viernes, 3 de abril de 2015

Viernes Santo a la tarde (2015)

Primero, antes de empezar, acordate de buscar algún lugar cómodo, lejos de tus amigos y de las cosas que te puedan llegar a distraer, ¡pero no tan cómodo como para que te quedes dormido! Los días cada vez se hacen más largos y pesados, así que necesito que aproveches este tiempo para reflexionar, pensar y más que nada para rezar. Para esto ofrecemos en sus manos este tiempito poniéndonos en presencia de Dios: 

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

¡Empezamos! Estaría bueno que hagas un resumen en tu cabeza de todo lo que fuiste viviendo en el día de hoy. Pensá en algo concreto que te haya gustado mucho, o que simplemente te haya llamado la atención. Te ayudo: la Celebración de la Cruz, la representación, las palabras del Obispo... Volvé al desierto del viernes a la mañana y a esa cruz que tanto te cuesta llevar… ¿Listo? ¡Muy bien!

Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?Mas esto decían tentándole, para poder acusarlo. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra. Él inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra.Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando por los más viejos; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio.Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.”

“Ni yo te condeno” ¿Te suenan esas palabras? Recordá la dinámica que acabaste de hacer. Para eso estaría bueno que escribas lo que dijiste con tus propias palabras:

“No me condenes por______________________________________________
____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________


Profundicemos un poco más… Veamos un poco lo que es una condena... Tal vez la podemos imaginar como aquello que nos ata, y que no nos deja ser libres. Si pensamos un poco más, vemos que hay dos tipos. Vayamos a la primera: se trata más de las condenas que no elegimos porque nos la impone el otro. Por ahí la escribiste ahí arriba. Por ahí también la pusiste como una de tus cruces. Son más conocidas como las “etiquetas” que tenemos. Por ejemplo, te pueden tener de rugbier, de gordo, de flaca, de fracasado en el colegio, o de inútil, irresponsable en tu casa.

¿De qué te etiquetan? ¿Estás orgulloso de esta etiqueta/condena? ¿Realmente te define y te dice ser quien sos? ¿Cómo te sentís con eso?
____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________


Te estarás preguntando qué puedo hacer con esta condena/etiqueta. Y yo te pregunto: ¿Qué haría Jesús? Aún siendo acusado como un ladrón, se mantuvo en silencio. No porque tuviera miedo, sino porque Él sabía perfectamente quién era (nada más ni nada menos que Dios) y no hacía falta responder ante tanta mentira. Siguió siendo fiel a sí mismo, a su misión y no se traicionó. Y esta etiqueta ¿Te condiciona? ¿Sos fiel a vos mismo? ¿Buscas ponerte “otra” que tampoco te define o intentas escapar de la opinión de los demás?
____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________


Tal vez te estén condenando injustamente, como Jesús que fue tomado como un criminal. O por ahí hiciste algo y te estén castigando por eso, como la mujer adultera. Pero en ambos casos vemos algo en común: tanto Jesús, como hasta la misma mujer, son muchísimo más que su etiqueta. ¡Vos sos mucho más que tu etiqueta! ¡Tenes la dignidad de ser Hijo de Dios!

Ahora te propongo algo que suele ser muy difícil. Que pongas una lista con todas aquellas cosas buenas que definen tu persona. Aunque seamos valiosos ya por el hecho de existir, Dios nos regaló muchas cosas para compartir y que nos hacen recordar que fuimos hechos para darnos.
____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________


Uno no puede compartir a Dios si previamente no lo conoció. Así también pasa con el perdón: no se puede perdonar si antes no tuviste la experiencia de sentirte perdonado.  ¿Te acordás de la dinámica? Antes de decirle al otro que no lo condenabas te tuvieron que decir a vos primero que no te condenaban. Y es que cuando uno siente esa caricia del perdón y liberación, inmediatamente quiere compartirla e intenta dejar de condenar, dejando de lado todos los prejuicios que puede llegar a tener de la otra persona.

“Jesús no te condena, yo tampoco”. ¿A quiénes condeno/etiqueto generalmente? ¿A qué persona de tu día a día tendrías que decirles esas palabras?  ¿Por qué no te animás a escribirlas? 
____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________


Y si, muchas veces somos nosotros los que nos ponemos a condenar a los demás. Nos creemos jueces, como limpios de todo pecado y con injusticia catalogamos a una persona con una palabra, muchas veces para humillarla y hasta lo hacemos por sus espaldas. Y a veces en la vida nos olvidamos que a los primeros que tenemos que analizar es a nosotros mismos ¡Cuánto más necesitamos de eso y qué tan inútil se hace hablar mal de otros! Te invito a que si esta persona se encuentra en el retiro te acerques y le digas un “¡Perdón! ¡Yo no te condeno!”

Hablando un poco más de mirarnos a nosotros mismos, e ir dejando un poco de lado nuestras etiquetas, vayamos al otro tipo de condena. Se trata de las condenas que también nos atan y no nos dejan ser nosotros, aunque a veces cuesta mucho darse cuenta. La diferencia está en que es una condena que elegimos nosotros mismos. Fijate lo que Jesús le dice a la mujer al final de todo... ¿No estará exagerando un poco? ¿No pecar más? ¡Si soy humano! ¿Y por qué le dice esto?

Podemos llegar a ver esto de dos formas: la equivocada, que Jesús le dice esto porque sí, como una orden sin sentido y que sólo quiere que cumpla con “no hacer cosas malas y ser buena persona”, o de la forma correcta, que es una invitación de alguien que se preocupa verdaderamente del bien de ella y que nace de su amor. Jesús no sólo la libera de la condena de los fariseos, sino también (y más importante) la quiere liberar del pecado.

