viernes, 5 de abril de 2002

Desde Jesús, la cruz es fuente de Vida nueva

Este es el último desierto de esta Pascua. Tratá de encontrar un lugar tranquilo y disfrutarlo. Abrite de corazón a Él y deja que te vaya abrazando en este momento de oración.

En esta Pascua estuvimos rezando y reflexionando distintas cosas de nuestra vida y de nuestra relación con Jesús. Te propongo que las recuerdes brevemente y anotes que fue lo que fuiste viviendo cada uno de estos días.

Te invito a que leas este cuento: “La vida puede ser un paseo con Cristo”

Al principio yo veía a Dios como mi observador, como mi juez que llevaba la cuenta de lo que hacía para saber si por ellas merecía el cielo o el infierno. Él allá afuera como un personaje. Yo conocía su retrato pero no lo conocía a Él.

Más  adelante cuando conocí a Cristo, la vida se transformó en un paseo en bicicleta; era una bicicleta para dos y Cristo iba en la parte de atrás, ayudándome a pedalear.

Yo recuerdo cuando Él sugirió que cambiásemos los lugares. La vida no ha sido la misma desde entonces. Cristo hace que la vida sea fascinante.

Cuando yo manejaba, yo conocía el camino, era algo aburrida, y yo sabia lo que iba a ocurrir, tomaba el camino más corto entre dos puntos.

Cuando Él manejaba, Él conocía deliciosos y largos tramos, subiendo y bajando montañas a través de rocosos lugares a una velocidad para romperse el cuello. Todo lo que yo podía hacer era aferrarme a Él y aguantar aunque pareciera una locura, Él me decía “Pedaleá...”. Yo preocupado y ansioso preguntaba: ¿Adónde me llevás? Él se reía y no contestaba y yo empecé a confiar.

Se me olvidó mi aburrida vida y me lancé a la aventura, y si alguna vez decía estoy asustado, Jesús se inclinaba y tocaba mi mano.

Él me llevó a conocer gente que me hacía regalos de sanación, de aceptación, de alegría y de paz para nuestro viaje. Él me decía, “Dá regalos” y yo los daba a la gente con que nos encontrábamos. Y descubrí que dando yo recibía y que la carga se hacía ligera.

Al comienzo yo no confiaba con el hecho de que Él manejara mi vida, pensaba que podía chocar, pero Él sabe darle la inclinación perfecta a la bicicleta en las curvas cerradas, saltar las grandes piedras, volar para cortar los pasos peligrosos.

Estoy aprendiendo a callarme y a pedalear en los lugares más extraños.

Estoy empezando a disfrutar del panorama y de la fresca brisa en la cara, y cuando siento que ya no puedo más..... Él, sonriente, me mira y me dice “¡Pedaleá, pedaleá....!”

 

En esta historia esta persona se reconoce en tres momentos diferentes con Cristo, momentos en los que él miró y sintió a Jesús de diferente manera. En un primer momento miró a Jesús como su juez, qué hacía bien, qué hacía mal, como su observador. Después, al conocerlo, lo vio a Jesús como alguien que lo alentaba, le daba fuerzas, lo acompañaba. Y al final lo vio como alguien que iba manejando la bicicleta.

Mirando para atrás y luego de haber reflexionado cual fue tu experiencia en esta Pascua ¿Cómo te sentís hoy? ¿Con cuál de estos momentos te sentís identificado?. Tomate unos minutos para reflexionarlo y anotalo en una hoja.


Cristo hace que la vida sea fascinante.

Él permanentemente nos esta ofreciendo cambiar de lugar. Es Él el que conoce estos caminos, caminos largos y deliciosos. Y Él los conoce porque ya los recorrió. Su vida fue un camino de aceptación de la misión de su Padre. Donde también tuvo que pasar grandes piedras, curvas cerradas y pasos peligrosos. Y donde iba a una velocidad donde se jugaba en cada momento.

Y todo esto lo hacia porque se dejaba conducir por el amor del Padre. Te propongo que pienses en una  persona que te quiera, que te ame y a la que vos también quieras mucho (tu mama, tu papa, tu hermana/o, una amiga/o, tu novio/a).

¿Te tiene confianza? ¿Y vos a el/ella?, ¿Cómo afrontan las dificultades, como comparten sus alegrías? ¿Le dejarías manejar la bici o aunque la/o quieras mucho siempre la/o harías ir a atrás? ¿Sos importante para él / ella? ¿Y él / ella para vos?

Mira estos gestos como regalos que comparten mutuamente entre personas que se quieren.

