lunes, 21 de abril de 2014

Desierto del Lunes (2014)

Hola ¿Cómo andás? Seguro estás un poco a mil por haber vuelto de golpe a la rutina, pero sentís también esa paz que a todos nos queda después de 5 días de estar con tantos jóvenes viviendo la fe a flor de piel y sintiéndonos tan cerca de Jesús ¿No?

Te voy a proponer que te sientes un rato y hagas un último desierto (Si te colgaste y dejaste pasar el lunes no importa ¡Nunca es mal momento para dedicarle un rato a Dios!). Buscate un lugar en el que estés cómodo y puedas alejarte un rato de todo lo que te rodea (Antes tenías todo el Marín, ahora tenés EL MUNDO, así que buscá tu lugar preferido y… ¡Empecemos!).

Podés arrancar haciendo la señal de la cruz para entrar en oración.

Un buen ejercicio para empezar es hacer una lista con aquellas cosas que aprendiste durante la Pascua, pueden ser cosas sobre vos mismo, sobre los demás, sobre como actuar, lo que vos quieras. Tomate un rato para hacer una lista, podés anotar al lado situaciones o personas que te hicieron aprender esto o que de alguna manera estén relacionadas con lo primero que escribiste. Hacela como quieras, en definitiva, la lista es TUYA. Sería bueno que al final puedas elegir un momento, una persona y una frase que quieras llevarte en especial de estos días que viviste.


¿Listo? Bueno, ahora te voy a pedir que empieces a pensar en qué situaciones, tanto de lo cotidiano como de situaciones puntuales que se den de vez en cuando, te gustaría aplicar estas cosas que aprendiste. Pensá tranquilo, nadie te apura. (Una buena idea es quedarte al final con un momento, un nombre, una frase y una actitud, para tenerlo anotado en algún lugar que tengas a la vista).

De las  que anotaste, ¿son todas buenas o agradables?, o ¿en algunas te parece que va a ser  más difícil? Es importante darnos cuenta de que a Jesús lo transmitimos todo el tiempo, ya sea con la palabra o actitudes, cuando hacemos alguna actividad en la Parroquia o estamos con nuestro amigo que piensa que estamos locos por haber ido a un Retiro de cinco días en vez de salir todo el fin de semana largo. Sí, aunque parezca una locura, podés llevar a Jesús a todos lados, al colegio, al trabajo, a jugar al fútbol o las salidas a la noche. Podemos hacer a Jesús presente cada vez que escuchamos a alguien, cada vez que damos un abrazo, o cada vez que tomamos una decisión. Por ende con un simple gesto podemos lograr que Jesús entre en el corazón de otra persona. Pero… ¿nos animamos? Pensá, en que momentos no actuás acorde a esto ¿Serían distintas algunas cosas? ¿A veces siguiendo a Jesús simplemente somos nosotros mismos, somos más auténticos?

Hablemos ahora un poco de nuestra fe durante el año, es normal que cuando volvemos de vivir algo tan fuerte estemos con muchas pilas y ganas de aplicar a nuestra vida todo esto que aprendimos o recordamos estando allá, (si fue tu primera experiencia fuerte de Fe seguro estás más sorprendido todavía, de paso ¡Te felicito por habértela jugado y haber ido a Pascua!). Pero pasa una semana, un mes y la realixad continúa: esas responsabilidades que son un faso y nos sacan tiempo y nos cansan, esas peleas que tenemos en casa, ese jefe que es insoportable, esa minita que no te bancás… miles de cosas que nos tiran un poco abajo todo esto que veníamos viviendo.  Nos puede pasar, en verdad nos pasa a todos, que en algún momento no sentimos la fe como antes, nos sentimos lejos de Jesús, y nos preguntamos qué nos pasa, si hay algo malo en nosotros, o por qué no estamos tan “encendidos” como el que tenemos al lado. ¿Te pasó esto o te venía pasando? ¿Cómo lo tomaste? Bueno, si andás con “bajones” de fe, a no desesperarse y ¡bienvenido al club! Es normal que nos pase esto de habernos sentido muy cerca de Dios, y más tarde preguntarnos por qué ya no estamos con ese “fuego” que nos queda después de una experiencia fuerte (¡y eso está buenísimo!). A veces simplemente tenemos que calmarnos un poco y capaz buscar nuevas formas de cultivar nuestra fe. Podés pensar nuevas actividades para hacer, otras formas de rezar (hacerlo de a varios siempre ayuda) o capaz nada más ser más conscientes de cómo Dios atraviesa todo lo que hacemos en nuestra vida cotidiana. No te preocupes, aunque a veces te olvides o te cuesta creer en Dios, Él siempre cree en vos.