¿Y por qué el pecado nos condena? Porque como dije antes, esto nos ata, y nos aleja de la mejor versión que podemos dar de nosotros mismos. Fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios, y esto se hace amando con la misma medida que Jesús amó. Cuando nos “traicionamos”, cuando hacemos actos que están lejos de amar, que buscan encerrarnos en nosotros mismos y no nos hacen ver al que está al lado, podemos darnos cuenta que, si bien podemos encontrar una felicidad pasajera, terminamos igual o más vacios que antes. Esto no sólo nos hace sentir mal, pesados, o angustiados quizás, sino también nos aleja de Dios, y nos perdemos de la oportunidad de estar cerca de Él, que es el Único que puede verdaderamente darnos VIDA.

Pero hay una realidad que no se puede ignorar.  ¿Que deje de pecar? ¡Me están pidiendo un imposible! Y sí, ¡es verdad! Pero tranquilo, ¡hasta los más santos pecaron, y se mandaron hasta de las peores! Es ahí cuando entra la el gran perdón de Jesús: Yo no te condeno. Te doy otra oportunidad para volver a empezar y volver al camino. Te pido que pongas tus pecados y todas aquellas cosas que no te enorgullecen de tu persona para que en mi cruz les de muerte y te transforme. Te regalo mi misericordia, mi perdón.

De todos estos actos que no nos enorgullecen. ¿A qué le quiero dar muerte hoy en la cruz de Jesús para que las transforme? ¿Qué cosas (que yo elijo) no me dejan dar lo mejor de mí? 
____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________


Duro ¿no? ¡Cuántos errores tenemos todos! Igual te vuelvo a recordar una cosa importantísima: Jesús no te condena. Él ansía más que nadie que no vuelvas a caer. Y aunque por ser imperfectos vamos a volver a caer miles de veces, la clave y el gran desafío está en ver que, con su perdón, siempre podemos LEVANTARNOS. Mil veces vamos a caer, pero mil veces Jesús me va a perdonar y a ayudarme a levantarme. Y lo más importante NUNCA me va a condenar. Nada que haga o pueda hacer me condena.

Jesús confía más que nadie en que Vos podes dar lo mejor. ¡Para esto dio su Vida, para que lo tomes de ejemplo y la des también! Por ahí escuchaste alguna vez que en su cruz llevaba nuestros pecados... (seguramente te entró por un oído y se te fue por el otro)... Así como vos tenés que cargar con la cruz que pensaste hoy a la mañana, en la cruz de Jesús, en su corazón, está el peso de todas las veces que nos destruimos a nosotros mismos y a los demás. No porque quiere que te sientas culpable, ¡sino porque te Ama! y no hay nada que puedas hacer para que te ame menos. Sí, leíste bien. Ahí va de vuelta: NO HAY NADA QUE PUEDAS HACER PARA QUE DIOS TE AME MENOS.

Siempre te va a esperar con los brazos abiertos. Porque quiere más que nadie que te salves, que estés cerca de Él. Que te libres de todo eso que no te hace verdaderamente FELIZ. Es así, que nos ofrece cargarlas para dar muerte a todo eso y principalmente, para que resucitemos con Él.


“Él me amó y se entrego por mi”

Antes de que te vayas a tu grupo te propongo dos cosas:

Primero: si todavía no fuiste, que vayas a recibir el perdón de Dios en la confesión durante este retiro. ¡Aprovechá este regalo que todavía estás a tiempo! Yo sé que a veces puede ser difícil ir, que tenés tus dudas, tus miedos. Pero te recomiendo mucho que lo hagas. Es una posibilidad única de recibir el perdón de Dios y su gracia. De encontrarte con un Dios que nunca te condena.

Segundo: te dejo una imagen y una oración para que aproveches este tiempo a solas con Jesús, así como la mujer en el Evangelio. La oración la hizo un Santo que cuando tenía tu edad era bastante fiestero, mujeriego y soberbio. Después de años de idas y vueltas pudo encontrar lo que verdaderamente le llenó el alma. Se llamaba Agustín. La imagen/obra la hizo un señor llamado Rembrandt, que tuvo una vida intensa, llena de fama y prestigio pero murió pobre y abandonado. Meses antes de fallecer, se dice que se pintó a él mismo en esta obra que nos hace recordar la escena del Hijo prodigo. Lo más interesante es que tanto Rembrandt como San Agustín buscaban lo mismo... Y todos en esta vida buscamos lo mismo. Sólo podemos encontrar eso que tanto buscamos si nos dejamos descansar y perdonar en las manos de Dios...

El regreso del hijo pródigo


NOS HICISTE PARA Ti 
(Confesiones. San Agustín) 

“Grande eres, Señor, y digno de toda alabanza.
Grande es tu poder, tu sabiduría no tiene límites.
Y este hombre, parte ínfima de tu creación,
quiere alabarte.
Precisamente este hombre,
revestido de fragilidad,
que lleva aún pegada la etiqueta de su pecado,
y es la mejor demostración
de lo que es la soberbia.
A pesar de tanta miseria,
este mismo hombre quiere alabarte.
Y eres tú mismo quien lo estimulas
a que encuentre deleite en ello.
Porque nos hiciste, Señor, para ti
y nuestro corazón está inquieto
hasta que descanse en ti.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario