lunes, 4 de abril de 2005

Viernes a la tarde (2005)

Para empezar este desierto te propongo que te relajes un poco, tomate unos minutos antes de empezar para pensar en lo que fuiste viviendo hasta ahora. Pensá en esta Pascua Joven, como llegaste, porque viniste, que cosas fuiste descubriendo, en fin, metete adentro tuyo y busca lo que quieras, pero relajate...

Si ya estas mas tranquilo, estaría bueno que hagas una oración, que reces un Padrenuestro, que charles un poco con Dios, que le reces a la Virgen pidiéndole ayuda y poniendo este desierto en sus manos.

Bueno, me parece que ya podemos empezar. Te voy a invitar a que pensemos un poco en donde estamos parados. Estamos a viernes, hoy es el día en que Jesús va a morir. Se va a entregar en la cruz para salvarnos. Vamos a tratar de encontrar aquellas cosas que necesitamos entregarle, aquellas cosas que queremos ofrecerle para que se lleve en la cruz. Obviamente esto no va a ser tarea fácil. Vamos a tener que “meternos” dentro de nosotros mismos y examinarnos un poco (bastante). Y me gustaría que empecemos a mirar un poco a este Jesús misericordioso que nos ofrece su perdón, a este Jesús que en el trabajo en grupos de la tarde nos decía que era “el pan de vida, la luz del mundo, la puerta, el Buen Pastor, la resurrección, la Verdad y la Vida, el camino, la vid”, pero aun así, se entrega para salvarnos.

En este desierto vamos a ir haciendo un “examen de conciencia”, como te decía antes vamos a mirar un poco nuestro interior y buscar lo que tenemos que entregarle a Jesús para que muera y resucite con él. Primero quiero que leamos un pasaje muy cortito del Evangelio:

“8 Si tu mano o tu pie son para ti ocasión de pecado, córtalos y arrójalos lejos de ti, porque mas te vale entrar en la Vida manco o lisiado, que ser arrojado con tus dos manos o tus dos pies en el fuego eterno. 9 Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo y tiralo lejos, porque mas te vale entrar con un solo ojo en la Vida que ser arrojado con tus dos ojos en la Gehena del fuego”. (Mt 18, 8-9).


Bueno, en principio puede sonar un poco duro, ¿no? Uno puede quedarse con lo que dice el pasaje al pie de la letra, pero si fuese así deberíamos ver cuerpos mutilados caminando por la calle constantemente y ¿cuántos de nosotros lo estaríamos? ¿no?

Pero no te asustes, te voy a invitar a que lo veamos de una manera distinta. Mira, yo estoy seguro de que el Señor sabe que nuestro cuerpo NO es el motivo del pecado, el sabe perfectamente que el motivo y la raíz del mal es algo que tenemos que combatir desde nuestro interior. El Señor nos dice esto porque el sabe perfectamente que ni tu mano ni tu pie pueden ser ocasión de pecado, la ocasión de pecado esta en nuestro interior. El sabe que tu ojo no es motivo de pecado, el motivo es otro y lo tenemos que descubrir para poder entregárselo. Míralo de esta manera, tan confiado está Jesús de eso que te hace una propuesta o mejor dicho, un desafío. Nos dice que si descubrimos el pecado en alguno de las partes de nuestro cuerpo, que la arranquemos y la alejemos lejos de nosotros. ¿Por qué? Porque sabe perfectamente que no lo vamos a tener que hacer, sabe perfectamente que lo que tenemos que arrojar lejos de nosotros es el motivo que nos lleva a pecar y, de nuevo, eso esta en nuestro interior. Cuando caemos en la tentación del demonio es porque hay algo dentro nuestro que necesita ser reparado. Y es eso lo que te estoy invitando a descubrir, es eso lo que tenemos que entregarle a Jesús hoy para que se lleve en la cruz. Es a eso a lo que tenemos que morir y volver a resucitar.

Un gran santo dijo “que el diablo quita la vergüenza para pecar… y la devuelve aumentada para pedir perdón…” No caigamos en su trampa.

Para hacer este examen de conciencia quiero que vayamos analizando un poco los “Yo Soy” de Jesús, esos mismos que fuimos trabajando en grupos, pero ahora, personalmente. Vamos leyéndolos, meditando las preguntas y anotando todo lo que tengamos que anotar. Leelo muy tranquilo y examiná tu interior, esto es un examen de conciencia.