Tomate un rato para pensar en cómo estuvo tu fe últimamente y en qué anduviste en esos momentos ¿Vivís más la fe cuando estas feliz? ¿O capaz te apoyaste más en Dios cuando las cosas no te salían cómo querías?

Es normal a veces sentir que nuestra fe está “apagada”, capaz porque necesitamos hacer un poco de silencio y empezar a ver a Dios en las cosas que pasan a nuestro alrededor. Acordate que una fe tenga altos y bajos significa que es una fe VIVA.

Para terminar el Desierto, te voy a proponer que además de todos lo que pensaste sobre comprometerte en acciones concretas y empieces a pensar en grande. Muchas veces nos quedamos a mitad de camino, pensando solo en situaciones chiquitas de la realidad en las que podemos intervenir. Esto está buenísimo, pero Jesús nos llama a algo mucho más grande, a que no nos quedemos en lo pequeño. Él vino a cambiar el mundo y para eso necesita de nuestras acciones. Pensá en María, que en su vida siempre fue simple, sencilla y servicial, pero además de esto, cuando Dios le encomendó una misión enorme, ella la aceptó y realmente se jugó por los demás (Si querés inspirarte, podés leer sobre otras personas que hicieron grandes cosas, como Don Bosco, La Madre Teresa o Mahatma Ghandi, y muchos más!) ¿Alguna vez pensaste en hacer algo muy  grande? ¿Qué cosa? ¿Creés que podés? ¿Cómo creés que podrías en el futuro usar lo que a vos te gusta hacer para beneficio del resto? Date espacio para pensar o imaginar lo que quieras, a veces esa es la mejor manera de empezar un gran proyecto.

¿Te asustaste? Tranquilo, no hace falta que YA sepas que es lo que tenés/querés hacer por el resto, pero es bueno que te lo vayas preguntando, y lo vayas rezando para empezar a ver cómo involucrarte en esta realidad en la que mucha gente sufre a diario, se dan injusticias, se vive sin amor… Está en manos de todos hacer algo para cambiar las cosas (obviamente no vas a hacer todo solo). Y no te olvides que Jesús necesita de VOS y vos necesitás de ÉL. Te dejo una oración para que vayas pensando:

Jesús, no tienes manos.
Tienes sólo nuestras manos para construir un mundo donde reine la justicia.
Jesús, no tienes pies.
Tienes sólo nuestros pies para poner en marcha la libertad y el amor
Jesús, no tienes medios.
Tienes sólo nuestra acción para lograr que todos seamos hermanos.
Jesús, nosotros somos tu Evangelio, el único Evangelio que la gente puede leer, si nuestras vidas son obras y palabras eficaces.

Espero que esta Pascua realmente haya sido un punto de inflexión, y que te haya servido tanto a vos cómo a los que te rodean, animate a comprometerte, animate a ser más, acordate que, aunque a veces no lo sientas, ÉL siempre está con vos apoyándote, y nunca te va a dejar solo.

¡GRACIAS POR COMPARTIR ESTA LOCURA, NOS VEMOS EN EL REENCUENTRO! ¡ABRAZO GRANDE EN JESÚS!

sábado, 19 de abril de 2014

Sábado Santo a la tarde (2014)

¡Hola! ¡Ya es sábado a la tarde! Este es el último desierto que vas a hacer durante el retiro; aprovechá para terminar de “decantar” todas esas cosas que quedaron resonando adentro tuyo. Te invito a que te pongas en presencia de Dios… “En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén”. Empecemos…

Recién te encontraste con distintas historias de vida. Seguramente, en el grupo estuvieron charlando bastante sobre esto, pero tomate un rato para terminar de “procesarlo”. ¿Cómo te sentiste durante esta experiencia? ¿Conocías historias parecidas? ¿Qué sentimientos te surgieron? ¿Aprendiste algo nuevo? ¿Qué te quedo resonando en el corazón?

Hoy Jesús nos invita a poner el acento en el otro, a salir de nuestro propio “yo” para encontrarnos con nuestro prójimo. La propuesta de Jesús es que miremos a los demás de una manera distinta, desde SUS ojos. ¿Cómo crees que es Su mirada? Miremos cómo fue su relación con los demás a lo largo del Evangelio de esta Pascua:

