viernes, 4 de abril de 2008

Viernes a la tarde (2008)

Hola nuevamente, volvemos a encontrarnos. Si todavía no lo hiciste te aconsejo que tomes este cancionero, algo para escribir y te vayas a ese lugar especial que elegiste para poder encontrarte con Jesús... en algún lugar desierto, sin distracciones. Hagamos la señal de la Cruz y recemos la oración que más te guste para ponernos en presencia de Dios. ¿Estás listo? Sigamos entonces.


Acabamos de revivir en la celebración litúrgica la muerte de Jesús. Acabamos de verlo clavado en la cruz y fuimos a besar sus heridas como signo de amor al que -por amor a nosotros- entregó la vida. También fue un gesto de entrega el que nosotros hicimos, llevando nuestros dolores, nuestras tormentas al mismo Jesús que sabe qué hacer con ellas.


Hoy a la mañana pudiste ver cuáles son esas tormentas que azotan tu barca y estoy seguro que anotaste una lista en tu cuaderno o por lo menos en tu cabeza. ¿Te acordás las cosas que anotaste? Te invito a que las releas para tenerlas frescas durante este ratito de oración. Si no las anotaste podes hacerlo ahora antes de seguir adelante, te va?


Podría estar seguro que anotaste varias cosas distintas, desde las que más te duelen hasta las que simplemente te incomodan, veo que escribiste cosas tuyas que te causan dolor pero también te diste cuenta que hay cosas de otras personas que son tormentas en TU vida, cosas que te golpean y descolocan de una u otra manera. Cosas como la separación de tus viejos, como ver a tus amigos hundidos en el alcohol, el porro u otras drogas, cosas como la crueldad de tus compañeros del colegio que toman de punto a uno y se la hacen MUY difícil, o que te toman de punto a vos y te la hacen difícil. A lo mejor escribiste que en tu familia abunda toda clase de cosas menos el amor y el buen trato, o que tenés un hermano o hermana con quien te vivís peleando, o hasta te diste cuenta que en tu grupo de amigos no existe el respeto o la libertad de ideas…. o probablemente otras tormentas que azotan la barca de tu vida, ¿no?.


Éstas son las cosas que quiero que profundicemos en este rato.


Todas estas dificultades y tormentas existen, es verdad, forman parte de tu vida. Pero Jesús no quiere que te hundas, que te ahogues en medio de ellas, sino que como Pedro reconozcamos que solos no podemos seguir caminando en medio de estas tormentas; tenemos que animarnos a gritar nosotros también: “¡Señor, sálvame!”. ¿En qué situaciones te parece que te estás hundiendo solo, o que otros, o la realidad te ahoga?


A veces creemos que nos tenemos que arreglar solos. Animate a extender tu mano y pedirle a Jesús que te sostenga. Él lo va a hacer. Jesús, en su vida pasó varios momentos similares en su vida. Anoche, lo recordábamos y lo acompañabamos en su oración en Getsemaní. Jesús mismo sentía el peso del mal que lo iba rodeando y pesándole en la vida; tal vez creía que de esa no salía… Pero viendo cómo Él vivió, entonces nosotros aprendemos cómo vivir en medio de las tormentas y dificultades; y unidos a Él, sostenidos por Él, seguimos adelante, a veces, incluso, caminando sobre el agua, porque sostenemos la mirada en Jesús. Él es el que calma nuestras tormentas, nos ayuda a atravesarlas.


En este viernes santo celebramos el amor infinito de Jesús por nosotros. Él eligió estar en el “lugar” al que nosotros y todos los hombres le queremos escapar. Nosotros no podemos elegir desaparecer cuando hay alguna situación de dolor o sufrimiento en nuestra vida, ninguno elige o busca pasar momentos que nos hagan sufrir. A veces intentamos, inútilmente, evadirnos, hacer como que está todo bien, que nada nos duele, pero sabemos en el fondo del corazón que no es verdad; algunos incluso tratan de olvidarse de todo por medio del alcohol o la droga… Cuando no reconocemos nuestros dolores lo único que hacemos es hundirnos más, nos deshumanizamos, nos estancamos en la vida y no podemos avanzar, las cosas son cada vez más difíciles.


Podemos decir que Jesús eligió asumir todas las consecuencias de ser hombre, también la realidad del dolor, Él enfrentó varias tormentas, para mostrarnos que vividas desde Dios, sostenidos por su mano, se pueden atravesar y que misteriosamente al colmarlas de amor, todas las situaciones pueden ser ocasión para crecer, y para dar vida a otros.