“Yo soy el pan de vida. El que viene a mí nunca tendrá hambre” (Juan 6,35)

El pan que nos da Jesús es el verdadero pan del Cielo. ¿Soy consciente de que Dios esta realmente presente en la Eucaristía? ¿Lo veo realmente ahí presente? Muchas veces le pedimos a Dios que se nos manifieste de la manera que nosotros querríamos, que nos vaya bien en el colegio, que cambie a mis padres, a mi hermanito, a mis profesores. Para él esto no es nada nuevo, ya en la Cruz le decían que baje para demostrar que era el Hijo de Dios. ¿No seria mejor que cambiásemos nosotros para verlo presente en la Eucaristía como hicieron los discípulos de Emaús? ¡¡Vayamos al Señor!! Estamos en el año de la Eucaristía, recibámoslo, mantengámonos en su cercanía para comulgar y saciar nuestro hambre espiritual. ¿Que es lo que YO tengo que cambiar dentro mío para poder verlo? ¿La soberbia? ¿Acepto correcciones de los demás? ¿Hay alguien con quien tenga que reconciliarme? ¿Cumplo los preceptos? ¿Me acerco a Dios en la oración para alimentar mi vida espiritual?


“Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá luz y vida” ( Juan 8,12)

¿Sigo a Jesús como corresponde? ¿Es El la luz que me guía? ¿Soy yo la luz en el camino de aquellos que lo necesitan? Hay mucha gente que esta en tinieblas, algún compañero del colegio, alguien de mi propia familia. ¿Actúo yo de manera de ser constantemente la luz en sus caminos? ¿Llevo una vida coherente con mis creencias cristianas? Nuestra religión es una religión de Vida, de perdón. Anunciamos la victoria de Jesús sobre la muerte y el pecado y por eso debería ser una religión de alegría. ¿Vivo constantemente con una sonrisa o mas bien contagio tristeza? ¿Cómo soy cuando estoy en grupo? ¿Me dejo llevar, me “masifico” y hago TODO lo que hacen los demás para no quedar como el “raro”? ¿O me mantengo firme como una luz que no se apaga? ¿Me mantengo firme en mis creencias sin ninguna vergüenza aun cuando todos están en mi contra?


“Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas” ( Juan 10,11)

El señor nos conoce como un pastor conoce a sus ovejas y nos manifiesta su amor muriendo por nosotros. ¡Un pastor que muere por sus ovejas! ¿Le ofrezco yo a Dios mi vida? ¿Cuándo me alejo de él me siento perdido, trato de volver rápido? ¿Se que lejos de El soy como una oveja sin pastor que se pierde? Debemos encontrar a Dios para encontrar la felicidad, porque El nos conoce, nos ama y sabe lo que es mejor para nosotros. Es como si nos dijese: “Los que me aman me obedecen. Porque el que no ama la verdad es que todavía no la conoce”. También nos dice: “Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy vida eterna”. El también es La Puerta, ¿Soy consciente de que solo entrando por El voy a encontrar la vida eterna? Sus ovejas encuentran pastos siempre verdes que no son mas que el gozo y la alegría del paraíso, ¡su propia presencia! ¿Busco yo esos pastos? ¿O me dejo seducir por falsos ídolos (alcohol, vicios, placeres materiales, etc.) creyendo encontrar en ellos la felicidad? Busquemos mas bien los bienes celestiales, el amor al prójimo, la ayuda al pobre, invitar o acompañar a aquel compañero que siempre queda solo. “No nos dejemos seducir por la prosperidad, ya que sería un caminante insensato el que, contemplando la amenidad del paisaje, se olvidara del término de su camino”. Dios es el Buen Pastor, no nos alejemos de El, porque solo El nos lleva por caminos de verdadera felicidad y paz.