·         Jesús va a buscar a los que están apartados, se pone en “movimiento” para llegar a todos por igual. Por ejemplo, cuando fue a buscar a los pescadores que limpiaban sus redes y no se encontraban junto a la muchedumbre.
·         Está atento a las necesidades más profundas de los otros, apartándose del centro y poniéndolos como prioridad. Tiene verdaderos encuentros con los demás, los escucha y sabe que es lo que verdaderamente necesitan.  Se da cuenta que los discípulos no habían pescado nada y los ayuda.
·         Es misericordioso, está siempre dispuesto a perdonar. La misericordia de Dios se basa en su amor por nosotros; es como un Padre que perdona a sus hijos cuando éstos se equivocan. Pedro tiene miedo, porque se reconoce débil, pecador. Pero Jesús lo perdona en vez de condenarlo.
·         Confía plenamente en su Padre, sabiendo que él lo acompaña y sostiene en todo momento. Sabía que al ir mar adentro y  echar las redes, Dios iba a obrar.
·         Es el primero en confiar en el otro, en cada uno de nosotros y en enviarnos a proclamar su Buena Noticia. Al final del Evangelio, Jesús le dice a Pedro: “No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres”.

Ahora te invito a que escribas qué otras actitudes de Jesús te llamaron la atención a lo largo de esta Pascua y te gustaría imitar:

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Acordate de las puntas de la estrella que trabajaste en el desierto del jueves. ¿Cómo reaccionas ante las situaciones que se presentan en cada uno de estos ámbitos? ¿Cómo lo haría Jesús? ¿Reaccionan de la misma manera? A partir de estas actitudes que viste, ¿Crees que podrías hacerlas propias y tener una mirada distinta? A partir de ahora, trata de pensar siempre cómo actuaría Jesús, tanto en las situaciones buenas como en las malas. Él nos invita a vivir en su amor en todo momento; cuando no sepas cómo obrar, cómo actuar, acordáte del mandamiento que nos dejó: “Ámense los unos a los otros como yo los he amado”.

Jesús nos envía a llevar su mensaje de amor, alegría y esperanza a los demás.  Pero no nos deja solos, confía en nosotros y nos dice “no teman”. Cada uno  es instrumento de su amor. Quizá parezca poco lo que podemos hacer, pero si ponemos nuestra confianza en Él y dejamos que obre a través nuestro, puede multiplicar todo y “hacer nueva todas las cosas”.

Él no solo le pide a Pedro, sino a cada uno de nosotros, que seamos “pescadores de hombres”. Pero… ¿Qué significa ser pescador de hombres? El mayor ejemplo de esto fue Jesús: en primer lugar, yendo a buscar a los discípulos, y también hoy lo sigue haciendo con cada uno de nosotros. Para ser pescadores de hombres tenemos que imitar al más grande Pescador, intentando vivir cada una de éstas actitudes que nos enseña a través de su Palabra.

Ahora… pensando más en vos, en tus dones ¿Cuáles crees que Dios te regaló? ¿Cómo podrías ponerlos al servicio para ser pescador de hombres? No hace falta ser “exitoso” o tener muchas “riquezas” o “poder”, solo basta con que le digas “SI” a este llamado que te está haciendo. Él eligió a hombres de corazón humilde, trabajadores… Un ejemplo claro, fue María, una joven sencilla, que a los ojos del mundo, no podría haber hecho grandes cosas, pero a los ojos de Dios, era tan valiosa que la eligió para ser la madre de su hijo. Ella también tuvo miedo al principio, pero con la confianza puesta en él, Dios hizo en ella grandes cosas.

En unas horas va a ser Pascua, que quiere decir “paso”, “transformación”. Pedile a Jesús que te de fuerzas para vivir una Pascua interior, para poder transformar tu mirada en la mirada de Jesús.

Jesús, con su ejemplo, nos propone un camino que nos lleva a la felicidad. Él es el Camino, la Verdad y la Vida ¿Te animas a seguirlo?

Te invitamos a que termines rezando esta oración que resume un poquito lo que estuviste pensando y te animes a ofrecer todo a María…


ORACIÓN PARA ESTAR AL SERVICIO DE LOS DEMÁS

Nos has mostrado con tu ejemplo, Señor, que es posible vivir para los demás. Tu vida es un espejo fiel donde mirarnos para descubrir cuánto nos falta cambiar y cuánto todavía podemos dar a los demás. Tú saliste a recorrer los caminos para ir al encuentro del necesitado y el excluido. Tú acogiste a los despreciados y a los que todos marginaban y dejaban a un costado. Tú atendiste las necesidades del pueblo, sanaste sus enfermedades, les enseñaste a compartir el pan, y vivir unidos. Tú ofreciste tu vida hasta el final, hasta entregarla por amor y pura donación, para que todos vivamos más y mejor, y podamos alcanzar la vida verdadera. Señor del servicio, muéstranos el camino que lleva a darlo todo por los demás. Ayúdanos a tener tus mismos sentimientos, preocupaciones y opciones. Haz que atendamos las necesidades, sufrimientos y esperanzas de nuestro pueblo. Haznos cercanos y hermanos de todos. Enséñanos a vivir pensando primero en el otro, enséñanos a vivir como verdaderos servidores, dispuestos, generosos, alegres y fraternos con todos, Señor, con todos.