Días como el de hoy en los que tenemos el dolor y los sentimientos a flor de piel son los momentos justos para hondar en estas heridas y descubrir qué cosas o, mejor dicho, quiénes son las personas que forman parte de mis tormentas. Volvé a tomar tu cuaderno y escribí una nueva lista con estas personas, sólo sus nombres, escribí los nombres de todos, ahora no tenés que escribir tus tormentas, sólo hacé una lista de las personas que forman parte de tus tormentas.


¿Terminaste?

Son muchas ¿no?

Te dejo un rato más para que entres bien a tu corazón y descubras quiénes son las personas te hacen o alguna vez te han hecho doler.


Ahora bien, ¿quiénes son? ¿qué tienen en común todos estos nombres? Te lo voy a decir, es simple: Estas personas son VÍNCULOS tuyos, son las personas que forman parte de tu vida, las que te importan, las que querés mucho o no tanto, a tu manera, pero para vos son importantes, y es por eso que sus acciones te afectan, porque forman parte de los aspectos más humanos de tu vida, son aquellas con las cuales en el camino de la vida me vinculo sí o sí.


El hombre es un ser sociable, no puede vivir solo y es por eso que se junta en comunidades, desde la más pequeña e importante como es la familia, mi familia, tu familia hasta las grandes comunidades que son las naciones. Tus vínculos son tu comunidad más cercana, tu familia, tus amigos, tu novio/a, compañeros, profesores, vecinos, etc. y como vos sos un ser sociable, o sea que NECESITA de los demás, sus acciones te afectan y mucho. Y por supuesto que NADIE es perfecto, tus amigos no son perfectos, tus viejos menos, tus profesores tampoco, tus hermanos ni cerca y es por eso que te hacen doler. Y porque no son perfectos es que, a veces, ellos mismos son tus peores tormentas, porque cuanto más los queres, más te entregas; y cuanto más te entregas más expuesto quedas, y cuanto más expuesto estás, con menos “escudos protectores” que te defiendan entonces más te duelen sus acciones.


“Ah, entonces la solución es dejar de amarlos, así dejaría de dolerme”: este sería el razonamiento más ilógico e inútil que podrías hacer en este momento.


Después de lo que vivimos hoy nos damos cuenta que la solución está en hacer todo lo contrario; como lo que hizo Jesús. A Él, sus propios amigos, las personas que más quería, lo traicionaron, lo negaron, lo entregaron. Pero Él nunca dejó de amarlos, de hecho los amó aún más, en ese momento de su vida amó hasta el extremo y dio su Vida por ellos.


En esos momentos cuando nos sentimos lastimados por nuestros propios vínculos lo mejor que podemos hacer es entregarles nuestro amor. Por eso te invito a que sigamos el ejemplo de Jesús y que cada vez que nos sintamos lastimados por nuestros vínculos, nos cubramos del amor de Jesús y perdonemos las 70 veces 7 que Él nos pide, dejando entrar el amor sanador de Dios en nuestras vidas y sobretodo con aquellos que son nuestros vínculos más cercanos.


Para ir terminando te voy a dejar un último consejo: NO guardes tus dolores y tormentas para vos solo. En tiempo de tormenta hay que confiar que Dios no nos abandona, nunca. Entonces lo mejor que se puede hacer es entregarlas a Dios, confiárselas a Él, y para que empiecen a calmarse las tormentas es bueno hablarlo con esas personas que a lo mejor han sido quienes las provocaron.


Al contemplar en estos días todo el amor de Jesús entregado por nosotros, tenemos la certeza de que no todo está perdido, que hasta la realidad más difícil y sin salida desde Jesús, puede ser transformada, no mágicamente sino con paciencia y pidiéndole confiados a Él que nos enseñe.


Si estás peleado con tus padres o hermanos no hay mejor solución que hablarlo con ellos y decirles lo que te pasa, lo que te duele, cómo te están lastimando. Te aseguro que no lo hacen de malas personas, es sólo que las relaciones humanas son así y a veces herimos sin quererlo y sin darnos cuenta y la única manera de que eso no pase es hablándolo, conversando, compartiendo con mansedumbre lo que estás viviendo. Esos vínculos, quizás las personas más importantes de tu vida merecen que les compartas lo bueno y lo malo que te pasa, sobretodo cuando ellos tienen algo que ver con eso.


Que tengas una buena tarde. Nos estamos encontrando, aDios.

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