viernes, 22 de abril de 2011

Viernes (2011)

Adoración a la Cruz

Antes de empezar, no te olvides de lo importante… ponerte en presencia de Dios: nada más lindo que dejar todo en Sus manos. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Hoy es el día más triste para los cristianos: murió Jesús… Todo es silencio y quietud. Nos duele. Te propongo ver ese hilo de esperanza que hay en todo esto: no dejes a Jesús morir sólo -que parte de tu realidad muera también-. Encontrale un sentido…

Acabás de besar la Cruz. ¿Sabés qué significa eso? Con ese gesto estas compartiendo Sus dolores, tu sufrimiento en el Suyo, lo estás haciendo tuyo. ¡Él lo hizo por vos, para salvarte, para darte vida nueva, porque te ama! Dejó todo por vos, hasta Su propia vida. Su amor va más allá de todo. Su amor todo lo puede. “Jesús ha convertido al mundo con la palabra, con el ejemplo, con la predicación; pero lo ha transformado con la prueba de amor más grande: SU CRUZ”.

Todos tenemos una cruz que nos duele, que nos pesa. Él puede ayudarnos a cargar esta cruz, es cuestión de dejarlo… ¿Ponemos voluntad de nuestra parte? ¿Le abrimos la puerta o lo hacemos a un lado? Dios nos hizo libres: Él respeta nuestros tiempos, espera a que le abramos la puerta, que lo dejemos pasar… ¿Qué oportunidad más linda que a los pies de la cruz? ¡No lo rechaces, no lo dejes afuera de tu vida; dale una oportunidad!

Un joven sentía que no podía más con sus problemas. Cayó entonces de rodillas rezando: “Señor, no puedo seguir. Mi cruz es demasiado pesada”. El Señor le contestó: “Hijo mío, si no puedes llevar el peso de tu cruz, guárdala dentro de esa habitación. Después escoge la cruz que tú quieras”. El joven suspiró aliviado: “Gracias, Señor”. Luego dio muchas vueltas por la habitación observando las cruces; había de todos los tamaños. Finalmente fijó sus ojos en una cruz apoyada junto a la puerta y susurró: “Señor, quisiera esa cruz”. El Señor le contestó: “hijo mío, esa es la cruz que acabas de dejar”.

Hoy a la mañana estuviste hablando de las condenas. De dos tipos de condenas: las que te ponen los demás y las que te ponés vos. Las condenas son dolores sin amor, son destructivas y no nos hacen crecer, sino al contrario: nos limitan y nos encierran. “Y colocándose detrás de Él, se puso a llorar a Sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!”. No te condenes, no dejes que te condenen. Las etiquetas te encarcelan, te estancan.

Una condena nunca es una cruz. La cruz es un dolor que nos toca vivir, tanto por cosas externas como por cosas propias, pero la cruz es un dolor que esconde amor, es un dolor que nos impulsa a salir adelante. Jesús, en su Vía Crucis, en Su camino a la cruz, va cargando con Su cruz, aceptándola, abrazándola, porque fue por amor. Sin embargo, mientras camina la gente a Su alrededor lo escupe, lo insulta, lo difama y Él no se hace cargo de esos dolores porque esas son condenas. Jesús te acompaña a cargar con esa cruz que te da vergüenza, que ocultás… esa que no te gusta sacar a la luz, que no te gusta cargarla, que te pesa. Aceptarla es el primer paso, es parte de vos… Él no te da una cruz más pesada de la que podés cargar. Confiá, esperá, apoyate en Él. Abraza la cruz junto a Jesús y ofrecésela a tu Padre. Sí… a Él mismo, a Dios.

Que la podamos cargar no significa que vaya a ser fácil, pero vale la pena -vale el camino-. No hay amor sin sufrimiento: esto es, el amor conlleva sufrimiento. No es malo sufrir por amor, sufrir por una causa. Es difícil, ¡pero no hay otra manera para amar! Jesús dio su vida por amor, se entregó hasta tal punto que dio la vida. ¡Dios nos regaló a su Hijo!