Amén


Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron…

viernes, 18 de abril de 2014

Viernes Santo a la tarde (2014)

Hola, cuantas cosas… ¿No? Qué bueno tener este momento para frenar un poco y no dejar que todo lo que estamos viviendo nos pase simplemente por al lado. Qué bueno tener este tiempo y aprovecharlo para agarrar las riendas de nuestra propia vida.

Miremos un poco en el día de hoy. A la mañana la celebración de la cruz y ahora esta bajada, bastante rara, y con tantas cosas para pensar. ¿Qué tiene que ver todo esto? ¿Qué tiene que ver Jesús y su cruz conmigo, mi propia vida, mis problemas, mis dolores, mis preocupaciones, mis cosas?

Hoy Jesús se entrega, le hace frente a todo y se da a sí mismo, mira a todos y a cada uno de sus miedos a la cara y abre sus brazos, a la voluntad de su padre, de par en par. Tal vez, es ese el mensaje que podemos tomar, tal vez es ese el gesto que podemos imitar. En  vez de pasar de largo y seguir corriendo ante esas cosas que hacen ruido en nuestro interior y exterior, frenar, reconocerlas y TRANSFORMARLAS.

¿Transformarlas? ¿Transformarlas onda, chau pasame la varita mágica y plum no están más? NO. Transformarlas no es irte de acá sin problemas y con todo resuelto, volver a casa teniendo la familia perfecta, el cuerpo perfecto, los amigos perfectos, siendo el mejor en todo… ¡NO!

Transformarlas es HACER algo al respecto de todo eso que NO TE DEJA SER VOS MISMO. Que te oprime, que no te permite sentirte y estar bien con vos, con Dios, o con los demás. Y muchas veces HACER algo no es necesariamente una medida drástica, muchas veces hacer algo tiene más que ver con un cambio del alma, con PONERLO EN LAS MANOS DE DIOS, rezarlo, ofrecerlo, tener Fe. Por supuesto que esta Fe tiene que ser una Fe práctica, activa, una Fe que nos mueva, que no nos deje estancados.

Pedro en Lc 5, 7, ante todo lo que Jesús le ofrece, se siente poca cosa, se asusta y le dice:

“Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: "Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador".

Muchas veces, y tantos años después, nos sigue pasando lo mismo. Nos seguimos sintiendo poca cosa. Tal vez no ante Jesús, pero si ante nuestra vida. Cada uno de nosotros es totalmente único y particular, por lo cual también así va a ser todo lo que tengamos adentro. Hay muchas cosas hoy en día que nos pueden oprimir, la sociedad, la estética, lo  que es canchero y lo que no, las etiquetas, los miedos, la soledad, el bajo autoestima, lo que los demás piensen, mi familia, las cosas de mi historia que no puedo sacar adelante, el dolor, la muerte, la sexualidad, los miedos, los fracasos, lo que los demás esperan de mi, lo que yo mismo espero de mi, el no sentirme querido o querida, aceptado o aceptada, etc.

Pensando un poco en la dinámica de recién, en esos carteles que leíamos mientras bajábamos, y sobre todo EN TU PROPIA HISTORIA, ¿Con qué te sentiste identificado?, ¿Qué es eso que te oprime?, ¿Hay algo que no te esté dejando SER VOS MISMO? Haya estado en uno de los carteles, o -probablemente- no, ¿qué es eso que necesitas renovar adentro tuyo?

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Cuando decimos “RENOVAR”, suena muy lindo, pero ¿cómo?

Renovarnos, es lo que Jesús nos ofrece muriendo en la cruz. ¿Y cómo? RESUCITANDO. Esto significa que Jesús hoy y ahora se sienta enfrente tuyo, te mira a los ojos y te dice:

Ofreceme toda tu carga, todo tu dolor, todo lo que estuviste pensando, todo lo que te angustia y ni siquiera sabés bien qué es, pone todo el dolor de tu historia en mis manos, porque esta noche, cuando muera en la cruz, todas esas cosas van a morir conmigo, y van a volver a nacer, porque yo soy el que hace nuevas todas las cosas

Entonces ahora te pregunto más concreto: ¿A qué le querés dar muerte hoy en la cruz de Jesús?
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Esto, como bien dijimos, no es borrar y solucionar todos mis problemas, sino que es aprender a quererme, a querer lo que me tocó, lo que me pasó, lo que soy, lo que forma mi vida, aprender a vivirlo de la mano de Jesús y EMPEZAR A CONSTRUIR MI LIBERTAD, no dejar que esas cosas bloqueen el camino para llegar a aquello que realmente soy, sino que, por más difícil que resulte, me enriquezcan en este camino.

