martes, 5 de abril de 2005

Sábado a la mañana (2005)

Somos una comunidad convocada por Jesús

Para empezar este desierto te doy un consejo: cerrá un rato los ojos, sentate cómodo y tratá de transportarte mentalmente a aquel primer sábado santo. Los textos bíblicos nos dan pocos datos a cerca de este día, pero podemos con la imaginación, con la ayuda del Espíritu Santo, acompañar a los discípulos de Jesús y vivir con ellos este día. Pedile al espíritu Santo que te ayude, que inspire tu imaginación y te acompañe en este desierto. Decíle varias veces, lentamente:”ven Espíritu Santo”...”ven espíritu Santo”...

Pensá, hoy es sábado por la mañana: ayer acabamos de enterrar a Jesús. Lo hemos visto padecer injustamente la muerte en cruz, su cuerpo destrozado reposa ahora en un sepulcro. Y si a Jesús lo mataron, van a perseguir también a aquellos que se dicen sus discípulos suyos y hablan de él.

Estás con los discípulos a puertas cerradas por miedo a los judíos, por temor a que te descubran discípulo de Jesús. Cada uno está callado, pensativo, angustiado: la mayoría se enteró de oídas lo que le había pasado a Jesús, habían huido cuando empezó todo, lo habían abandonado en su pasión. Seguramente escucharán con dolor los relatos de Juan, de María Magdalena, de María , su madre, que estuvieron con él camino al Calvario, al pie de la cruz, cuando lo sepultaron.

Más de uno pensará :”¿y ahora qué?”. ¿Por qué si Jesús se pasó sanando gente, haciendo el bien, anunciando el Reino de Dios, lo terminan matando? ¿Qué sentido tiene todo ahora?

Nosotros, que nos decíamos discípulos suyos, lo abandonamos y ahora estamos acá, encerrados, sin saber ni para donde ir, muertos de miedo...

Este grupo de discípulos a los que Jesús llamó y los invitó a vivir con él y los envió a predicar y a sanar, está prácticamente desarmado: algunos se fueron a Emaús, Pedro (la cabeza del grupo) negó conocer a Jesús, Judas lo entregó y se suicidó... y todos lo dejamos sólo en su momento de mayor sufrimiento. Han comprobado su extrema fragilidad, su poca fe, su pecado y no se creen ya capaces de nada.

Estos hombres son la primera comunidad que convocó Jesús, los que fueron pilares de la Iglesia. Los hombres – y mujeres- que hoy formamos la Iglesia (vos también) somos iguales: increíblemente frágiles y pecadores, que constantemente abandonamos a Jesús, o lo negamos, o lo entregamos o tenemos miedo a mostrarnos como discípulos suyos. No obstante seguimos siendo llamados por él y nosotros queremos seguirle.

Nuestra fortaleza está en una compañía: nuestra Madre María. Ella está en medio nuestro y nos alienta a seguir esperando, confiando aunque a ella misma la inunda el dolor, la paz y la esperanza se pueden ver en sus ojos. Jesús nos la dejó como Madre Nuestra al pie de la cruz. Y aquí está, cuidando de todos sus hijos, rezando por cada uno, para que seamos fieles discípulos de su Hijo. Su fe inquebrantable nos hace pensar que no está todo dicho, que la muerte no tiene la última palabra, que hay que esperar...

Y hay una promesa, unas palabras de Jesús que quedaron gravadas en nuestro corazón: “Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin de la historia”.

Así empezó la Iglesia, con este grupo de discípulos, hoy estamos otros: vos, yo, el papa, los sacerdotes, los misioneros...¡ tanta gente!. Pero los hombres seguimos siendo iguales.

Te transcribo algo que a mí misma me ayudó a entender (un poquito) este misterio:
“El otro día un amigo mío escribió:”dejo la iglesia, porque con su comprensión para con los ricos, no se la puede creer”. O es un sentimental que no tiene experiencia – y le excuso-, o es un orgulloso que cree ser mejor que los demás, más digno de crédito que los otros. San Francisco gritaba:” tú me crees santo y no sabes que puedo tener aun hijos con una prostituta si Cristo no me sostiene”.

La credibilidad no es propia de los hombres, sino de Dios y de Cristo. Lo propio de los hombres es la debilidad, o la buena voluntad de hacer algo bueno con la ayuda de la gracia, que brota de las venas invisibles dela Iglesia visible.

¡La Iglesia de Cristo es un misterio!

Tiene el poder de darme la santidad y está fabricada – toda ella- desde el primero al último, de pecadores únicamente. Tiene la fe omnipotente e invencible de renovar el misterio eucarístico, y está formada de hombres que caminan en la oscuridad y que se debaten todos los días con la tentación de perder la fe. Es portadora de un mensaje de pura transparencia y está encarnada en la turbulencia del mundo.

Habla de la dulzura del Maestro, de su no violencia y a lo largo de la historia ella misma la ha ejercido. Transmite un mensaje de evangélica pobreza y sin embargo busca aliarse con ricos y poderosos. Es inútil querer buscar otra cosa en la Iglesia que no sea este misterio de infabilidad y fabilidad, de santidad y pecado, de debilidad y valor, de credibilidad y no credibilidad. El hombre (nosotros) es tal como lo presenta la Iglesia, con su maldad y al mismo tiempo con su invencible coraje que la fe en Cristo le ha dado y le hace vivir con la caridad de cristo.

Cuando era joven no entendía porqué Jesús, pese a la negación de Pedro, quiso hacerle jefe, sucesor suyo y primer papa. Ahora ya no me sorprendo y entiendo cada vez mejor que haber fundado la Iglesia sobre este hombre era como una advertencia continua para mantener a cada uno de nosotros en la humildad y en la conciencia de la propia debilidad.

No, no salgo de este Iglesia fundada sobre una piedra tan débil porque llegaría a fundar otra sobre una piedra todavía más débil que soy yo. Por otra parte ¿qué importan las piedras?. Lo que vale es la promesa de Cristo y el cemento que une estas piedras que es el Espíritu Santo. Solamente el Espíritu Santo es capaz de hacer la Iglesia con piedras mal talladas, como somos nosotros. Sólo el Espíritu Santo puede mantenernos unidos a pesar de la fuerza centrífuga que nos suministra nuestro orgullo sin límites.

Yo, cuando oigo protestar contra la Iglesia, contra el obispo, el papa como personas, estas protestas se refieren también a mí porque me veo en la misma barca, en la misma familia, consanguíneo de pecadores matriculados y pecador yo mismo. Y cuando protesto contra mí mismo me doy cuanta de lo difícil que es la conversión.
No, no está mal protestar contra la Iglesia cuando se la ama, el mal está en criticarla desde afuera, como los puros. No, no está mal lanzarse contra el pecado y las cosas feas que vemos, el mal está en cargárselas a los otros y en creernos inocentes, mansos, pobres.

Este es el mal.

La credibilidad de la Iglesia está en el hecho de que, no obstante 2000 años de pecados cometidos, ella ha conservado la fe y que cada sacerdote pronuncia sobre el pan “esto es mi cuerpo” y nos da así a nuestro Maestro y Señor, Jesús..

La credibilidad está en el hecho de que, pese a nosotros, después de 20 siglos de luchas, divisiones y tentaciones, somos aun un cuerpo vivo y una sociedad de plegaria y de gracia y las palabras de Jesús:”las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella” las sentimos hoy como dramática realidad y como anclamiento auténtico.

Los motivos de credibilidad son que la compasión de Cristo sigue aquí en la tierra con sus santos, los mártires y con los cristianos que no obstante ser imperfectos, aman verdaderamente a Cristo y están unidos a él y forman una sola cosa con él y hallan en el seno de la iglesia el único ambiente capaz de hacer presente al Divino Maestro y sentirlo vivo a través de su Palabra.

Es un hecho que se trata de un misterio.
Como Pedro decimos:”¿a dónde iremos?, sólo Tú tienes palabras de vida eterna”. Palabras dirigidas a Jesús, a su Iglesia, a mi iglesia, tu Iglesia... Sí, la credibilidad de la Iglesia está en que Jesús se quedó en ella todos los días hasta el fin de los tiempos” (Carlo Carreto, “Mañana será mejor”).

No hay comentarios:

Publicar un comentario