Ahora, desde el corazón… ¿Cuál o cuáles son tus cruces? ¿Te cuesta aceptarlas? ¿Te cuesta cargarlas? ¿Y abrazarlas?

Revisemos nuestra vida, descubramos lo que hay que cambiar y afiancemos lo que ande bien. Descalzate, mostrate frágil delante del Padre, Él te va a ir guiando… Lo que vayas pensando, ofrecelo, rezalo, escribilo… sentite libre y cómodo/a.

Empecemos por vos mismo…

¿Te preocupás en exceso por tu apariencia física?

¿Usás tus talentos y tu tiempo solamente para vos?

¿Llevás una sonrisa en tu rostro o siempre una expresión de enojo?

¿Perdonás o guardás mucho rencor en tu corazón?

¿Buscás vivir en la verdad o siempre recurrís al camino más fácil: la mentira?

¿Te aceptás tal cual sos o te exigís demasiado?

¿Te dejás llevar por los deseos de tu cuerpo, usando mal tu sexualidad?

¿Sos coherente entre lo que creés y lo que hacés?

¿Creés en vos mismo? ¿Confiás en que Jesús te ama y te acompaña? ¿Te comprometés a cambiar lo que no te gusta?

Pensá en las personas que se quedaron en casa, en la familia…

¿Cómo sos con ellos? ¿Indiferente, comprometido?

¿Te ponés en el lugar de cada uno para tratar de comprenderlos o sólo te fijás en tus necesidades? ¿Respetás a tus papás, a tus hermanos, o exigís más de la cuenta?

Esta es tu oportunidad de rezar por ellos y por tu relación con ellos.

En cuanto a tus amigos de colegio, de parroquia, del club…

¿Te mostrás igual que con tu familia? ¿Te mostrás como realmente sos, como te gusta ser, o como la etiqueta que alguna vez alguien te puso?

¿Los acompañás sólo cuando las cosas andan bien? ¿Y cuando están mal?

¿Te alegrás de sus alegrías o las envidiás?

¿Los tratás como te gusta que te traten?

En las salidas, ¿cómo te manejás?

¿Incentivás a que se tome alcohol, a que se hagan cosas que no harían si estuviesen conscientes o más bien tratás de que tus amigos la pasen bien sanamente?

Y por último y no por eso menos importante… Dios.

¿Lo tenés presente o sólo aparece en el momento de necesidad (examen, pedir por un familiar, una situación particular)?

¿Hablás con Él como un hijo lo hace con su padre? ¿Lo sentís lejano?

¿Le pedís siempre o también agradecés?

¿Los domingos vas a misa? ¿Escuchás o vas sólo porque tus amigas/os lo hacen?

¿Él ocupa un lugar importante en tu vida o lo considerás un aspecto más?

La idea ahora es que en este rato de oración pongas todo esto en Sus manos y lo dejes en Su cruz. Que todos estos aspectos que revisamos mueran con Jesús… ¡para que cuando resucite puedan ser transformados! ¡OJO! Este cambio implica paciencia, perseverancia. No se da de un día para el otro, pero con voluntad y entrega todo se puede -sobretodo porque caminás de SU mano-. ¡CONFIÁ EN ÉL, CONFIÁ EN VOS! Ponete de rodillas, rezalo…

Postrado ante tu Trono, Señor,

vengo a agradecer tu muestra de amor,

por la cual llegó la salvación

para el mundo entero.

Gracias a Ti,

la Cruz es árbol de vida,

de amor y de retorno al Padre

que nos espera ansioso

para acogernos y

darnos un lugar en su regazo.

Así como Tú cargaste con la Cruz,

dame la ayuda necesaria,

para que yo acepte y cargue con la mía,

y así aliviar tus dolores

y unirme a Ti en la muerte,

aguardando la gloria de la resurrección.

Amén.

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