Acordate: Reconocer tu historia, de la mano de Jesús, te ayuda a transformarla.

Viernes Santo a la mañana (2014)

Hoy es Viernes. Un hombre lastimado muere clavado en una cruz a las tres de la tarde. Es el día más triste del año.

Probablemente acabás de besar esa cruz, o estás por ir. Ves una fila eteeerna de chicos que van a hacer lo mismo, ese gesto tan lindo y tan sincero… Pero… ¿Por qué pensás que hacemos esto? ¿Por qué crees que besamos los pies, o las manos de Jesús? Vos, ¿por qué querés besar la cruz?

Besar es un signo de amor, de expresión de afecto hacia otra persona. Besar las heridas de alguien es acariciar su sufrimiento, es decirle “acá estoy”, aunque sea solamente para abrazarlo, aunque no puedas hacer nada más que estar. Besar las heridas de otra persona es acompañarlo en su dolor, comprometerse con la vida de esa persona en ese momento, empatizar con su presente.

En este caso, es también una forma de agradecerle a Jesús… es quizás una caricia para acompañar su sufrimiento. Besar las heridas de otro es un gesto de grandeza. Entonces de vuelta. Vos… ¿por qué querés besar la cruz? Pensalo… Tomate un tiempo para resignificar este gesto…

Cuando besaste las heridas de Jesús (o cuando vayas a hacerlo), pensá también que estás besando no sólo sus heridas, sino también las tuyas y las de los otros. Las heridas del mundo, que también sufre. De la sociedad, que también llora. De las personas, las que conocés y las que no, de todas esas caras. De tu familia. De tus amigos. Y al besarlas, estás anhelando y permitiendo que la misericordia de Dios se derrame en esas heridas, que las empape y las atraviese.

¿Qué heridas ajenas querés besar en esa cruz?
¿Las heridas de quién? ¿Qué heridas te gustaría acariciar y acompañar?
Y tuyos, ¿qué dolores querés empezar a besar, a abrazar?

Besar tu propio dolor también es un signo de afecto. Hacia vos mismo, hacia tu vida y tu persona. Besar tu dolor es abrazar las sombras de tu vida, lo que muchas veces quisieras que no esté, y reconciliarte con eso que te incomoda. Dios te ama en tu dolor, porque es parte de tu vida, te conforma y te hace ser como sos. Te quiere ver pleno, reconciliado con tus heridas, besándolas… en paz con ellas, aunque pinchen. Y mirá, Jesús desde la cruz pudo transformar el dolor más grande del mundo en el signo de entrega y de amor más gigante de la historia. Imaginate si no puede entonces, ayudarte a tomar tu dolor y transformarlo, lentamente… De a poquito….

Ahora te voy a contar una historia cortita.

Hubo una vez un joven que vivía en un pueblo en Italia. Un día, volviendo a su casa se encontró con un leproso. La lepra es una enfermedad históricamente estigmatizada, mutilante y vergonzosa. Los leprosos eran personas despreciadas por la sociedad, porque no se sabía cómo tratar la enfermedad y era muy contagiosa. Al atacar la piel, la lepra producía costras que, al no ser tratadas, se infectaban y se pudrían, generando un olor nauseabundo. La enfermedad avanzaba deformando y mutilando el cuerpo de quienes la padecían. Por estas razones los leprosos vivían aislados de las ciudades y nadie se les acercaba; cargaban no solo con su enfermedad, sino también con el peso de un gran estigma social. Únicamente salían para pedir limosna, dado que vivían en condiciones precarias porque nadie los cuidaba.

El joven, al ver al leproso pidiendo limosna, se le acercó para darle unas monedas. Pero cuando estaba por dejarle el dinero vio las manos del enfermo, llenas de costras y con varios dedos menos, sintió el olor a putrefacción que emanaba, vio su rostro y su cuerpo deformados… y se conmovió. Y lo abrazó. Abrazó al leproso, sin ignorar la evidente posibilidad de contagio. Le besó las manos, siendo plenamente consciente del olor desagradable que despedía el enfermo. Besó sus heridas, profundas e incurables.

El joven no ignoraba las posibles consecuencias de acercarse a un leproso. Pero no le importaron. Más allá de la condena, del desprecio y la indiferencia, más allá del evidente deterioro físico del leproso, más allá del olor y del estigma social, el joven pudo ver a un hermano. Un hermano que sufría y le pedía ayuda desde lo más profundo de sí mismo.

