miércoles, 7 de abril de 2004

Lunes después de Pascua (2004)

¿Y ahora qué?

Que buena pregunta, ¿no? Ya que estés leyendo este desierto significa un gran paso… por lo visto la Pascua te movió algo, tocó algo que impidió que guardes el cancionero dentro de un cajón y te pongas hoy (lunes, martes, julio, octubre… nunca se sabe) a hacer este desierto. ¡¡¡Era lo menos que esperaba de vos!!! Las consignas siguen siendo las mismas: nos ponemos en un lugar tranqui donde nada ni nadie nos venga a distraer. Una vez que el cuerpo esta dispuesto intentamos que la mente lo siga… alejamos nuestros pensamientos de todo por un rato: hoy y ahora sólo existimos en el mundo mi cancionero, Jesús y yo.

Me imagino que habrás vuelto el domingo, comiste y te echaste una buena siesta por esos 4 días de dormir en el piso. Después llego el lunes y otra vez lo mismo… madrugar, ir a l colegio, volver a casa… otra vez la misma historia que se repite una y otra vez. Tu casa es la misma, tu familia es la misma, tus amigos son os mismos, la gata sigue siendo gata y el perro, perro. Probemos algo. Pongámosle “pause” un segundo a esa película agotadora que algunos llaman rutina. Imaginate que el tiempo se detiene y todo se paraliza por unos instantes. Todo se detuvo… todo, excepto vos. Ahora tenés la posibilidad de mirar alrededor sin que la vida te atropelle. ¿No te pasó nunca eso al hacer un viaje? Tan preocupado por llegar a destino que nos perdemos del hermoso paisaje que atravesamos sin casi darnos cuenta,. Pero hoy no. Hoy vamos a hacer un parate y vamos a mirar bien, a disfrutar de este paisaje. Este paisaje no es otro que tu vida misma.

Ahora te pido que te tomes unos minutos y que te fijes qué cosas, qué lugares, qué personas forman parte de tu vida. De que se compone ese paisaje que, enceguecidos por lo monótono de la rutina perdemos de vista más de una vez. Grandes cosas o pequeñas cosas… por más que me gusten o las odie… por más que quiera renunciar a ellas o las defienda con la vida misma… por más que sea protagonistas o un simple espectador. Sí, ya se, va a llevar tiempo. No interesa, tomate el tiempo que creas necesario. ¿Te sirve enumerarlo, anotarlo quizás? Dale, te espero más abajo.


¿Cómo te fue? Difícil, ¿no? ¿Alguna vez te habías tomado este trabajito? Y pensar que están siempre ahí, que forman parte de tu vida. Y ahora, decime la verdad, ¿cómo te comportás vos frente a esas cosas? ¿Abrazás las cosas buenas y tratás de cambiar las malas o simplemente te pasan por el costado, como si estuvieran fuera de tu alcance? No te voy a mentir, uno no puede elegir todo en su vida. Hay cosas que nos supera, que están fuera de nuestro control… ¿pero las que no?

Me imagino que a esta altura vos te preguntarás: “y esto... ¿qué tendrá que ver con la Pascua?” Y yo te diría: “todo, todo esto tiene que ver con la Pascua”. A ver si me explico: uno generalmente sale de un retiro como Pascua Joven con unas pilas impresionantes, uno quiere cambiar al mundo, quiere amar hasta la muerte desde el cartero hasta tu hermanito y uno hasta se cree más bueno!!! Ahí si que resucitó Jesús!!! Ahí si que resucitaste vos!!! Perfecto… ese era el sentimiento que había que despertar. ¿Pero qué pasa la semana que viene, cuando se nos pasó ese “pedo místico”? Lo de siempre… no tengo ganas ni de sacar a pasear al perro, me peleo con mis hermanos por el control remoto y al cartero que lo parta un rayo. ¿Y qué le pasó a mi resurrección? ¿Y con todas esas cosas que prometí cambiar y siguen igual o peor? Qué triste sería pensar que sólo se ama durante la Semana Santa y que uno espera hasta la Pascua para darse entero al otro, ciegamente, así como lo hizo Jesús. Pascua Joven nos ayuda a descubrir muchas cosas, pero también hay mucho trabajo de uno. Uno no puede pretender que un retiro nos solucione la vida. Que sirve para abrirnos los ojos no hay duda, pero soy yo el que debo reflejar con la vida lo que descubrí en Pascua Joven. Soy yo el que debe ser un testimonio viviente del Amor de Dios, ese Dios que nos amó tanto como para entregarnos a su propio Hijo para que su muerte signifique nuestra Salvación. También soy yo el que debo darme cuenta de las cosas que me regala Dios, de la familia que tengo, de los amigos que elegِ, de la vida que llevo… Ahora se me ocurre esta frase, capaz tu coordinador/a ya te la leyó, pero vamos a repetirla:

“Señor: dame fortaleza para aceptar con serenidad las cosas que no puedo cambiar; valor para cambiar aquellas que sí puedo y sabiduría para distinguir las unas de las otras”

¡JA!¡Como si no le estuviera pidiendo nada! Es más, en este momento vamos a hacer otro mangazo… vamos a pedirle que esa fortaleza que nos hace aceptar con serenidad las cosas fuera de nuestro alcance, también nos ayude a no aflojar, a que la llama que encendimos en Pascua se mantenga viva por siempre. Pero otra vez lo mismo… no depende sólo de Dios eso. Dios nos ayuda a no desistir, El es nuestra fuerza, la roca donde nos apoyamos, pero si no ponemos de nuestro lado, vamos para atrás. Capaz te surgen dudas como ” ¿Por qué?¿Poner cuánto?”… Y jesús te responde, no con palabras sino con su vida misma: “Ponele AMOR… hasta que duela”. Pero guarda, el Amor que nos está pidiendo Jesús no es un amor así porque sí… es un Amor con mayúsculas, ese que no acepta intermedios: o es hasta el extremo o no es. Uno no se puede quedar a mitad de camino… Y, bueno che, nadie dijo que esto iba a ser fácil, pero te puedo asegurar que imposible no es. El otro día, leyendo, me topé con algo así como la “fórmula para ir al Cielo”…

En cierta ocasión le preguntaron a Ramesh uno de los grandes sabios de la India, “¿Cómo hay que hacer para ir al Cielo?”

El simplemente sonrió y contó una historia… Era un sujeto que vivió amorosamente toda su vida. Cuando murió, todo el mundo decía que él iría al cielo, pues un hombre tan bondadoso solamente podría ir al Paraíso. En aquella época el Cielo todavía no había pasado por un programa de calidad total y la recepción no funcionaba muy bien. Quien lo atendió dio una ojeada rápida a las fichas de entrada, pero como no vio su nombre en la lista, le oriento para que pudiera llegar al infierno. Y como en el infierno nadie pedía identificación, ni invitación (cualquier que llegara era invitado a entrar), el sujeto entró y se quedó.

Algunos días después, Lucifer llegó furioso a las puertas del Paraíso y le dijo a San Pedro: “¡Eso que me estás haciendo es puro terrorismo! Mandaste aquel sujeto al infierno y el me está desmoralizando. Llegó escuchando a las personas, mirándolas a los ojos, conversando con ellas, abrazándose, besándose. El infierno no es lugar para eso, por favor llévate a ese sujeto de aquí.”

Cuando Ramesh terminó de contar esta historia dijo: “vive con tanto amor en el corazón que, si por error vas a parar al infierno, el propio demonio te traiga de vuelta al Paraíso.

Al principio causa algo de gracia, pero el mensaje que deja es bastante serio… el Amor en el corazón. Ya habrás descubierto en Pascua que uno puede irse a la República Democrática del Congo a darle de comer a refugiados de guerra, pero sin Amor en el corazón, ese acto maravilloso (o cualquier acto) carece de sentido. Lo que quiero decir es que no hace falta ir al Congo para demostrar que nuestro corazón está lleno de Amor. Citando a la Madre Teresa:

“Haz que tu casa, tu familia sea un segundo Nazareth, donde reinen el Amor, la Paz, la Alegría y la Unidad; porque la Caridad y el Amor comienzan desde casa”.

¡Ah! Ahora estamos siendo claros, ¿les parece? En el seno de la familia es donde tiene que empezar a hacerse la diferencia. Volvamos a eso de las pilas post-pascuales… uno puede salir del retiro con ganas de cambiar el mundo, pero hay que empezar por algo, ¿no? ¿Y qué les parece si empezamos por casa? ¿Cómo? Fácil… ponele Amor. A todo. Y eso no significa darle besos y abrazos a todo el que se me cruza; significa que el Amor va a ser lo que mueva tus acciones. Nada más. Basta de conveniencias, de comodidades, de hacer lo que me conviene. Leamos un rato la Palabra de Dios…

“El Amor es paciente, es servicial; el Amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra con la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El Amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. 1 Cor. 13,4-7

Así tiene que ser nuestro Amor. Así tiene que ser nuestra vida. Ahora vamos a sellar este momento de oración pensando qué cosas tendría que cambiar para empezar a vivir de esta forma. Tomate unos minutos y entregale estas cosas a Jesús para que EL las abrace y nos ayude a cambiarlas… Y vos, por tu lado, ya sabés lo que tenés que hacer.

Y bueno, ya llegamos al fin de este desierto. Ahora todo va a depender de vos, pero no vas a estar solo… lo tenés a Jesús siempre a tu disposición, como el mejor de los amigos para escucharte, reconfortarte o simplemente para acompañarte silenciosamente.

¡Hasta el año que viene!

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