Hola, bienvenido a tu segundo
desierto. ¿Otro? ¿En serio, no va a haber arena esta vez? No,
bueno, si necesitas hacerlo podes acercarte al arenero.
Ponete cómodo,
y empezamos. En el nombre del padre…
Vamos a ver juntos un capítulo de
la vida de Jesús, uno que estamos a punto de revivir esta tarde. Antes
de que lo reflexionemos, este es el relato que hace Juan acerca de esa noche
tan intensa que fue la de la última cena.
“Antes de la
fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que le había llegado la hora de salir de este
mundo para ir al Padre, como había amado a los suyos que quedaban en el mundo,
los amó hasta el extremo. Estaban comiendo la cena y el diablo ya había depositado en el
corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle. Jesús,
por su parte, sabía que el Padre había puesto todas las cosas en sus manos y
que había salido de Dios y que a Dios volvía. Entonces se
levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura. Echó
agua en un recipiente y se puso a lavar los pies de los discípulos; y luego se
los secaba con la toalla que se había atado. Cuando llegó
a Simón Pedro, éste le dijo: «
¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?»
Jesús
le contestó: «Tú no puedes comprender ahora lo que estoy haciendo. Lo comprenderás
más tarde.»
Pedro
replicó: «Jamás me lavarás los pies.»
Jesús le
respondió: «Si no te lavo, no podrás tener parte conmigo.»
Entonces
Pedro le dijo: «Señor, lávame no sólo los pies, sino también las manos y la
cabeza.»
Jesús le
dijo: «El que se ha bañado, está completamente limpio y le basta lavarse los
pies. Y ustedes están limpios, aunque no todos.» Jesús sabía quién lo iba a
entregar, por eso dijo: «No todos ustedes están limpios.»
Cuando
terminó de lavarles los pies, se puso de nuevo el manto, volvió a la mesa y les
dijo: « ¿Comprenden lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman
Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, siendo el Señor y el
Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a
otros. Yo les he dado ejemplo, y ustedes deben hacer como he hecho yo. En
verdad les digo: El servidor no es más que su patrón y el enviado no es más que
el que lo envía. Pues bien, ustedes ya saben estas cosas: felices si las ponen en
práctica.” Jn 13, 1-17.
Vamos a vivir la última cena
desde el lugar de uno de sus protagonistas: Pedro. Asique
acá los dejo con él:
Hola, soy Pedro, quizás ya
me conozcas. Sí, soy uno de esos pescadores que Jesús
invitó a seguirlo esa mañana a orillas del lago. Ese día a mi me cambio la vida rotundamente. La
verdad, siempre habia pensado en ser pescador toda la vida, como mi viejo y mi abuelo lo
fueron. Bueno, no te quiero aburrir con eso, te quiero invitar a
que recorramos juntos el camino de esta última cena, uno de los momentos más importantes
de mi vida y la de todos los que estábamos ahí reunidos.
Éramos nosotros
doce y él, Jesús.
El sabía lo que estaba por pasar,
y quizás por eso dijo: “Tu no puedes comprender ahora lo que estoy haciendo. Lo comprenderás
más tarde”. La verdad, tardamos todos en entenderlo, pero ahora que ya pasó, no
podría haber sido más claro.
El sabía, que se le iba
a complicar y que no tenía mucho tiempo. Los
fariseos nos venian persiguiendo desde hace unos días. Con
un solo gesto Él quiso enseñarnos todo lo que no habíamos podido entender hasta ese
entonces. Fueron 10, 20 minutos que valieron más que
20 años en cualquier colegio.
Ese lavado de pies me enseñó muchísimas
cosas, y quisiera contártelas para que las revivamos juntos.
En primer lugar,
me enseño sobre la simpleza en el servicio. ¿Alguna vez viviste una experiencia
de servicio? ¿Cuál? Pensá en quienes estaban, cómo fue que llegaste a esa experiencia, qué
fue lo que más te gustó.
….
¿Cómo te sentiste?
…
¿Qué lugar ocupa en tu vida el
servicio?
…
¿A qué te invita Jesús cuando
dice "deben lavarse los
pies unos a otros"? Pensá en algo concreto
…
Quiza puedas empezar con una sonrisa dirigida a aquellos a quienes generalmente no miras, una ayuda a quien esta solo,un abrazo para quien necesita compañia. Muchas son las cosas que Jesus haría hoy por vos y
en las que podes imitarlo.
¿Y alguna experiencia en la que
alguien se haya tomado el tiempo para hacerse pequeño con vos y servirte? Quizás algún
amigo en un momento que la estabas pasando mal, tus viejos, algún profesor del
colegio…
….
¿Cómo te sentiste?
