viernes, 2 de abril de 2004

Jueves a la tarde (2004)

Antes de empezar, buscate un lugar tranquilo y cómodo. Tratá de estar lo más alejado posible porque es en la soledad donde vas a poder abrir realmente el corazón a un encuentro profundo con tu Padre Dios. Él mismo quiere llevarte al desierto, quiere hablarte de amor, quiere que pongas tu vida en sus manos, quiere que confíes...

Hace un rato en tu grupo estuvieron definiendo lo que es el servicio. Seguro que llegaron entre todos a alguna conclusión linda y compartieron un poco la imagen que cada uno tenía de lo que es servir.

Ahora sí, hace un momento de silencio y cuando creas que estés listo disponete a leer este texto del Evangelio:

“Después de haberles lavado los pies, Jesús se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: «¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que Yo hice con ustedes. Les aseguro que el servidor no es más grande que su señor, ni el enviado más grande que el que lo envía. Ustedes serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican».” (Jn 13,12-17)

Recordá algunos momentos de tu vida en que pudiste darle una mano a un/a amigo/a, pudiste escuchar a alguien que lo necesitaba; ayudaste a otra persona; ¿cómo te sentiste?...

Nuestra verdadera felicidad está en servir. Allí es cuando experimentamos que nuestra vida tiene sentido, y es fecunda; vale la pena ser vivida. La Madre Teresa solía decir: “El que no vive para servir, no sirve para vivir.”

Prestale atención a estos otros pensamientos de la Madre Teresa: "El servicio es el amor en acción. Si amas verdaderamente a Jesús, naturalmente querrás poner ese amor en acción por medio de servicio bajo Su angustioso disfraz de los más pobre entre los pobres."

"Jesús antes de morir en la cruz dijo: "Tengo sed" y Él está sediento ahora mismo. Tiene sed de nuestro amor. Y cada vez que hacemos algo por un hermano estamos saciando su sed."

¿Y en tu vida qué puede significar todo esto? ¿escuchás a Jesús diciéndote que tiene sed a través de los demás? ¿y hacés algo por saciarla? Muchas veces es tan sólo ofreciendo un rato de compañía, una charla o una sonrisa como podés estar saciando la sed de Jesús. No importa que lo que tengas para ofrecer sea poco, importa que lo des desde el corazón, con todo tu amor. Importa que des sin calcular.

Mirá lo que nos dijo Jesús:
"Tuve hambre y me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; fui huésped y me recogieron; desnudo y me cubrieron; enfermo y me visitaron; estuve en la cárcel y vinieron a mí. Entonces los justos responderán diciendo: - Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos? ¿cuándo te vimos sediento, y te dimos de beber? ¿y cuándo te vimos huésped, y te recogimos? ¿o desnudo, y te cubrimos? ¿o cuando te vimos enfermo o en la cárcel y vinimos a ti?. Y respondiendo el Rey les dirá: - De cierto les digo que en cuanto lo hicieron a uno de mis hermanos pequeñitos, a mí lo hicieron." Mt 25, 35-40.

¿Podría estar Jesús esperándote también en la gente que te rodea a vos? ¿en los hambrientos, sedientos, solitarios o necesitados? ¿en aquellos que revisan la basura? ¿en los chiquitos de las esquinas que piden monedas? ¿en los profesores, compañeros o familiares tuyos???

Pero ahora sería bueno que ahora pienses en las personas cercanas a vos: en tu familia, amigos y conocidos. Andá nombrándolos... Pensá en sus vidas y en la relación que tenés con cada uno... Sobre todo preguntate qué es lo que puede estar necesitando cada uno y qué es lo que vos le podés ofrecer... Animate a ir escribiendo todo lo que te vaya dictando tu corazón.
Seguramente más de uno puede estar necesitando de tu presencia o de tu compañía en este momento para compartir alguna alegría o tristeza, para que le des algún consejo o palabra de aliento... para que le transmitas lo lindo que es sentir que Dios nos ama, lo linda que es la vida... Pensá bien: ¿no tendrás algún pariente o amigo medio abandonado a quien puedas alegrar con una visita, un llamado o un simple mail...

Pero sin duda, todo lo que te habrás planteado recién, resulta imposible de llevar a cabo valiéndote de tus propias y limitadas fuerzas. La Madre Teresa decía también que de alguna forma el servicio es el fruto de la oración y creía firmemente que es el mismo Jesús con el que uno se encuentra en la oración quien nos "prepara" para poder servir. Su único secreto era la oración: el diálogo constante con Dios que le daba fuerzas para hacer cosas increíbles, para dar su vida por la gente. Y sí, para tener fe verdadera y servir con todo el corazón se necesita tener un fuerte espíritu de oración y contemplación. Es necesario reconocerse hijo muy amado de Dios y experimentar su ternura y su misericordia. Y eso de la oración, oración en serio, no es algo reservado a "almas superiores". Vos mismo, si te preocupás por cómo rezar, eso ya es una forma de oración. Es oración primeriza, pero gran oración al fin. Aprenderte de memoria algunas cosas, sufrir porque no aprendés otras, cerrar los ojos, apretar las manos, enojarte porque estás distraído... todas esas son muestras sensibles de que estás en un camino indiscutible de búsqueda de Dios. Que estás empeñado en que te escuche y fundamentalmente, que estás absolutamente seguro que te va a escuchar. Lo más lindo y lo que más tranquilidad da en la oración, es saber que nosotros tenemos ganas de encontrarnos con Dios, pero Él es el que sale primero a nuestro encuentro, el que muere de ganas de recibirnos y abrazarnos. Vivir esta relación con Dios es muy importante porque te habilita el corazón para sentir cosas muy lindas. Te da libertad y te ayuda a ir construyendo tu propia vida. No te preocupes por la forma, lo que importan son las ganas. Rezando se aprende a rezar. ¡Sólo hay que animarse!

Ahora, para ir terminando, te propongo que hagas un ratito de silencio y oración. Este es un buen momento para ofrecerle a Dios todo esto que reflexionaste y las cosas que te propusiste.

Dejate amar por Él, hundite en su compasión, sumergite en el mar de su misericordia para que sea Él quien te guíe, quien te dé la luz y la fuerza para seguir adelante. El que saque de tu corazón las sombras que no te permiten verlo en cada hermano y en vos mismo. Pedile también a María, la madre de Jesús y madre nuestra, que te dé un corazón como el suyo, tan hermoso, tan puro, tan lleno de amor y humildad, para que puedas amar y servir a Jesús en los demás.

Pensá en tus manos. Miralas, extendelas con las palmas abiertas, ofrecelas... Pensá que ellas son una herramienta para servir. Una vez dijo un sacerdote:
"Cuando miro mis manos, sé que me han sido dadas para que las extienda sobre todo aquel que sufre, para que las apoye sobre los hombros de todo el que se acerque y para ofrecer la bendición que surge del inmenso amor de Dios".

Pensá en todo lo que podés hacer a través de tus manos: alimentar, dar calor, proteger, dar, compartir, curar, acariciar, mimar, sostener... pedile al Buen Dios que las bendiga mucho, y que bendiga todo tu ser regalándote un fuerte Espíritu de Servicio.

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