martes, 5 de abril de 2005

Sábado a la tarde (2005)

Queda poco de esta Pascua Joven, estamos entrando a la recta final y para prepararte te invito una vez más al desierto. Ya seguro estás canchero/a en esto de dejar a tus amigos por un rato, hacer silencio y tratar de escuchar tu corazón.

“Mi Señor, abre el cofre de oro, que quiero depositar ahí mi corazón”

(Dejá que esta frase resuene, repetila varias veces. Si! Hay un cofre de oro preparado para que vos en este momento pongas tu vida en manos del Señor)

Ahora te voy a contar una historia, la historia de un amigo mío. Se llama Francisco y es de Asís (Italia). Quizás alguna vez escuchaste hablar de él porque es Santo.
- ¿Y es amigo tuyo?
- SI! Es mi amigo.
Alguien una vez me dijo que los santos son amigos nuestros que quieren que se nos “peguen” sus dones y virtudes, nos buscan y nos ayudan a caminar. (¿No te pasa que a veces te encontrás hablando o haciendo los mismos gestos que tu amigo??? Tratá de acordarte de alguno) Así que espero que este amigo que a mí me está ayudando y acompañando también lo haga ahora con vos. Como te dije se llama Francisco y vivió desde 1182 hasta 1246.

Un sabio dijo: “La alegría ha sido signo de los hombre y mujeres de Dios”. Si esta frase es cierta, Francisco SI que era de Dios. Parece que fue a la guerra a luchar por su pueblo y cayó prisionero. Era el único, que en esa difícil situación, mantenía la alegría; hasta lo creyeron loco, y no sólo en este momento sino muchas veces más (ya te voy a contar las cosas que hacía).

Al poco tiempo que lo liberaron sufrió una grave enfermedad que lo hizo conocer sus límites, sus debilidades, conocerse mucho a sí mismo. (¿Alguna vez te pasó? ¿Alguna vez sentiste que no podías, sólo, débil, que necesitabas ayuda, que no sabías qué hacer? ¿Cómo seguir? ¿Cuándo? ¿Qué hiciste?)

Francisco en este tiempo fue descubriendo un llamado especial, a algo grande. Más grande que los títulos de caballero que buscaba cuando iba a la guerra o que la fama que le daban las grandes fiestas que hacía con sus amigos. Ah! Porque él era el Rey de las Fiestas de Asís (lo que hoy sería el más fachero, el más ganador, el alma de las fiestas). Ese era Francisco, conocido y querido por todos, hijo de un gran comerciante. (Así que resultó canchero y ricachón, ¿Se parece a vos?)

Hubo otra guerra y allá partió el valiente caballero, pero la primera noche el Señor se le presentó en sueños y le dijo que se volviera. Y Francisco se volvió. (¿Qué va a decir papá? ¿Qué va a decir todo el pueblo? Era un papelón, iba a quedar como un cobarde). Pero Francisco en ese momento no pensó en esas cosas, en su corazón había demasiada paz. No le importó el “¿qué dirán?”.



Y acá empieza otra historia, la del “Pobre de Asís” (como lo empezaron a llamar). Francisco fue haciéndose cada vez más amigo de los pobres y de la Pobreza, más tarde de los leprosos (que tanto asco le producían antes). Cuentan que si había un leproso en su camino, prefería hacer varios kilómetros más y rodear el lugar para no pasar NI cerca. En cambio ahora Francisco pasaba largos ratos con sus amigos los leprosos, los cuidaba y lavaba sus heridas.

Enamorado de la naturaleza Francisco recorría Asís mientras profundizaba en su camino de santidad. Un día encontró una capillita totalmente destruida en el medio del bosque y entró a rezar. Había sólo una cruz, la cruz de San Damían (como la que está acá en Pascua, te invito a que después la mires bien). Rezó un largo rato como era su costumbre. Y este es uno de los momentos más importantes en la vida del Santo, una vez más el Señor le habló, le dijo:

“Francisco ¿No ves que mi casa amenaza ruina? Corre y trata de repararla!”