…
Yo me sentí como que nada
importaba más que yo para Jesús, sentí que Él tenía toda
la vida para dedicarle a un grupo tan torpe de jóvenes pescadores como
nosotros. Después de ese gesto aprendí que Él había hecho eso tantas veces con nosotros sin que
nos demos cuenta. Había corrido las piedras de nuestro camino, cargado con nuestros errores
y descuidos, nos escuchaba cuando nuestro corazón se llenaba de dudas o de
asombro, y también estaba ahí para compartir unas carcajadas. Jesús nos
había servido, y nos invitaba a hacerlo con todos. Nos dijo muy claro: “Pues si yo, siendo el Señor y el Maestro,
les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Yo
les he dado ejemplo, y ustedes deben hacer como he hecho yo”. Jesús convierte el Altísimo en
el Bajísimo, el más grande, en el más pequeño. Me
mostró con toda su vida que Dios está allí al lado, queriéndome y ofreciéndome
su mano constantemente. Jesús nos encendió con la llama del servicio porque Él
es servicio puro, lo recuerdo mirándome desde abajo, mientras me lavaba los
pies, tanto me conocía que no hacían falta palabras.
¿Alguna vez te sentiste querido,
servido por Él? ¿Cómo crees que Jesús se hace presente en tu vida? Quizás con
alguna experiencia en la que te hayas sentido agradecido por la vida y no sepas
porqué, o con algún momento de oración. Puede ser que a través de alguien que
forme parte de tu vida, o un completo desconocido.
…
¿Le pedís a Jesús que
te ayude? ¿Le confías tu vida para que Él se encargue? O preferís hacerte vos cargo de todo?
….
Muchas veces preferimos tomar toda
nuestra vida para nosotros y no dejar que nadie, ni Dios mismo, nos ayude.
Yo hacía eso también, cabeza dura, siempre para adelante, sin aceptar consejos,
sin pedir ayuda, me encerraba en mis cosas y jamás me
dejaba querer. Al principio, tampoco dejaba que Jesús se
acerque mucho a mi corazón, tenía miedo de ser decepcionado como ocurría con
tantos otros que se hacían llamar profetas.
¿Qué cosas te impiden a vos
confiar en Jesús? ¿Y en los demás? ¿Te cuesta dejar tu vida en manos de otros?
…..
Esa noche aprendí también sobre
la empatía. La empatía es la capacidad de poder sentir con el otro, ponerse en
su lugar. Nunca alguien tan grande se hizo tan pequeño para tornar tan
grandes a los pequeños.“El
servidor no es más que su patrón y el enviado no es más que el que lo envía”. Jesús se
pone en el lugar de un esclavo para enseñarnos a amar, y no solo nos enseño a
amar, hizo grandes a los esclavos, los hizo sus preferidos. ¿Quiénes son para
vos esas personas a las cuales Jesús hoy ‘agranda’? ¿Crees que esta experiencia te cambia la forma de ver a
los más pequeños?
….
¿Hay algún aspecto de tu vida en
el que te sientas uno de esos ‘pequeños´? ¿Crees
que Jesús te recuerda en esos momentos?
…
¿Te cuesta ponerte en el lugar del
otro? Acordate alguna experiencia concreta en la que hayas podido hacerlo.
…
Jesus nos quiso mostrar que eramos todos iguales, que no somos mejores ni peores que otros, porque nos ama a todos de
la misma manera.
No solo eso, Él, la mas grande autoridad entre los hombres, se pone al servicio. Me iría a acordar mucho de ese momento el dia que me toco dirigir la iglesia. El poder, completamente al reves. Eso nos llevamos de esa noche.
Todo esto que aprendí fue
tan solo en una noche, una cena, Él, la noche de más tensión de su vida,
conserva la calma y realiza uno de los gestos mas cargados de sentido de la
historia del hombre. En solo un rato condensa años de enseñanza. Los
comprime como diciendo: “si se quedan con algo antes de que yo me vaya, quédense con esto”. Jesus ya habia dicho
muchas palabras, nos dejo las bienaventuranzas, las parabolas, todo eso era teoria al lado de ese gesto tan preciso, tan pequeño. Fueron sus gestos
los que mas hablaron. Jesus sanando a los enfermos, acompañando a los mas pobres. Jesús tomó
un gesto, el más pequeño, más insignificante, mencionó unas palabras y eso basto para saber
que dejándonos amar por Él y sirviendo al resto de los hombres, íbamos
a ser felices.
Dentro de un rato vas a tener la
misa que recuerda ese momento que vivimos los discípulos y como él dijo,
van a revivir ese gesto tan especial, tan propio de Jesús. Desde
que se fue, lo hacemos todos los años. Al principio fuimos unos pocos y se
fueron sumando algunos mas.
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