como ya hablamos, cada día compartís momentos con personas bien cercanas. Algunos están sin que te hayan preguntado y otros pasan por tu vida porque vos los invitás a caminarla juntos.


¿Tenés hermanos? ¿Quiénes son ellos? ¿Y tus papás?                         

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¿Con quiénes te entendés más? ¿Te gustaría llevarte mejor con alguno?

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¿Quiénes son tus amigos/as? ¿Qué cosas compartís con ellos/as?

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¿Estas personas conocen todo de vos? ¿Por qué?

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¿Hay aspectos de vos que preferís no mostrar a todos? ¿Cuáles?

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¿Con qué personas tenés máxima confianza? ¿A qué personas vos les transmitís confianza?

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No hay que ser un sabio para entender que todos somos distintos en algunos aspectos y muy parecidos en otros. Tanto física como mentalmente nos sentimos orgullosos de “esto” y tal vez querramos cambiar “esto otro” de nosotros que no nos gusta.


Si pudieras, ¿qué cambiarías en vos?

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¿Hay algo que te guste hacer más que cualquier otra cosa? ¿Qué es lo que mejor te sale hacer?

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¿Qué es lo que te cuesta más? ¿Siempre fue así?

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¿Cuándo te sentís seguro/a? ¿A qué le tenés miedo?

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¿Hay algo que desees más que nada en el mundo? ¿Hay algo que no te gustaría que pase jamás?

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Cuántas preguntas que sólo vos podés contestar…Durante todos estos años vividos, al mismo tiempo que fuiste creciendo y desarrollando todo lo que hoy sos, te fuiste conociendo. Qué increíble que no haya nadie más que conteste estas preguntas con la misma respuesta que vos. No hay nadie igual a vos, nadie que venga del mismo lugar. Sin embargo hay alguien que te conoce tanto como vos y que podría haber respondido tus preguntas de la misma manera y hasta con más lujo de detalles. Ese es Dios. “Antes que te formaras dentro del vientre de tu madre, antes que tú nacieras, te conocía y te consagré” (Jer. 1, 4).


Te hago una pregunta que me gustaría que pienses:

 ¿Sos FELIZ en el lugar de donde venís?



Te invito ahora a que te tomes este tiempo para pensar en qué cosas te hacen feliz hoy. Es muy importante para esto que escribas cada cosa que creés que te da felicidad en tu día a día. ¡No te apures! Escribí, tachá, pensá, volvé a escribir. Tiempo tenés, así que aprovechalo para vos.

(No dudes en empezar a escribir atrás de la hoja si llenaste todos los renglones)




Releé esta lista que escribiste hace un ratito, no te quedes con ganas de escribir nada, ¡agrandala si hace falta!


¿Todas estas cosas hacen también feliz a tu mejor amigo/a, a tus hermanos o a tus papás?

Y ahora te redoblo la pregunta: ¿Qué es ser FELIZ para vos?
   

Probablemente hayas pensado algo parecido a lo que se me ocurrió a mí. Cuando la palabra Felicidad se nos viene a la cabeza nos imaginamos ese estado de alegría plena, de total saciedad y de paz -que es el deseo de toda persona-. Podemos asegurar que la búsqueda de la felicidad es propia de cada uno y a la vez compartida, como nuestra meta primera a la que estamos llamados. Sería lo que todos nosotros tenemos en común. Todas las personas con quienes estás compartiendo en grupo buscan ser felices: también tus amigos, tus hermanos, mamá, papá, el vecino de la cuadra, el verdulero, el que inventó el Guaymallén y todas las personas con quienes te cruzás por la calle y que ni siquiera te das cuenta que existen. Conscientemente o no, ellos también buscan la felicidad. Sin embargo, no es tan fácil encontrarla, no es cuestión de que a uno no le pase nada malo sino que es un poco más complejo. Seguramente tengamos más tiempo para seguir pensándolo más adelante, así que por ahora lo dejamos acá.

Qué bueno es poder preguntarse tantas cosas. Lo que hicimos recién fue simplemente subirle el volumen a preguntas que viven dentro nuestro. Hoy hiciste silencio, te animaste a interiorizar, te animaste a conocerte un poco más y a valorar el lugar de donde venís. Dios ama tu vida: dejate abrazar por Él. “Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios” (Mt 5, 8).

En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.