El joven se dejó encontrar, y ese encuentro fue decisivo para que su vida tomara otra dirección. Ese joven se llamaba Francisco, y vivía en Asís. Y no mucho tiempo después, lo proclamaron santo.

Así como San Francisco de Asís pudo ver a un hermano que sufría y comprometerse con su dolor besando sus heridas, Jesús hizo lo mismo por nosotros (y hasta fue más lejos). Y hoy nosotros estamos besando sus heridas en la cruz. Y ahora nos invita a nosotros a besar los dolores del mundo. A mirar a los ojos a ese hermano detrás de su injustificada carga de leproso. A mirar a los ojos a ese hermano detrás de todas esas costras que le pusieron sobre la piel y le deformaron el rostro a los ojos de los hombres.

Pensá en las veces en que hayas necesitado un abrazo, un beso, que alguien se conmueva por vos o simplemente te pregunte “cómo estás?”. Recordá esa situación. Recordá qué sentías. Recordá cuánto necesitabas que otra persona venga y te acompañe...

Entendiéndonos a nosotros y a nuestras propias heridas, entendemos que los demás también sienten estas cosas. Sienten dolor, vergüenza, soledad, vacío, desesperación, angustia, igual que vos. Ellos también sienten y necesitan a alguien, a un San Francisco que se conmueva y les bese las heridas. Lo importante es que a partir de nuestro dolor y gracias a él, nosotros podemos entender el dolor del otro y entonces ponernos en su lugar y acompañarlo, podemos amarlo, podemos encontrarnos como hermanos que se abrazan....

También hace un rato nos postramos cuando llegó la cruz. Dijeron “Este es el árbol de la cruz, donde estuvo suspendida la Salvación del mundo” y respondimos “Vengan y adoremos”.

Al morir en la cruz, Jesús nos salva de que nos guardemos la vida para nosotros mismos. Al crucificarse nos está diciendo “Mirá todo lo que ganan si dan su vida por los otros”… Dar la vida no en el sentido literal, Jesús a vos no te pide que te mueras crucificado, pero sí te invita a que, de hecho, en tu vida, vivas con otros y por los otros. Te invita a que no te guardes tu vida para vos y para tus propios éxitos. Que no mires sólo tu dolor, sino que mires más allá, un poco más allá. Que abras bien tus ojos. Hacia tu derecha, a tu izquierda. Toda esta gente… ¿la ves? …Todos tan distintos y tan igualmente valiosos. Todos compañeros de vida.

Ojo, esto no quiere decir que te tenés que abandonar a vos, para nada. Cuidate, tomate tus tiempos para estar en silencio y para estar con vos, para escucharte y acariciar tus heridas. Aprendé a disfrutar esos momentos de vos con vos, que hacen tan bien, que te nutren y que también te hacen crecer y quererte, que es fundamental… Pero no esperes a estar listo para salir a los demás. Soledad y comunión (común-unión) son dos aspectos que equilibran la vida y se necesitan mutuamente. Así como todo lo que crece tiene que alimentarse, estar abierto a recibir del exterior, y a la vez tiene que tener la capacidad de integrar eso que recibe en su propia realidad. Y si esto es evidente en lo físico, a través del alimento que recibimos, es igual de verdadero en todos los aspectos. También nosotros nos nutrimos de los otros para crecer.

Así es como, por todo esto, al morir en la cruz, Jesús nos enseña a amar. Esto es lo fundamental y es todo lo que nos pide: que amemos. Él no se guardó nada para sí mismo. En la cruz, las manos de Jesús están abiertas, igual que sus brazos. Así clavado, quedó inmortalizado en un abrazo eterno. Quedó abrazando nuestras heridas para siempre.

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Si te sirve para terminar este ratito de desierto, esta es la oración que rezaba San Francisco, el joven que se animó a vencer los prejuicios e ir al encuentro del hermano.


Oración de San Francisco

Señor haz de mí un instrumento de tu paz,
Donde hay odio, lleve yo el amor,
Donde hay ofensa, lleve yo el perdón
Donde hay discordia, lleve yo la unión
Donde hay duda, lleve yo la fe
Donde hay error, lleve yo verdad
Donde hay desesperación, lleve yo esperanza
Donde hay tristeza, que lleve la alegría
Donde están las tinieblas, lleve yo la luz.
Maestro, haz que no busque tanto
Ser consolado como consolar,
Ser comprendido como comprender,
Ser amado como amar.
Pues es dando que se recibe
Perdonando, que se es perdonado
Muriendo, que se resucita a la Vida Eterna.


