lunes, 2 de abril de 2001

Jueves a la tarde (2001)


“Proyecto de Vida”

 

Una de las características que tienen los desiertos es que son silenciosos. Por lo tanto para poder hacer este desierto te voy a pedir que puedas cerrar los ojos y tomarte unos minutos para hacer silencio. (si te ayuda imagina que estás solo/a en un lugar. Puede ser un campo, el mar, un desierto, lo que quieras).

Ahora, ya más tranquilo vamos a empezar a dialogar. Supongo que alguna vez, o muchas veces te habrás peleado con alguno de tus padres. Que tenés que estudiar más, que llegaste más tarde de bailar, que te quedaste a dormir en lo de algún amigo/a y no avisaste. Muchas razones pueden haber. ¿Te preguntaste alguna vez, porqué “rompen” tanto?...La típica respuesta es porque quieren lo mejor para sus hijos, quieren que seamos felices, etc...

Estas justificaciones a veces tienen mucho de cierto. Un buen padre quiere, ama a su hijo. Y por lo tanto quiere ayudarlo a que su hijo sea feliz. Nuestros padres muchas veces se podrán equivocar, porque errar es humano. Peor el único Padre que no se equivoca es Dios. Dios sabe cómo podemos ser felices. Porque por amor nos creo y nos dio una vida. Y tiene pensado para cada uno de nosotros en particular un proyecto de vida que nos va a hacer felices.

¡¡¡OJO!!! Él no quiere que vos seas médico, que tu vecino ingeniero y que tu hermano sea empresario. Tiene pensado algo mucho más grande para nosotros.

Primero: Uno de los grandes regalos que nos dio fue la libertad. La libertad para elegir. ¿Sería un Buen Padre si nos hubiera obligado a amarlo?

No, por lo tanto queda en nosotros conocerlo cada vez más, y tratar de aprender de su amor.

Segundo: Sabiendo que somos libres, nosotros decidimos qué es lo que queremos hacer de nuestras vidas. Qué queremos estudiar. Si queremos trabajar en tareas pastorales. Si queremos crecer en la amistad. Si nos abrimos a las demás personas o no. Si vamos a formar una familia, etc...

Sabiendo ahora que tenemos ese regalo tan especial que es la libertad, y todas las oportunidades que tenemos para decidir cuál va a ser nuestro camino, leamos la parábola del Hijo Pródigo:

  

Jesús dijo también: "Un hombre tenía dos hijos.

El menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte de herencia que me corresponde". Y el padre les repartió sus bienes.

Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa.  Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno e los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. El hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.

Entonces recapacitó y dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre!". Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti;  ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros".  Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo".

Pero el padre dijo a sus servidores: "Traigan enseguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies.   Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos,   porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado". Y comenzó la fiesta.

 El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso.  El le respondió: "Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero y engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo".  El se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara,  pero él le respondió: "Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!".

Pero el padre le dijo: "Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo.

Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado". (Luc 15:11‑32)

 

¿Qué te pareció? ¿Qué conclusiones podés sacar?

Lo que yo veo en esta lectura es lo siguiente. El Hijo pidió lo que le correspondía de la herencia y se fue. Obviamente le fue mal en su viaje. Pero ¿no le podría haber ido bien? Si usaba la plata que tenía para cosas importantes, si conseguía un buen trabajo, etc. ¿No le podría haber ido bien? Puede que si, puede que no. Nosotros mismos podemos, y de hecho muchas veces, tomamos la determinación de “viajar” en esta vida lejos de Dios. Sin tenerlo en cuenta. Nos puede ir bien, nos puede ir mal. Pero para qué vamos a elegir otro camino que no sea el que nos lleve a Dios si sabemos que nos va a hacer felices. Si sabemos que en Dios somos felices, ¿para qué “viajar”, para qué alejarnos?

Hay muchas veces que la decisión de “estar lejos de Dios” está más bien impulsada por otros factores (amigos, muertes, desesperanzas, falta de fe, desmotivación). Es justamente LA ORACIÓN, lo que nos carga las pilas, lo que nos mantiene fieles a Dios, lo que nos renueva día a día la fe.

Acordate de la Madre Teresa. Acordate como vivió, cuánta sería la fe que tendría que era capaz de tratar a todas las personas como si fueran Jesús mismo. Su único secreto, el más fuerte, era LA ORACIÓN. El diálogo constante con Dios le daba fuerzas para hacer cosas increíbles, dio su vida por toda aquella gente.

Ahora, cuidado. Dios no quiere que nosotros decidamos qué hacemos de nuestras vidas, y a la vez recemos y seamos buenos “cristianos”. Dios, como Padre que es, quiere que lo tengamos en cuenta. Pero no como un capricho, por algo no nos obliga. Quiere que lo tengamos en cuenta siempre porque Él sabe cual es el camino que nos va a hacer realmente felices.

Lo que nos puede llegar a pasar es que nos confundamos. Que estemos haciendo las cosas bien y nos quedemos en eso. Pero estaríamos perdiéndonos de lo que Dios nos preparó para ser felices. Como si al Hijo Pródigo las cosas le hubieran ido bien. Quizás terminaba consiguiendo un trabajo, formando una familia, todos felices; pero se perdía todo lo que su Padre tenía para darle.

Vos me podrás decir: pero se casó, tuvo hijos y fue feliz. Te contesto: si, pero es una parábola simplemente. Lo que quiero que veas es que si no le damos lugar a Dios en nuestra vida, quizás las cosas nos salgan relativamente bien. Es decir que logres lo que vos siempre quisiste, pero te estarías perdiendo lo que Dios preparó para vos, que es mejor. Quien sino Dios sabe lo que nos haría felices.

Todo esto que estuvimos hablando fue de la voluntad de Dios, de que seamos felices.

La voluntad de Dios, es el Bien Común.

¿Qué es esto del Bien Común? Simplemente que todos podamos ser felices. Según lo que estuvimos charlando quien es capaz humildemente de dejar que Dios entre en su vida y la guíe va a alcanzara la felicidad.

Ahora vamos a hacer un ejercicio:

 

1.- ¿Querés ser feliz?         SI                NO

2.- ¿Creés que todas las personas quisieran ser felices?    SI             NO

3.- Ahora tratá de acordarte de todas las personas que rodean tu ambiente cotidiano, y pensá cuántos conocen a Dios y cuántos no.

4.- Tratá de pensar cuántas personas en el mundo, de los millones y millones que hay no conocen a Dios y tratá de poner una cifra.


¿Cuántos no? ¿Te sorprende? Qué dichosos que somos realmente de conocerlo, no te parece? Tomate unos minutos para pensar esto que charlamos y agradecerlo.

Ahora para ir terminando, tratemos de describirnos. Pero no físicamente, tratemos de encontrar todas esas debilidades y fragilidades que no nos permiten abrirle la puerta a Dios.

Pensá que quizás vos tenés muchas de esas cositas que no permiten que le abras la puerta. Quizás el chico/a que está cerca de ti tienen menos que vos, y quizás otro que está haciendo el desierto y no lo ves tiene casi muy pocos. Bueno, no te desalientes. Los discípulos mismos que acompañaron a Jesús tenían muchas de esas cosas. Eso no te impide acercarte a Dios. Aún con estas cosas tenemos que animarnos a abrirle la puerta a Dios. No tengas miedo. Él es tu Padre y te ama. Lo único que quiere de vos, su hijo, es que te pongas es sus brazos, que seas feliz.


En el sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María.  El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo".

Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el Ángel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido.  Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; 

él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin". María dijo al Ángel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?". El Ángel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios".

María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho". Y el Ángel se alejó.


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