lunes, 5 de abril de 2004

Sábado a la mañana (2004)

Evidentemente, a esta altura del partido, no tengo que explicarte de qué manera hay que predisponerse para vivir un desierto. Lo que sí te voy a decir, es que el tema a tratar no es por lo general, el más votado del ranking, sino que este es el lugar que uno saltea por lo delicado que puede llegar a ser. O tal vez no. Quizás no haya ningún problema en tratarlo. De una o de otra forma, acá vamos.

Ponete en presencia de Dios si te parece mejor ¡yo lo haría!. Ahora, hablemos de aquello que hicimos recién en los grupos. En un momento evaluaste tu relación con cada integrante de tu familia, dándole un puntaje. Dudo que les hayas puesto un diez a todos, porque eso sería difícil. Seguramente haya alguno con el que te lleves bien, y algún otro con el que no tanto. En general siempre pasa, y a veces, estos conflictos dentro de la familia son de una magnitud significativa al punto de llegar a la indiferencia, a la pelea o al desencuentro constante. Y bueno, siempre hay dolencias y heridas sin cicatrizar. Muchas veces chocamos con las mismas personas (hermano, mamá, etc). Como esto es normal, y no me dan ganas de arreglarlo ya que la mayoría del día estoy en el colegio y a la noche salgo con mis amigos, termino estando lo menos posible en casa y así evito todo. Sí, sí. Lo mejor es que dejemos todo como está. Está muy equivocado el que tiene esta actitud. No digo crear la familia perfecta, porque cada herida lleva consigo tiempos distintos y tal vez tardes años en cerrar algunas de ellas.

Pensemos en Jesús y su familia. ¿No tuvieron acaso grandes inconvenientes en sus vidas en los que se vio afectada toda la familia? Algunas cosas que ellos vivieron, no las sabemos. Pero otras, como las huídas cuando Jesús era recién nacido y Herodes lo mandó matar, o el sufrimiento de María cuando vio a su hijo morir en la cruz, sabiendo que mucha gente que había estado con él, era la misma que lo terminó entregando. Ella se sintió sola y fue testigo de lo peor.

Es verdad que familia significa heridas, rencores, distancias, lágrimas, desencuentros. Pero no es menos cierto que es lugar donde te formaste, creciste, te cobijaste, recibiste cariño, aprendiste a amar vinculándote de tal manera que hoy llevás un sello característico que te hace perteneciente a ella.

Tu identidad se va dando mientras crecés, y tu familia es un fiel estigma de muchos rasgos tuyos. En tu casa existe el amor; aunque no lo veas. Se viven situaciones complicadas pero otras, gracias a Dios, agradables. María se sintió caer, pero así mismo no cayó, se sintió morir, pero aún así, su fe permaneció y gracias a eso vio a su hijo resucitado. Seguramente estaremos de acuerdo en que hay cosas lindas, otras que no me gustan y que en general son las que más se ven.

Ahora viene la pregunta del millón: ¿qué hago con lo malo? Yo no te voy a dar cátedra de qué hacer porque no soy Dios, pero sí puedo compartir lo que yo hago. Dos cosas: le pido ayuda a Dios porque sólo no puedo pero con El, todo es posible; o lo más difícil, discernir qué hay que aceptar como algo que es, y qué cosas se pueden cambiar. Una cosa es lo que nosotros creemos que está mal, y otra muy distinta, es lo que verdaderamente está mal. Empecemos por fijarnos en qué cosas nosotros fallamos, como primer medida, para reparar errores; y para el resto pongamos el pecho y tengamos paciencia ya que esta última puertas adentro se acaba rápido. Reconciliémonos con nuestras heridas, seamos más tolerantes y juguémonos por una realidad más linda que la actual en aquel lugar del cual yo vengo y en el que formé mi identidad. ADVERTENCIA! No es fácil, mucho menos algo simple; pero acompañados por nuestro Padre es posible.

Ahora que estamos viviendo la llegada de la Pascua, y sabemos que Dios murió, sepamos dejarlo resucitar en nuestros corazones para predisponernos a ser mejores y trabajar fuerte en nuestro lugar de origen, que es aquél en donde más cuesta y paradójicamente, el primer lugar por donde todos deberíamos empezar.

Por esto y por todo aquello que significa tu realidad familiar, te pido que si no estás en la capilla, vayas y le pidas a María la fuerza que tuvo ella en la cruz. Ella con su amor de madre entregado sufrió lo que nadie de nosotros sufrió jamás. Tuvo fe, y su corazón lleno de amor fue paciente y vio a su hijo resucitar. Rezale a Dios por medio de ella, fijándote en tu relación con tu familia y tratando de separar lo que está mal de lo que no, viendo en qué estás débil, para empezar por ahí. Pero hacelo libremente; como a vos te salga.

Hay una frase que habla de dar la vida por los amigos. Yo me animaría también que no hay muestra de amor más grande que dar la vida por tu familia...

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