 

La vida de Jesús tuvo un gesto y un regalo de Dios especiales, que son por los que Él puede ser nuestro mejor guía en el camino. Cuando le llegó la hora, Él ofreció y entregó su vida por nosotros. Pero esto no queda ahí, todos los cristianos sabemos que esto no termina el viernes en la cruz Sabemos que la cruz es un paso en el camino, un paso de dolor y tristeza tal vez, pero sobre todo un paso de Amor.

Por eso vamos a festejar en un rato la Vigilia Pascual. La fiesta de la Resurrección de Cristo, el paso donde Cristo llega a la Vida Nueva. El paso de la Muerte a la Vida.

Y este es el mayor regalo que Dios nos hizo, resucitar a su Hijo para que nosotros tengamos también vida nueva. Porque no solo nos salvó de nuestros pecados sino que también nos regaló una vida en abundancia.

Porque es esta vida la que nos ofrece Jesús. Una vida sin temor a la muerte, sin lugar al dolor y a la tristeza sin sentido. Me imagino lo feliz, inimaginable para nuestra mente humana, que debe ser Jesús sabiendo lo que hizo y hace por nosotros. El amor que pone en cada una de sus acciones es lo que lo hace feliz.

¿Reconozco estos regalos que Dios me da? ¿Qué hago con ellos? ¿Cómo me siento ante la mirada de Dios? ¿Me considero valioso para Él? ¿Y Él para mí lo es? ¿Confío plenamente en este Jesús que me ama? ¿Lo dejo manejar la bici de mi vida?

Es cuando nos abrimos a Él y dejamos que entre en nuestro corazón que descubrimos el amor y lo valioso que es la Vida. Y dejarlo manejar nuestra bicicleta significa que no vamos a ir por el camino más fácil, o el que ya conocemos, o el que más nos guste.

Significa que vamos a ir por el camino del Amor, que es por donde Él va, por el camino que vale la pena.

Vale la pena para mí y para los demás, porque este amor no es para guardárselo:“Dá regalos... Y descubrí que dando yo recibía y que la carga se hacia ligera.”. Es  mirar a una persona fijándose realmente lo que necesita, en su corazón, como Jesús lo hizo con nosotros. Es ver a Jesús en los demás y compartir ese camino de amor.

Y sobre todo vale la pena para Dios, que es el que nos regaló esta vida. ¿O, a vos te gustaría regalarle algo a alguien y que lo tire al piso o lo deje de lado? Y menos si es tu hijo y tu amor.

Es ese amor de Jesús, ese amor de Dios lo que hace que nuestra vida tenga valor y sentido. Es ese amor de Cristo Resucitado el que nos invita a vivir y disfrutar la vida, compartiéndola con los demás, caminando juntos hacia el Padre. “Y Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20)

Jesús al entregar su vida cumplió plenamente con la voluntad de su Padre y lo hizo feliz. ¿O vos no pensaste en hacer feliz a Dios que te regalo su amor y su vida, así como lo haces con las personas que queres?

Seguro que esto nos va a costar, nos va a parecer difícil y nos vamos a cansar. Y cuando vayamos cuesta abajo a gran velocidad solo vamos a poder aferrarnos a Jesús, como lo hizo el personaje del cuento.

Y seguro que en ese momento, Jesús se nos va a acercar, nos va a tomar de la mano y mirándonos tiernamente nos va a decir: “Pedaleá, pedaleá...”

 

Para terminar, te invito a rezar una oración de la Madre Teresa y también con ella ir disponiendo nuestro corazón para celebrar este signo de Amor y de Vida que es la Vigilia.

 

La vida es  una oportunidad, aprovéchala,

La vida es belleza, admírala,

La vida es beatitud, saboréala,

La vida es u sueño, hazlo realidad,

La vida es un reto, afróntalo,

La vida es un deber, cúmplelo,

La vida es un juego. juégalo,

La vida es preciosa, cuídala,

La vida es riqueza, consérvala,

La vida es amor, gózala,

La vida es un misterio, devélalo,

La vida es tristeza, supérala,

La vida es un himno, cántalo,

La vida es un combate, acéptalo,

La vida es una tragedia, domínala,

La vida es una aventura, enfréntala,

La vida es felicidad, merécela,

La vida es un regalo, disfrútalo,

La vida es la vida, defiéndela.

                        Madre Teresa de Calcuta

No teman, yo se que buscan a Jesús, el crucificado. No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho. Y vayan enseguida a decirlo a sus discípulos.” Mt 28, 5-7

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