martes, 27 de abril de 2010

Jueves a la tarde (2010)

¡Hola! ¿Cómo va este segundo día de Pascua? ¿Preparado para hacer el segundo desierto? ¡No te escapes ni te duermas! No lo leas rápido como un libro del colegio para terminarlo lo antes posible. Dios te está esperando…

Hoy te explicaron un poco que había varias maneras de hacer un desierto: caminos cortos, caminos largos pero profundos… y seguramente con alguno pensaste: “Ese fue el que yo tomé”. El desierto de la mañana, ¿Fue un camino rápido? ¿Un atajo? ¿O te diste cuenta de que valen la pena hacerlos en serio? ¿No te dan ganas de aprovechar más estos encuentros?

Hace un rato estuviste divirtiéndote con tu grupo hablando de las actitudes, ¿no? Jugando a ser egoísta, a ser optimista o de otra manera. ¡Estuvo bueno ver el lado exagerado de estas actitudes! Pero hablando en serio, ¿Te sentiste identificado con alguna en particular?............................. A todos nos pasa que reaccionamos distinto y también que no bancamos cómo reacciona otro. A veces sin pensar hasta criticamos a otros por actuar de una manera cuando nosotros hemos actuado así antes. Sí, a todos nos pasa.

Pero en este momento, si nos ponemos a pensar, nos molesta mucho tener esas actitudes. Las malas, obvio. De las buenas actitudes estamos orgullosos, pero las malas las queremos arrancar, no nos gusta hablar de ellas: son molestas. Te pongo un ejemplo cotidiano muy simple: Tu mamá te llama a poner la mesa o a ordenar, pero vos estás hablando por msn con una amigo/a de un tema muuuuuy interesante, no puede esperar para después porque posta que es interesante. Ante esto podemos tener distintas actitudes:

- Lo primero que se nos viene a la cabeza es contestar mal que no.

- Con la peor cara pero vamos a ayudar.

- Me doy cuenta de que mi mamá me necesita y dejo la novedad para después.

¿Te parece utópico o inalcanzable tener siempre una buena actitud? ¿Es sólo para hijos perfectos?

¡Este sólo fue un ejemplo! Es decir, hay miles de situaciones parecidas con amigos, con pruebas en el colegio, con rumores, con mis hermanos, con un profesor, con Dios, y en ellas nuestra actitud sale a la luz.

A veces el resto de las personas condicionan tu actitud. Tomamos decisiones en conjunto por las dudas de equivocarnos, pero a veces inconscientemente, por cómo es la sociedad hoy. Si no tenemos ganas de hacer algo y nos da fiaca, no nos parece raro no hacerlo porque es “Normal”. Si tenemos la oportunidad de copiarnos en una prueba no nos parece raro aprovecharla, porque es lo más común del mundo. ¿Pero hasta qué punto es una decisión nuestra? ¿Es auténtica? Y ahora es que llegó el momento de preguntarse: ¿Para qué quiero tomar pleno control de mi conducta, eligiendo con mi libertad?

En el plano de tu Naím mostraste todo. En tu ciudad vivís cosas, personas, lugares, que son solamente tuyas, distintas a las de los demás. Cada uno en su vida y con su realidad tiene una actitud distinta. Vos sos único y toda tu vida también. Entonces podríamos decir que sos dueño de tus acciones, y con ellas de tu actitud. Tu propia actitud.

Hacé memoria y pensá algunas actitudes recientes que hayas tomado en la vida cotidiana o en algún caso particular… ¿Fueron las actitudes que hoy hubieses tomado? ¿Te arrepentís de alguna? Todo lo que vas pensando ahora, escribilo. Siempre es mejor escribir para que no quede en el aire. En serio, seguí mi consejo.

Ahora elegí alguna actitud en particular. Y pensá si fue la mejor para ese momento. No tiene por qué ser mala o buena, pero a veces simplemente no es la adecuada para la situación porque podés hacerle mal a alguien o incluso a vos mismo. ¿Considerás que fue una actitud de acuerdo a tus principios? ¿Tuviste pleno control de esa actitud? ¿Fuiste vos quien la tomó u otra persona o cosa que hablaba por vos? Si no fue una actitud de acuerdo a tus principios, ¿cuál hubiese sido una mejor actitud para tomar?