Francisco miró a su alrededor y vio que efectivamente la capilla se estaba derrumbando, entonces rápidamente comenzó a levantar las paredes y la reparó. Con el tiempo fue haciendo esto con todas las que encontraba por su camino.

Se le fueron uniendo muchos hermanos, entre ellos varios de sus antiguos amigos con los que compartía las fiestas, hombres que atraídos por la alegría que les transmitía Francisco, la alegría de vivir de la mano del amor, la paz y la pobreza dejaron TODO para seguir a Jesús.

Cuando eran unos doce, fueron a presentarse ante el Papa (que en ese momento era Inocencio III) para que este aprobara su forma de vida.

Los cardenales lo creían loco y soñador. En ese momento la Iglesia tenía muchísimo poder, tanto político como económico, y no entraba en la cabeza de estos que Francisco quisiera vivir sin nada, sin ninguna propiedad, ni siquiera siendo dueño de su propia pobreza!!! Francisco quería vivir al pie de la letra el Evangelio. Iba por los caminos sin oro, ni plata, ni dos túnicas. Y en esto contribuyó con la Iglesia, a esto se refería el Señor cuando le habló aquel día en la capilla, no quería que reconstruyera la Iglesia cual albañil, sino que con su vida demostrara una forma de seguir a Jesús que en ese momento no se concebía y escandalizaba.

Él decía que había quienes estaban en la Iglesia para defender el Evangelio, como los intelectuales, para imitar a Cristo Doctor y Maestro; pero que ellos estaban para VIVIRLO e imitar a Cristo Pobre y Humilde.

Nosotros también estamos llamados a ser santos y a escandalizar con nuestra vida. Por ejemplo, cuando les pregunten ¿Qué hicieron en Semana Santa? Y ustedes digan que fueron a un retiro en vez de irse de vacaciones, SI que se van a escandalizar a los que los escuchen. O imaginen la cara que puede poner su mamá si descubre que un día tendieron la cama, pusieron la mesa o lavaron los platos!
Cada uno debe descubrir qué tiene para dar a la Iglesia y de qué manera quiere seguir a Jesús. Quizás nos pasa a veces como a Francisco, que nos olvidamos de lo que es la Iglesia y nos quedamos con lo que se ve. ¿Te pasó? Te propongo a que recuerdes cuál era o es tu imagen de Iglesia. Pensá un ratito. ¿Te pasaba igual que a Francisco?

Y ahora descubrís que vos, sí VOS estás siendo llamando a reconstruirla Porque jesús no se vale de superhombres o supermujeres para hacer cosas buenas o incluso a reconstruir partes de su Iglesia, que es nuestra Iglesia. Y podrás preguntarte, ¿pero yo no soy cura ni monja, que le voy a dar a la Iglesia? Me alegra contarte que desde el mismísimo día de tu bautismo vos sos parte esencial y necesaria de la Iglesia de Jesús. Por lo tanto habrá que ir viendo y oyendo en el corazón qué tenés para darle a la Iglesia de Jesús que es tu y mi Iglesia. ¿Te animás a pensar un ratito y escribirlo?

Imgainate que el Señor te dice las mismas palabras que le dijo a Francisco:
“……….: ¿No ves que mi casa amenaza ruina?¡Corre y trata de repararle!”

¿Qué harías? Bueno, HACELO porque realmente Jesús TE necesita para que seas VOS quien construya, o reconstruya, si es necesario, la Iglesia. Mañana a la tarde vas a estar en casa de vuelta y con todo igualito que lo dejaste. Incluso la comunidad parroquial a la que perteneces con sus luces y sombras va a estar ahí, igual. Peo no es igual… Jesús Resucitó y esta VIVO y camina con nosotros y nos necesita para que lo anunciemos con nuestra vida más comprometida y más santa.

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