“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Juan 14,6)

Cuando Jesús habla de “la casa del Padre” y dice que va a prepararnos un lugar y Tomás le pregunta cual es el camino, nos dice que El es el Camino, la Verdad y la Vida. Porque nadie va al Padre sino es por El. Y mas aun, el que va a El, va al Padre. Entonces, sabiendo esto: ¿Vivo constantemente en la verdad, sabiendo que ahí encontraré al Padre? ¿Le miento a mis viejos para poder hacer lo que yo quiera? ¿Miento en el colegio para zafar? ¿Les miento a mis amigos? ¿Le miento a mi novia/o? ¿Me miento a mi mismo creyendo que voy a encontrar la felicidad en placeres terrenales? ¿Cumplo con mis obligaciones y compromisos? ¿Soy responsable en el estudio? Solo si seguimos el ejemplo de vida de Jesús podremos alcanzar al Padre, porque El es el camino al Padre. ¿Vivo según las enseñanzas del Evangelio? ¿Estoy dispuesto a seguir a Jesús sabiendo que solo así seré feliz?


“Yo soy la vid y ustedes las ramas. El que permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto, pero sin mi no pueden hacer nada” ( Juan 15,5)

Vos, yo, todos somos sarmientos vivos en la Iglesia, ¡somos sarmientos cargados de frutos! En la Iglesia estamos en comunión vital con Cristo que es la Vid. Dependemos de la vid, no somos autosuficientes, ahí encontramos nuestra fuente de vida. En el bautismo fuimos injertados en Cristo como las ramas a la vid. Ahora, ¿Vivimos la realidad de nuestro bautismo profundizando nuestra comunión con el Señor obedeciendo su palabra? ¿Soy instrumento para acercar a la Iglesia a aquellos que están alejados? ¿Permanezco en Cristo y lo dejo permanecer a El e mi? ¿Es Jesús la motivación de mis actos?

Los hombres tenemos muchas cosas buenas, es mas, somos buenos por naturaleza, todo hombre busca constantemente el bien, pero al mismo tiempo la presencia del mal en nuestra vida es real, tenemos defectos y, a veces, nos inclinamos al mal. San Juan dice que "si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, fiel y justo es El para perdonar nuestros pecados y purificarnos de toda injusticia. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos mentiroso y su palabra no está en nosotros" (1 Jn 1,9-10). La confesión es por eso un sacramento importantísimo. “El reconocimiento de nuestros errores es el primer paso de la conversión. Sólo quien reconoce que obró mal y pide perdón, puede cambiar”. Después del pecado nuestra vida es distinta, “solo Dios puede renovarla con su perdón. Pero respetó nuestra libertad y el único requisito que exige es que nosotros queramos ser perdonados: es decir, rechacemos el pecado cometido (esto es el arrepentimiento) y queramos no volver a cometerlo. ¿Cómo nos pide que mostremos nuestra buena voluntad? A través del gran regalo de la confesión”.

Para ir terminando me parece que seria bueno recordar dos grandes confesiones del Evangelio. Como dice Louis Evely en un libro suyo, una de estas confesiones es la de Judas. Sí, aunque te parezca raro, Judas también hizo su confesión después de entregar a Jesús. También el entró dentro de sí mismo, pero el pobre no pudo salir y quedo devorado por sus remordimientos. Judas examinó su interior y se acercó al templo para hacer su confesión, le dijo a los fariseos que encontró por ahí que había pecado y les devolvió los treinta denarios cumpliendo así su penitencia. De todas formas, le resulto tan triste que se fue sin arrepentirse y terminó ahorcándose. El pobre no había sabido encontrar ninguna mirada de misericordia.

La otra confesión es la de Pedro. Acababa de negar al maestro y estaba sentado frente al fuego lleno de miedo y vergüenza cuando se encontró con Jesús. Lo vio humillado atravesando el patio de Caifás y la mirada de Jesús lo encontró: “Pedro, ¿qué pasó? ¿dónde te caíste? ¡No te quedes ahí! ¡Vamos! Yo te amo. Yo te perdono”. Así, Pedro salió de su pecado y lloró por haber caído en él pero, sobre todo, lloró por la maravilla de sentirse amado hasta tal punto. Obviamente esta última es el tipo de confesión que estamos buscando. Un padre misericordioso al cual le podemos entregar todos nuestros pecados sabiendo que el va a llevárselos a la cruz para que mueran y con su resurrección quedemos limpios. Esto es lo que Jesús nos ofrece, esto es lo que nos dice en cada uno de los “Yo soy”. Tenemos que buscar las cosas que queremos entregarle, para que el se las lleve a la cruz y nos diga, como le dijo a Pedro, “¿En que te habías metido? Salí del pecado, entregame tus faltas que yo me encargo de eso. ¡Dale, salí de ahí! ¡Yo te amo! ¡yo te perdono!”

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