Jesús en el Evangelio nos dice que amemos a nuestros enemigos. ¡Qué mensaje más complicado! ¡Para mí que se equivocaron los traductores de la Biblia! ¡Estamos hablando de aquellos con los que nos llevamos mal! No suena muy lógico. Pero sí….es más, si te ponés a pensar, te vas a dar cuenta de que lo que en realidad Jesús te quiere decir es: “independientemente de cómo te traten yo quiero que hagas el bien ya que así vas a estar dando testimonio de Dios”. Si nosotros queremos amar como Jesús lo hace, no podemos permitir que nadie controle nuestra actitud. No tenemos que permitir que otra persona influya en nuestra manera de actuar para mal. Hay que saber mirar dónde está Jesús. Si está en el amigo que nos ofrece otro trago más (el número xxx) o en el que nos invita a un grupo de misión. Y así, aprender a tomar las actitudes que Él nos enseña a tomar.

A veces nos olvidamos de que también somos ejemplo, ya sea para amigos, hermanos menores, desconocidos, o la persona que nos mira: hay mucha gente que espera ver en nosotros una actitud que muestre cómo somos, que sea la que nos identifique en ese momento y principalmente la que exprese nuestro corazón. Que la actitud sea la transparencia del corazón.

Hoy, ahora, Jesús habita en tu Naím, en tu ciudad. ¿Te es fácil verlo? ¿Qué actitud tomás frente a esta pregunta? ¿Querés verlo? ¿Por ahora preferís esconderte? Si tuvieras la posibilidad de acercarte y hablarle… ¿Postergarías tu encuentro con Él? ¿O querés verlo a pesar de todo? Ahora que sabés que podés tomar la actitud que quieras, ¿qué actitud tomarías si te dijera que está en tu ciudad, pero nada más tenés que mirar más allá? Sos el dueño de tus decisiones. ¿Te querés acercar?

Escribí lo que se te pase por la mente pensando en estas preguntas.

Jesús en el grupo de sus apóstoles tenía distintas personas con diferentes actitudes… No esperó a que ellos cambiaran para acercarse a sus vidas. Él se entregó y nos mostró cómo vivir, nos enseñó qué actitudes tener. Miremos Jn 13,1-15:

Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.

Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura.

Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura. Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: ¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?

Jesús le respondió: "No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás".

"No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!". Jesús le respondió: "Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte".

"Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!".

Jesús le dijo: "El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos".

El sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: "No todos ustedes están limpios".

Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: "¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes?

Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy.

Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros.

Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes”.

En Jn 13, 34-35 Jesús nos dice: “Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros”.

Jesús nos invita a la amistad, nos deja el mandamiento del amor y nos dice que en esta actitud de amor permanente se va a reflejar nuestra amistad con Él. Ahora Viene a nuestro Naím y quiere que participemos de su modo de vivir y de amar; se pone al servicio, ama incondicionalmente, se queda con nosotros en la Eucaristía. En el pan y el vino que nos dejó en la última cena. ¿Qué vamos a hacer nosotros frente a todo esto? ¿No vamos a agradecerle todo Su amor por nosotros? Viene a nuestra puerta y nos ofrece Su amistad, ¿Lo vamos a dejar esperando o le abrimos con alegría? ¿Vivimos nosotros como Él, siendo servidores?

Está todos los domingos en misa y sin embargo a veces elegimos tener una actitud de ceguera, hacernos los ciegos para no tener que dar explicaciones a Él. ¡Eligió quedarse! Ahora, yo, ¿Qué actitud elijo tener? ¿Soy consciente de la importancia que tiene mi actitud en mi relación con Dios? Puedo rezar y a veces elijo no rezar, puedo ir a misa y a veces elijo no ir, puedo ayudar a otro y a veces elijo no hacerlo. ¿Por qué si Dios está entre nosotros? En esa persona o cosa ante la cual tenemos que solamente tomar una actitud.

Animate a hablarle. Vencé la timidez, porque Él te conoce más que nadie y no te va a juzgar. Sé vos mismo, no tenés que actuar ni simular ser otra persona. Mostrale tu corazón, lo que piensa en este momento. Sé transparente con Él y todo te va a resultar más fácil. Mostrale las actitudes que pensaste, tu pasado, lo que te asusta, lo que te gusta de vos y lo que no.

Rezá.

Si te ayuda ponete de rodillas pero no dejes que el estar rodeado de gente condicione tu charla con Dios. Pidámosle a Dios que nos ayude con todo esto. Que nos ayude a tomar el mando de nuestras vidas, que no siempre es fácil pero ahora sabemos que Él está dispuesto a ayudarnos.

“Jesús, te pido para que me ayudes para poder parecerme a Vos en las actitudes de todos los días. A seguir tu ejemplo y tu palabra y a encontrarte en el día a día. Sé que es difícil pero estoy dispuesto a tener una actitud de búsqueda.”

Aprovechá, charlá con Él a tu manera, tomándote tu tiempo y sin apuro. Dios no se va a ir a ningún lado…

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