San Francisco de Asís

jueves, 17 de abril de 2014

Jueves Santo a la tarde (2014)

Hola, bienvenido a tu segundo desierto. ¿Otro? ¿En serio, no va a haber arena esta vez? No, bueno, si necesitas hacerlo podes acercarte al arenero.  
Ponete cómodo, y empezamos. En el nombre del padre…

Vamos a ver juntos un capítulo de la vida de Jesús, uno que estamos a punto de revivir esta tarde. Antes de que lo reflexionemos, este es el relato que hace Juan acerca de esa noche tan intensa que fue la de la última cena. 


“Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que le había llegado la hora de salir de este mundo para ir al Padre, como había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban comiendo la cena y el diablo ya había depositado en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle. Jesús, por su parte, sabía que el Padre había puesto todas las cosas en sus manos y que había salido de Dios y que a Dios volvía. Entonces se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura. Echó agua en un recipiente y se puso a lavar los pies de los discípulos; y luego se los secaba con la toalla que se había atado. Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo: « ¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?» 

 Jesús le contestó: «Tú no puedes comprender ahora lo que estoy haciendo. Lo comprenderás más tarde.» 

Pedro replicó: «Jamás me lavarás los pies.»  

Jesús le respondió: «Si no te lavo, no podrás tener parte conmigo.» 

Entonces Pedro le dijo: «Señor, lávame no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.» 

Jesús le dijo: «El que se ha bañado, está completamente limpio y le basta lavarse los pies. Y ustedes están limpios, aunque no todos.» Jesús sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos ustedes están limpios.» 

Cuando terminó de lavarles los pies, se puso de nuevo el manto, volvió a la mesa y les dijo: « ¿Comprenden lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, siendo el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Yo les he dado ejemplo, y ustedes deben hacer como he hecho yo. En verdad les digo: El servidor no es más que su patrón y el enviado no es más que el que lo envía. Pues bien, ustedes ya saben estas cosas: felices si las ponen en práctica.” Jn 13, 1-17.


Vamos a vivir la última cena desde el lugar de uno de sus protagonistas: Pedro. Asique acá los dejo con él:  

Hola, soy Pedro, quizás ya me conozcas. Sí, soy uno de esos pescadores que Jesús invitó a seguirlo esa mañana a orillas del lago. Ese día a mi me cambio la vida rotundamente. La verdad, siempre habia pensado en ser pescador toda la vida, como mi viejo y mi abuelo lo fueron. Bueno, no te quiero aburrir con eso, te quiero invitar a que recorramos juntos el camino de esta última cena, uno de los momentos más importantes de mi vida y la de todos los que estábamos ahí reunidos. 

Éramos nosotros doce y él, Jesús. 

El sabía lo que estaba por pasar, y quizás por eso dijo: Tu no puedes comprender ahora lo que estoy haciendo. Lo comprenderás más tarde”. La verdad, tardamos todos en entenderlo, pero ahora que ya pasó, no podría haber sido más claro.  

El sabía, que se le iba a complicar y que no tenía mucho tiempo. Los fariseos nos venian persiguiendo desde hace unos días. Con un solo gesto Él quiso enseñarnos todo lo que no habíamos podido entender hasta ese entonces. Fueron 10, 20 minutos que valieron más que 20 años en cualquier colegio. 

Ese lavado de pies me enseñó muchísimas cosas, y quisiera contártelas para que las revivamos juntos. 

En primer lugar, me enseño sobre la simpleza en el servicio. ¿Alguna vez viviste una experiencia de servicio? ¿Cuál? Pensá en quienes estaban, cómo fue que llegaste a esa experiencia, qué fue lo que más te gustó. 
…. 
¿Cómo te sentiste? 
 
¿Qué lugar ocupa en tu vida el servicio? 
 
¿A qué te invita Jesús cuando dice "deben lavarse los pies unos a otros"? Pensá en algo concreto 
 
Quiza puedas empezar con una sonrisa dirigida a aquellos a quienes generalmente no miras, una ayuda a quien esta solo,un abrazo para quien necesita compañia. Muchas son las cosas que Jesus haría hoy por vos y en las que podes imitarlo. 

¿Y alguna experiencia en la que alguien se haya tomado el tiempo para hacerse pequeño con vos y servirte? Quizás algún amigo en un momento que la estabas pasando mal, tus viejos, algún profesor del colegio…  
…. 
¿Cómo te sentiste? 
 
Yo me sentí como que nada importaba más que yo para Jesús, sentí que Él tenía toda la vida para dedicarle a un grupo tan torpe de jóvenes pescadores como nosotros. Después de ese gesto aprendí que Él había hecho eso tantas veces con nosotros sin que nos demos cuenta. Había corrido las piedras de nuestro camino, cargado con nuestros errores y descuidos, nos escuchaba cuando nuestro corazón se llenaba de dudas o de asombro, y también estaba ahí para compartir unas carcajadas. Jesús nos había servido, y nos invitaba a hacerlo con todos. Nos dijo muy claro: “Pues si yo, siendo el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Yo les he dado ejemplo, y ustedes deben hacer como he hecho yo”. Jesús convierte el Altísimo en el Bajísimo, el más grande, en el más pequeño. Me mostró con toda su vida que Dios está allí al lado, queriéndome y ofreciéndome su mano constantemente. Jesús nos encendió con la llama del servicio porque Él es servicio puro, lo recuerdo mirándome desde abajo, mientras me lavaba los pies, tanto me conocía que no hacían falta palabras.  

¿Alguna vez te sentiste querido, servido por Él? ¿Cómo crees que Jesús se hace presente en tu vida? Quizás con alguna experiencia en la que te hayas sentido agradecido por la vida y no sepas porqué, o con algún momento de oración. Puede ser que a través de alguien que forme parte de tu vida,  o un completo desconocido. 
 
¿Le pedís a Jesús que te ayude? ¿Le confías tu vida para que Él se encargue? O preferís hacerte vos cargo de todo? 
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Muchas veces preferimos tomar toda nuestra vida para nosotros y no dejar que nadie, ni Dios mismo, nos ayude. Yo hacía eso también, cabeza dura, siempre para adelante, sin aceptar consejos, sin pedir ayuda, me encerraba en mis cosas y jamás me dejaba querer. Al principio, tampoco dejaba que Jesús se acerque mucho a mi corazón, tenía miedo de ser decepcionado como ocurría con tantos otros que se hacían llamar profetas. 

¿Qué cosas te impiden a vos confiar en Jesús? ¿Y en los demás? ¿Te cuesta dejar tu vida en manos de otros? 
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Esa noche aprendí también sobre la empatía. La empatía es la capacidad de poder sentir con el otro, ponerse en su lugar. Nunca alguien tan grande se hizo tan pequeño para tornar tan grandes a los pequeños.El servidor no es más que su patrón y el enviado no es más que el que lo envía”. Jesús se pone en el lugar de un esclavo para enseñarnos a amar, y no solo nos enseño a amar, hizo grandes a los esclavos, los hizo sus preferidos. ¿Quiénes son para vos esas personas a las cuales Jesús hoy ‘agranda’? ¿Crees que esta experiencia te cambia la forma de ver a los más pequeños? 
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¿Hay algún aspecto de tu vida en el que te sientas uno de esos ‘pequeños´? ¿Crees que Jesús te recuerda en esos momentos? 
 
¿Te cuesta ponerte en el lugar del otro? Acordate alguna experiencia concreta en la que hayas podido hacerlo. 
 
Jesus nos quiso mostrar que eramos todos iguales, que no somos mejores ni peores que otros, porque nos ama a todos de la misma manera. No solo eso, Él, la mas grande autoridad entre los hombres, se pone al servicio. Me iría a acordar mucho de ese momento el dia que me toco dirigir la iglesia. El poder, completamente al reves. Eso nos llevamos de esa noche. 

Todo esto que aprendí fue tan solo en una noche, una cena, Él, la noche de más tensión de su vida, conserva la calma y realiza uno de los gestos mas cargados de sentido de la historia del hombre. En solo un rato condensa años de enseñanza. Los comprime como diciendo: “si se quedan con algo antes de que yo me vaya, quédense con esto”. Jesus ya habia dicho muchas palabras, nos dejo las bienaventuranzas, las parabolas, todo eso era teoria al lado de ese gesto tan preciso, tan pequeño. Fueron sus gestos los que mas hablaron. Jesus sanando a los enfermos, acompañando a los mas pobres. Jesús tomó un gesto, el más pequeño, más insignificante, mencionó unas palabras y eso basto para saber que dejándonos amar por Él y sirviendo al resto de los hombres, íbamos a ser felices.  

Dentro de un rato vas a tener la misa que recuerda ese momento que vivimos los discípulos y como él dijo, van a revivir ese gesto tan especial, tan propio de Jesús. Desde que se fue, lo hacemos todos los años. Al principio fuimos unos pocos y se fueron sumando algunos mas. 


 Pascua Joven es tu oportunidad para descomprimir ese gesto tan cargado, desarmarlo, ver todo lo que significa, y con esa fuerza y simpleza con la que Jesús nos lo deja, salir a imitarlo todos los días de tu vida, porque eso es lo que le dio sentido a mi vida, y a la de tantos alrededor mio.