martes, 5 de abril de 2005

Sábado a la tarde (2005)

Queda poco de esta Pascua Joven, estamos entrando a la recta final y para prepararte te invito una vez más al desierto. Ya seguro estás canchero/a en esto de dejar a tus amigos por un rato, hacer silencio y tratar de escuchar tu corazón.

“Mi Señor, abre el cofre de oro, que quiero depositar ahí mi corazón”

(Dejá que esta frase resuene, repetila varias veces. Si! Hay un cofre de oro preparado para que vos en este momento pongas tu vida en manos del Señor)

Ahora te voy a contar una historia, la historia de un amigo mío. Se llama Francisco y es de Asís (Italia). Quizás alguna vez escuchaste hablar de él porque es Santo.
- ¿Y es amigo tuyo?
- SI! Es mi amigo.
Alguien una vez me dijo que los santos son amigos nuestros que quieren que se nos “peguen” sus dones y virtudes, nos buscan y nos ayudan a caminar. (¿No te pasa que a veces te encontrás hablando o haciendo los mismos gestos que tu amigo??? Tratá de acordarte de alguno) Así que espero que este amigo que a mí me está ayudando y acompañando también lo haga ahora con vos. Como te dije se llama Francisco y vivió desde 1182 hasta 1246.

Un sabio dijo: “La alegría ha sido signo de los hombre y mujeres de Dios”. Si esta frase es cierta, Francisco SI que era de Dios. Parece que fue a la guerra a luchar por su pueblo y cayó prisionero. Era el único, que en esa difícil situación, mantenía la alegría; hasta lo creyeron loco, y no sólo en este momento sino muchas veces más (ya te voy a contar las cosas que hacía).

Al poco tiempo que lo liberaron sufrió una grave enfermedad que lo hizo conocer sus límites, sus debilidades, conocerse mucho a sí mismo. (¿Alguna vez te pasó? ¿Alguna vez sentiste que no podías, sólo, débil, que necesitabas ayuda, que no sabías qué hacer? ¿Cómo seguir? ¿Cuándo? ¿Qué hiciste?)

Francisco en este tiempo fue descubriendo un llamado especial, a algo grande. Más grande que los títulos de caballero que buscaba cuando iba a la guerra o que la fama que le daban las grandes fiestas que hacía con sus amigos. Ah! Porque él era el Rey de las Fiestas de Asís (lo que hoy sería el más fachero, el más ganador, el alma de las fiestas). Ese era Francisco, conocido y querido por todos, hijo de un gran comerciante. (Así que resultó canchero y ricachón, ¿Se parece a vos?)

Hubo otra guerra y allá partió el valiente caballero, pero la primera noche el Señor se le presentó en sueños y le dijo que se volviera. Y Francisco se volvió. (¿Qué va a decir papá? ¿Qué va a decir todo el pueblo? Era un papelón, iba a quedar como un cobarde). Pero Francisco en ese momento no pensó en esas cosas, en su corazón había demasiada paz. No le importó el “¿qué dirán?”.



Y acá empieza otra historia, la del “Pobre de Asís” (como lo empezaron a llamar). Francisco fue haciéndose cada vez más amigo de los pobres y de la Pobreza, más tarde de los leprosos (que tanto asco le producían antes). Cuentan que si había un leproso en su camino, prefería hacer varios kilómetros más y rodear el lugar para no pasar NI cerca. En cambio ahora Francisco pasaba largos ratos con sus amigos los leprosos, los cuidaba y lavaba sus heridas.

Enamorado de la naturaleza Francisco recorría Asís mientras profundizaba en su camino de santidad. Un día encontró una capillita totalmente destruida en el medio del bosque y entró a rezar. Había sólo una cruz, la cruz de San Damían (como la que está acá en Pascua, te invito a que después la mires bien). Rezó un largo rato como era su costumbre. Y este es uno de los momentos más importantes en la vida del Santo, una vez más el Señor le habló, le dijo:

“Francisco ¿No ves que mi casa amenaza ruina? Corre y trata de repararla!”

Francisco miró a su alrededor y vio que efectivamente la capilla se estaba derrumbando, entonces rápidamente comenzó a levantar las paredes y la reparó. Con el tiempo fue haciendo esto con todas las que encontraba por su camino.

Se le fueron uniendo muchos hermanos, entre ellos varios de sus antiguos amigos con los que compartía las fiestas, hombres que atraídos por la alegría que les transmitía Francisco, la alegría de vivir de la mano del amor, la paz y la pobreza dejaron TODO para seguir a Jesús.

Cuando eran unos doce, fueron a presentarse ante el Papa (que en ese momento era Inocencio III) para que este aprobara su forma de vida.

Los cardenales lo creían loco y soñador. En ese momento la Iglesia tenía muchísimo poder, tanto político como económico, y no entraba en la cabeza de estos que Francisco quisiera vivir sin nada, sin ninguna propiedad, ni siquiera siendo dueño de su propia pobreza!!! Francisco quería vivir al pie de la letra el Evangelio. Iba por los caminos sin oro, ni plata, ni dos túnicas. Y en esto contribuyó con la Iglesia, a esto se refería el Señor cuando le habló aquel día en la capilla, no quería que reconstruyera la Iglesia cual albañil, sino que con su vida demostrara una forma de seguir a Jesús que en ese momento no se concebía y escandalizaba.

Él decía que había quienes estaban en la Iglesia para defender el Evangelio, como los intelectuales, para imitar a Cristo Doctor y Maestro; pero que ellos estaban para VIVIRLO e imitar a Cristo Pobre y Humilde.

Nosotros también estamos llamados a ser santos y a escandalizar con nuestra vida. Por ejemplo, cuando les pregunten ¿Qué hicieron en Semana Santa? Y ustedes digan que fueron a un retiro en vez de irse de vacaciones, SI que se van a escandalizar a los que los escuchen. O imaginen la cara que puede poner su mamá si descubre que un día tendieron la cama, pusieron la mesa o lavaron los platos!
Cada uno debe descubrir qué tiene para dar a la Iglesia y de qué manera quiere seguir a Jesús. Quizás nos pasa a veces como a Francisco, que nos olvidamos de lo que es la Iglesia y nos quedamos con lo que se ve. ¿Te pasó? Te propongo a que recuerdes cuál era o es tu imagen de Iglesia. Pensá un ratito. ¿Te pasaba igual que a Francisco?

Y ahora descubrís que vos, sí VOS estás siendo llamando a reconstruirla Porque jesús no se vale de superhombres o supermujeres para hacer cosas buenas o incluso a reconstruir partes de su Iglesia, que es nuestra Iglesia. Y podrás preguntarte, ¿pero yo no soy cura ni monja, que le voy a dar a la Iglesia? Me alegra contarte que desde el mismísimo día de tu bautismo vos sos parte esencial y necesaria de la Iglesia de Jesús. Por lo tanto habrá que ir viendo y oyendo en el corazón qué tenés para darle a la Iglesia de Jesús que es tu y mi Iglesia. ¿Te animás a pensar un ratito y escribirlo?

Imgainate que el Señor te dice las mismas palabras que le dijo a Francisco:
“……….: ¿No ves que mi casa amenaza ruina?¡Corre y trata de repararle!”

¿Qué harías? Bueno, HACELO porque realmente Jesús TE necesita para que seas VOS quien construya, o reconstruya, si es necesario, la Iglesia. Mañana a la tarde vas a estar en casa de vuelta y con todo igualito que lo dejaste. Incluso la comunidad parroquial a la que perteneces con sus luces y sombras va a estar ahí, igual. Peo no es igual… Jesús Resucitó y esta VIVO y camina con nosotros y nos necesita para que lo anunciemos con nuestra vida más comprometida y más santa.

Sábado a la mañana (2005)

Somos una comunidad convocada por Jesús

Para empezar este desierto te doy un consejo: cerrá un rato los ojos, sentate cómodo y tratá de transportarte mentalmente a aquel primer sábado santo. Los textos bíblicos nos dan pocos datos a cerca de este día, pero podemos con la imaginación, con la ayuda del Espíritu Santo, acompañar a los discípulos de Jesús y vivir con ellos este día. Pedile al espíritu Santo que te ayude, que inspire tu imaginación y te acompañe en este desierto. Decíle varias veces, lentamente:”ven Espíritu Santo”...”ven espíritu Santo”...

Pensá, hoy es sábado por la mañana: ayer acabamos de enterrar a Jesús. Lo hemos visto padecer injustamente la muerte en cruz, su cuerpo destrozado reposa ahora en un sepulcro. Y si a Jesús lo mataron, van a perseguir también a aquellos que se dicen sus discípulos suyos y hablan de él.

Estás con los discípulos a puertas cerradas por miedo a los judíos, por temor a que te descubran discípulo de Jesús. Cada uno está callado, pensativo, angustiado: la mayoría se enteró de oídas lo que le había pasado a Jesús, habían huido cuando empezó todo, lo habían abandonado en su pasión. Seguramente escucharán con dolor los relatos de Juan, de María Magdalena, de María , su madre, que estuvieron con él camino al Calvario, al pie de la cruz, cuando lo sepultaron.

Más de uno pensará :”¿y ahora qué?”. ¿Por qué si Jesús se pasó sanando gente, haciendo el bien, anunciando el Reino de Dios, lo terminan matando? ¿Qué sentido tiene todo ahora?

Nosotros, que nos decíamos discípulos suyos, lo abandonamos y ahora estamos acá, encerrados, sin saber ni para donde ir, muertos de miedo...

Este grupo de discípulos a los que Jesús llamó y los invitó a vivir con él y los envió a predicar y a sanar, está prácticamente desarmado: algunos se fueron a Emaús, Pedro (la cabeza del grupo) negó conocer a Jesús, Judas lo entregó y se suicidó... y todos lo dejamos sólo en su momento de mayor sufrimiento. Han comprobado su extrema fragilidad, su poca fe, su pecado y no se creen ya capaces de nada.

Estos hombres son la primera comunidad que convocó Jesús, los que fueron pilares de la Iglesia. Los hombres – y mujeres- que hoy formamos la Iglesia (vos también) somos iguales: increíblemente frágiles y pecadores, que constantemente abandonamos a Jesús, o lo negamos, o lo entregamos o tenemos miedo a mostrarnos como discípulos suyos. No obstante seguimos siendo llamados por él y nosotros queremos seguirle.

Nuestra fortaleza está en una compañía: nuestra Madre María. Ella está en medio nuestro y nos alienta a seguir esperando, confiando aunque a ella misma la inunda el dolor, la paz y la esperanza se pueden ver en sus ojos. Jesús nos la dejó como Madre Nuestra al pie de la cruz. Y aquí está, cuidando de todos sus hijos, rezando por cada uno, para que seamos fieles discípulos de su Hijo. Su fe inquebrantable nos hace pensar que no está todo dicho, que la muerte no tiene la última palabra, que hay que esperar...

Y hay una promesa, unas palabras de Jesús que quedaron gravadas en nuestro corazón: “Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin de la historia”.

Así empezó la Iglesia, con este grupo de discípulos, hoy estamos otros: vos, yo, el papa, los sacerdotes, los misioneros...¡ tanta gente!. Pero los hombres seguimos siendo iguales.

Te transcribo algo que a mí misma me ayudó a entender (un poquito) este misterio:
“El otro día un amigo mío escribió:”dejo la iglesia, porque con su comprensión para con los ricos, no se la puede creer”. O es un sentimental que no tiene experiencia – y le excuso-, o es un orgulloso que cree ser mejor que los demás, más digno de crédito que los otros. San Francisco gritaba:” tú me crees santo y no sabes que puedo tener aun hijos con una prostituta si Cristo no me sostiene”.

La credibilidad no es propia de los hombres, sino de Dios y de Cristo. Lo propio de los hombres es la debilidad, o la buena voluntad de hacer algo bueno con la ayuda de la gracia, que brota de las venas invisibles dela Iglesia visible.

¡La Iglesia de Cristo es un misterio!

Tiene el poder de darme la santidad y está fabricada – toda ella- desde el primero al último, de pecadores únicamente. Tiene la fe omnipotente e invencible de renovar el misterio eucarístico, y está formada de hombres que caminan en la oscuridad y que se debaten todos los días con la tentación de perder la fe. Es portadora de un mensaje de pura transparencia y está encarnada en la turbulencia del mundo.

Habla de la dulzura del Maestro, de su no violencia y a lo largo de la historia ella misma la ha ejercido. Transmite un mensaje de evangélica pobreza y sin embargo busca aliarse con ricos y poderosos. Es inútil querer buscar otra cosa en la Iglesia que no sea este misterio de infabilidad y fabilidad, de santidad y pecado, de debilidad y valor, de credibilidad y no credibilidad. El hombre (nosotros) es tal como lo presenta la Iglesia, con su maldad y al mismo tiempo con su invencible coraje que la fe en Cristo le ha dado y le hace vivir con la caridad de cristo.

Cuando era joven no entendía porqué Jesús, pese a la negación de Pedro, quiso hacerle jefe, sucesor suyo y primer papa. Ahora ya no me sorprendo y entiendo cada vez mejor que haber fundado la Iglesia sobre este hombre era como una advertencia continua para mantener a cada uno de nosotros en la humildad y en la conciencia de la propia debilidad.

No, no salgo de este Iglesia fundada sobre una piedra tan débil porque llegaría a fundar otra sobre una piedra todavía más débil que soy yo. Por otra parte ¿qué importan las piedras?. Lo que vale es la promesa de Cristo y el cemento que une estas piedras que es el Espíritu Santo. Solamente el Espíritu Santo es capaz de hacer la Iglesia con piedras mal talladas, como somos nosotros. Sólo el Espíritu Santo puede mantenernos unidos a pesar de la fuerza centrífuga que nos suministra nuestro orgullo sin límites.

Yo, cuando oigo protestar contra la Iglesia, contra el obispo, el papa como personas, estas protestas se refieren también a mí porque me veo en la misma barca, en la misma familia, consanguíneo de pecadores matriculados y pecador yo mismo. Y cuando protesto contra mí mismo me doy cuanta de lo difícil que es la conversión.
No, no está mal protestar contra la Iglesia cuando se la ama, el mal está en criticarla desde afuera, como los puros. No, no está mal lanzarse contra el pecado y las cosas feas que vemos, el mal está en cargárselas a los otros y en creernos inocentes, mansos, pobres.

Este es el mal.

La credibilidad de la Iglesia está en el hecho de que, no obstante 2000 años de pecados cometidos, ella ha conservado la fe y que cada sacerdote pronuncia sobre el pan “esto es mi cuerpo” y nos da así a nuestro Maestro y Señor, Jesús..

La credibilidad está en el hecho de que, pese a nosotros, después de 20 siglos de luchas, divisiones y tentaciones, somos aun un cuerpo vivo y una sociedad de plegaria y de gracia y las palabras de Jesús:”las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella” las sentimos hoy como dramática realidad y como anclamiento auténtico.

Los motivos de credibilidad son que la compasión de Cristo sigue aquí en la tierra con sus santos, los mártires y con los cristianos que no obstante ser imperfectos, aman verdaderamente a Cristo y están unidos a él y forman una sola cosa con él y hallan en el seno de la iglesia el único ambiente capaz de hacer presente al Divino Maestro y sentirlo vivo a través de su Palabra.

Es un hecho que se trata de un misterio.
Como Pedro decimos:”¿a dónde iremos?, sólo Tú tienes palabras de vida eterna”. Palabras dirigidas a Jesús, a su Iglesia, a mi iglesia, tu Iglesia... Sí, la credibilidad de la Iglesia está en que Jesús se quedó en ella todos los días hasta el fin de los tiempos” (Carlo Carreto, “Mañana será mejor”).

lunes, 4 de abril de 2005

Viernes a la tarde (2005)

Para empezar este desierto te propongo que te relajes un poco, tomate unos minutos antes de empezar para pensar en lo que fuiste viviendo hasta ahora. Pensá en esta Pascua Joven, como llegaste, porque viniste, que cosas fuiste descubriendo, en fin, metete adentro tuyo y busca lo que quieras, pero relajate...

Si ya estas mas tranquilo, estaría bueno que hagas una oración, que reces un Padrenuestro, que charles un poco con Dios, que le reces a la Virgen pidiéndole ayuda y poniendo este desierto en sus manos.

Bueno, me parece que ya podemos empezar. Te voy a invitar a que pensemos un poco en donde estamos parados. Estamos a viernes, hoy es el día en que Jesús va a morir. Se va a entregar en la cruz para salvarnos. Vamos a tratar de encontrar aquellas cosas que necesitamos entregarle, aquellas cosas que queremos ofrecerle para que se lleve en la cruz. Obviamente esto no va a ser tarea fácil. Vamos a tener que “meternos” dentro de nosotros mismos y examinarnos un poco (bastante). Y me gustaría que empecemos a mirar un poco a este Jesús misericordioso que nos ofrece su perdón, a este Jesús que en el trabajo en grupos de la tarde nos decía que era “el pan de vida, la luz del mundo, la puerta, el Buen Pastor, la resurrección, la Verdad y la Vida, el camino, la vid”, pero aun así, se entrega para salvarnos.

En este desierto vamos a ir haciendo un “examen de conciencia”, como te decía antes vamos a mirar un poco nuestro interior y buscar lo que tenemos que entregarle a Jesús para que muera y resucite con él. Primero quiero que leamos un pasaje muy cortito del Evangelio:

“8 Si tu mano o tu pie son para ti ocasión de pecado, córtalos y arrójalos lejos de ti, porque mas te vale entrar en la Vida manco o lisiado, que ser arrojado con tus dos manos o tus dos pies en el fuego eterno. 9 Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo y tiralo lejos, porque mas te vale entrar con un solo ojo en la Vida que ser arrojado con tus dos ojos en la Gehena del fuego”. (Mt 18, 8-9).


Bueno, en principio puede sonar un poco duro, ¿no? Uno puede quedarse con lo que dice el pasaje al pie de la letra, pero si fuese así deberíamos ver cuerpos mutilados caminando por la calle constantemente y ¿cuántos de nosotros lo estaríamos? ¿no?

Pero no te asustes, te voy a invitar a que lo veamos de una manera distinta. Mira, yo estoy seguro de que el Señor sabe que nuestro cuerpo NO es el motivo del pecado, el sabe perfectamente que el motivo y la raíz del mal es algo que tenemos que combatir desde nuestro interior. El Señor nos dice esto porque el sabe perfectamente que ni tu mano ni tu pie pueden ser ocasión de pecado, la ocasión de pecado esta en nuestro interior. El sabe que tu ojo no es motivo de pecado, el motivo es otro y lo tenemos que descubrir para poder entregárselo. Míralo de esta manera, tan confiado está Jesús de eso que te hace una propuesta o mejor dicho, un desafío. Nos dice que si descubrimos el pecado en alguno de las partes de nuestro cuerpo, que la arranquemos y la alejemos lejos de nosotros. ¿Por qué? Porque sabe perfectamente que no lo vamos a tener que hacer, sabe perfectamente que lo que tenemos que arrojar lejos de nosotros es el motivo que nos lleva a pecar y, de nuevo, eso esta en nuestro interior. Cuando caemos en la tentación del demonio es porque hay algo dentro nuestro que necesita ser reparado. Y es eso lo que te estoy invitando a descubrir, es eso lo que tenemos que entregarle a Jesús hoy para que se lleve en la cruz. Es a eso a lo que tenemos que morir y volver a resucitar.

Un gran santo dijo “que el diablo quita la vergüenza para pecar… y la devuelve aumentada para pedir perdón…” No caigamos en su trampa.

Para hacer este examen de conciencia quiero que vayamos analizando un poco los “Yo Soy” de Jesús, esos mismos que fuimos trabajando en grupos, pero ahora, personalmente. Vamos leyéndolos, meditando las preguntas y anotando todo lo que tengamos que anotar. Leelo muy tranquilo y examiná tu interior, esto es un examen de conciencia.


“Yo soy el pan de vida. El que viene a mí nunca tendrá hambre” (Juan 6,35)

El pan que nos da Jesús es el verdadero pan del Cielo. ¿Soy consciente de que Dios esta realmente presente en la Eucaristía? ¿Lo veo realmente ahí presente? Muchas veces le pedimos a Dios que se nos manifieste de la manera que nosotros querríamos, que nos vaya bien en el colegio, que cambie a mis padres, a mi hermanito, a mis profesores. Para él esto no es nada nuevo, ya en la Cruz le decían que baje para demostrar que era el Hijo de Dios. ¿No seria mejor que cambiásemos nosotros para verlo presente en la Eucaristía como hicieron los discípulos de Emaús? ¡¡Vayamos al Señor!! Estamos en el año de la Eucaristía, recibámoslo, mantengámonos en su cercanía para comulgar y saciar nuestro hambre espiritual. ¿Que es lo que YO tengo que cambiar dentro mío para poder verlo? ¿La soberbia? ¿Acepto correcciones de los demás? ¿Hay alguien con quien tenga que reconciliarme? ¿Cumplo los preceptos? ¿Me acerco a Dios en la oración para alimentar mi vida espiritual?


“Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá luz y vida” ( Juan 8,12)

¿Sigo a Jesús como corresponde? ¿Es El la luz que me guía? ¿Soy yo la luz en el camino de aquellos que lo necesitan? Hay mucha gente que esta en tinieblas, algún compañero del colegio, alguien de mi propia familia. ¿Actúo yo de manera de ser constantemente la luz en sus caminos? ¿Llevo una vida coherente con mis creencias cristianas? Nuestra religión es una religión de Vida, de perdón. Anunciamos la victoria de Jesús sobre la muerte y el pecado y por eso debería ser una religión de alegría. ¿Vivo constantemente con una sonrisa o mas bien contagio tristeza? ¿Cómo soy cuando estoy en grupo? ¿Me dejo llevar, me “masifico” y hago TODO lo que hacen los demás para no quedar como el “raro”? ¿O me mantengo firme como una luz que no se apaga? ¿Me mantengo firme en mis creencias sin ninguna vergüenza aun cuando todos están en mi contra?


“Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas” ( Juan 10,11)

El señor nos conoce como un pastor conoce a sus ovejas y nos manifiesta su amor muriendo por nosotros. ¡Un pastor que muere por sus ovejas! ¿Le ofrezco yo a Dios mi vida? ¿Cuándo me alejo de él me siento perdido, trato de volver rápido? ¿Se que lejos de El soy como una oveja sin pastor que se pierde? Debemos encontrar a Dios para encontrar la felicidad, porque El nos conoce, nos ama y sabe lo que es mejor para nosotros. Es como si nos dijese: “Los que me aman me obedecen. Porque el que no ama la verdad es que todavía no la conoce”. También nos dice: “Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy vida eterna”. El también es La Puerta, ¿Soy consciente de que solo entrando por El voy a encontrar la vida eterna? Sus ovejas encuentran pastos siempre verdes que no son mas que el gozo y la alegría del paraíso, ¡su propia presencia! ¿Busco yo esos pastos? ¿O me dejo seducir por falsos ídolos (alcohol, vicios, placeres materiales, etc.) creyendo encontrar en ellos la felicidad? Busquemos mas bien los bienes celestiales, el amor al prójimo, la ayuda al pobre, invitar o acompañar a aquel compañero que siempre queda solo. “No nos dejemos seducir por la prosperidad, ya que sería un caminante insensato el que, contemplando la amenidad del paisaje, se olvidara del término de su camino”. Dios es el Buen Pastor, no nos alejemos de El, porque solo El nos lleva por caminos de verdadera felicidad y paz.


“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Juan 14,6)

Cuando Jesús habla de “la casa del Padre” y dice que va a prepararnos un lugar y Tomás le pregunta cual es el camino, nos dice que El es el Camino, la Verdad y la Vida. Porque nadie va al Padre sino es por El. Y mas aun, el que va a El, va al Padre. Entonces, sabiendo esto: ¿Vivo constantemente en la verdad, sabiendo que ahí encontraré al Padre? ¿Le miento a mis viejos para poder hacer lo que yo quiera? ¿Miento en el colegio para zafar? ¿Les miento a mis amigos? ¿Le miento a mi novia/o? ¿Me miento a mi mismo creyendo que voy a encontrar la felicidad en placeres terrenales? ¿Cumplo con mis obligaciones y compromisos? ¿Soy responsable en el estudio? Solo si seguimos el ejemplo de vida de Jesús podremos alcanzar al Padre, porque El es el camino al Padre. ¿Vivo según las enseñanzas del Evangelio? ¿Estoy dispuesto a seguir a Jesús sabiendo que solo así seré feliz?


“Yo soy la vid y ustedes las ramas. El que permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto, pero sin mi no pueden hacer nada” ( Juan 15,5)

Vos, yo, todos somos sarmientos vivos en la Iglesia, ¡somos sarmientos cargados de frutos! En la Iglesia estamos en comunión vital con Cristo que es la Vid. Dependemos de la vid, no somos autosuficientes, ahí encontramos nuestra fuente de vida. En el bautismo fuimos injertados en Cristo como las ramas a la vid. Ahora, ¿Vivimos la realidad de nuestro bautismo profundizando nuestra comunión con el Señor obedeciendo su palabra? ¿Soy instrumento para acercar a la Iglesia a aquellos que están alejados? ¿Permanezco en Cristo y lo dejo permanecer a El e mi? ¿Es Jesús la motivación de mis actos?

Los hombres tenemos muchas cosas buenas, es mas, somos buenos por naturaleza, todo hombre busca constantemente el bien, pero al mismo tiempo la presencia del mal en nuestra vida es real, tenemos defectos y, a veces, nos inclinamos al mal. San Juan dice que "si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, fiel y justo es El para perdonar nuestros pecados y purificarnos de toda injusticia. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos mentiroso y su palabra no está en nosotros" (1 Jn 1,9-10). La confesión es por eso un sacramento importantísimo. “El reconocimiento de nuestros errores es el primer paso de la conversión. Sólo quien reconoce que obró mal y pide perdón, puede cambiar”. Después del pecado nuestra vida es distinta, “solo Dios puede renovarla con su perdón. Pero respetó nuestra libertad y el único requisito que exige es que nosotros queramos ser perdonados: es decir, rechacemos el pecado cometido (esto es el arrepentimiento) y queramos no volver a cometerlo. ¿Cómo nos pide que mostremos nuestra buena voluntad? A través del gran regalo de la confesión”.

Para ir terminando me parece que seria bueno recordar dos grandes confesiones del Evangelio. Como dice Louis Evely en un libro suyo, una de estas confesiones es la de Judas. Sí, aunque te parezca raro, Judas también hizo su confesión después de entregar a Jesús. También el entró dentro de sí mismo, pero el pobre no pudo salir y quedo devorado por sus remordimientos. Judas examinó su interior y se acercó al templo para hacer su confesión, le dijo a los fariseos que encontró por ahí que había pecado y les devolvió los treinta denarios cumpliendo así su penitencia. De todas formas, le resulto tan triste que se fue sin arrepentirse y terminó ahorcándose. El pobre no había sabido encontrar ninguna mirada de misericordia.

La otra confesión es la de Pedro. Acababa de negar al maestro y estaba sentado frente al fuego lleno de miedo y vergüenza cuando se encontró con Jesús. Lo vio humillado atravesando el patio de Caifás y la mirada de Jesús lo encontró: “Pedro, ¿qué pasó? ¿dónde te caíste? ¡No te quedes ahí! ¡Vamos! Yo te amo. Yo te perdono”. Así, Pedro salió de su pecado y lloró por haber caído en él pero, sobre todo, lloró por la maravilla de sentirse amado hasta tal punto. Obviamente esta última es el tipo de confesión que estamos buscando. Un padre misericordioso al cual le podemos entregar todos nuestros pecados sabiendo que el va a llevárselos a la cruz para que mueran y con su resurrección quedemos limpios. Esto es lo que Jesús nos ofrece, esto es lo que nos dice en cada uno de los “Yo soy”. Tenemos que buscar las cosas que queremos entregarle, para que el se las lleve a la cruz y nos diga, como le dijo a Pedro, “¿En que te habías metido? Salí del pecado, entregame tus faltas que yo me encargo de eso. ¡Dale, salí de ahí! ¡Yo te amo! ¡yo te perdono!”

domingo, 3 de abril de 2005

Viernes a la mañana (2005)

Estamos de vuelta. Te voy a pedir que te vayas a un lugar tranquilo, donde te puedas encontrar con vos mismo y con Jesús. Allí trata de serenarte, de hacer una respiración más tranquila, de buscar una posición cómoda. Prepara la mente y el corazón para este ENCUENTRO que estas a punto de comenzar.

Para ello te propongo tomarte unos minutos y rezar la siguiente oración:

“AYUDAME SEÑOR A DEJARME ENCONTRAR POR VOS, A CONOCERME MÁS PROFUNDAMENTE, A SABER QUE SOY PROFUNDAMENTE AMADO POR VOS”


Ahora sí… Recién acabas de ver una representación, un diálogo bastante especial entre JESÚS y el TATA DIOS. Te voy a pedir que leas esta conversación detenidamente imaginándote que vos estas ahí, escuchándola, respirando ese mismo aire y percibiendo los gestos y sentimientos de cada uno de los presentes…

Jesús:

Ahora, Padre, que se acerca el momento de volver a tus manos (si es que puede volver quien jamás se ha alejado) déjame agradecerte este don de ser hombre que Tú me regalaste durante treinta años.
Ha sido hermoso ¿sabes?
Hermoso y doloroso, es bien cierto, mas, sobre todo, hermoso: tener carne, sentirte débil, conocer el paso de tu tiempo por tus horas, amar de más cerca y uno a uno, tender la mano a los amigos, comer con ellos en la mismo mesa, y ver sus ojos líquidos que tratan de decirte que te quieren, aunque luego mil veces su pobre corazón se descarríe.
¿Sabes, Padre? Siempre quise a los hombres, pero ahora se diría que me he enamorado de ellos, precisamente porque son tan pequeños y necesitan tanto.
Ahora ya no sabría vivir sin ser humano y por eso te pido –es mi último deseo en este mundo- que me permitas seguir siéndolo en las anchas paredes de lo eterno.
Déjame que me lleve este cuerpo, y estas manos, y estos ojos que en la tierra aprendieron a reír y llorar (nunca lo hicimos antes), y estos pies caminantes, y el pobre corazón, que fue lo que mejor nos salió en los siete días iniciales.
No creas que me olvido del mal y de la muerte.
¿Cómo podría hacerlo ahora que lo siento subir hacia mis venas?
Yo conozco la fría violencia del hombre y el egoísmo sucio que respiran su alma y sus pulmones, he visto la serpiente de su odio enroscándoseme en torno de mi vida; mas también he medido su ignorancia, su mirada de niños descarrilados y he gustado el vino más hermoso: el del perdón.
¿Qué Dios seríamos nosotros si no tuviéramos nada que perdonar?
El mal del hombre permite que se vea lo más hondo de nuestro ser, la última razón de nuestra triple existencia, ya que amor sin perdón es medio amor.

El Padre:

Bien se nota, hijo mío, que estás enamorado, pues hasta en sus defectos encuentras Tú virtudes.
Más yo voy a decirte que todo es cierto...muy relativamente. El sólo es grande porque lo has sido Tú.
Yo, que le amo tanto como puedas amarle, sé que hay hombres y hombres, sé cuántos viven muertos, y que, sin Ti, el puente entre el cielo y la tierra seguiría desierto y destruido.
Ahora Tú has construido el nuevo puente, ahora Tú te has cruzado entre el hombre y nosotros, y ya no puedo verles sin verte a Ti.
Cuando miro sus manos recuerdo que son tuyas, cuando leo sus ojos reflejan tu mirada, ya no hay “hombres”, hay “Tú” multiplicado.
¿Cómo podría amarte sin amarles?
¿Cómo podría amarles sino amándote a Ti?
Gracias a Ti empiezan a ver que yo soy su Padre.
Has cumplido tu oficio de buen hijo anunciándome y atando para siempre mis manos de justicia que ya se han vuelto manos solamente de amor. Y sé muy bien cuánto dolor ha sido necesario para lograrlo.
¿Crees que no he visto tu espalda flagelada, tus sienes destrozadas, tus manos malheridas?
¡Si apenas puedo mirarte, Hijo sin romper a llorar!
¡Si casi me arrepiento de haberte permitido ese descenso!
Así es fácil ser hombre: ¡subidos encima de tu sangre!
Tienen vida porque cabalgan en tu muerte, son divinos porque Tú eres hombre y porque has muerto Tú.
Y ahora, hijo, termina tu tarea.
Tu Padre está contento porque el Hijo mayor está volviendo con mil millones de hijos pródigos cargados en su espalda. Y todos brillan como Tú, Y Tú vuelves como doble Dios con tanto engendramiento.
Ven, Hijo, ven y tráelos, que el Espíritu y yo os esperamos para abrazarlos por toda la eternidad.


Si alguna parte te llamo más la atención subráyala.

Te invito a reflexionar, en primer lugar, sobre el AMOR de JESÚS… ¿Qué difícil no? Que cosa inimaginable y plenificante a la vez. Sólo por la FE y mediante el trato con los DEMÁS somos capaces de sentir y comprender aunque sea un poco y “sólo un poco” este AMOR. Y digo que es difícil de entender porque no tiene LÓGICA alguna, por qué… ¿A qué Dios todopoderoso se le ocurriría hacerse “hombre”, “limitado”, “sufriente”? Él que todo lo puede!!! Y no sólo eso sino el morir humillado y maltratado por aquellos mismos hombres por los cuales dio su vida y tanto AMA.

Pero… ¿Cómo es el AMOR de Jesús entonces?
De seguro ese AMOR no es al que estamos muchas veces acostumbrados, por el cual queremos a las otras personas pero pensando, en el fondo, sólo en nosotros mismos. Centrando nuestras relaciones en lo que a MI me gusta, en lo que a MI me conviene, esperando siempre algo a cambio, “midiendo” cada gesto y actitud, transformándose muchas veces en una especie de negociación: “yo te doy si vos me das”. Cuantas veces nos relacionamos con los otros de esta manera ¿no?…
Te propongo a que te tomes unos minutos y pienses un poco…

• ¿Cuándo amo yo de esta manera?

• ¿En qué situaciones?

• ¿Con qué personas? ¿En mi familia? ¿Con mis amigos/as? ¿Con mi novio/a?

• ¿Cuándo voy a bailar? ¿Cuándo estoy en el colegio?

Pero Jesús nos invita a un AMOR totalmente diferente, al VERADERO AMOR, absolutamente desinteresado e incondicional. San Pablo lo describe muy bien:

“El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibid, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás”. (1 Corintos 13, 4- 8).

Si te hace falta releelo una vez más y subraya lo que quieras porque a este amor estamos llamados TODOS nosotros.

Es importante, me parece, saber además que cuando Dios te ama te cambia en lo más profundo de tu ser. Al experimentarlo no podemos quedar iguales. Jesús nos dice: “Entre vos y yo hay un vínculo que nada podrá destruir”. Tanto nos amó y nos ama Jesús que no podemos quedarnos indiferentes ante semejante sentimiento.
Tratá de recordar, ahora, todas aquellas veces que te sentiste amado y abrazado por Jesús.

• ¿Cuándo experimentaste su amor?

• ¿En qué momentos?

• ¿A través de que personas?

• ¿Cambió algo de vos?

Pero… también, no debemos olvidar que muchas son las veces que NOSOTROS somos los que nos alejamos de Jesús, lo rechazamos, le damos la espalda, “lo crucificamos”. Pensá en tus momentos oscuros, de separación, de no saber que hacer, de pecado, de desesperación, de soledad…

• ¿Cuáles son?

• ¿Cómo te sentís en esos momentos?

Pero Jesús nunca quiso dejarnos solos. Es necesario para nosotros saber que una de las grandes razones que tuvo Jesús para morir en la cruz fue la de hacer posible que TODOS, absolutamente TODOS, pudiéramos sentirnos acompañados por Él en nuestros dolores y en nuestra propia muerte.

Es verdad que tenemos a menudo, momentos de angustia y dolor producidos por diversas situaciones.
Pensemos en algunas de ellas.

Son en estos momentos en los que le cuestionamos a Dios “¿POR QUÉ?” Como si él fuese el culpable de esos momentos. Creemos que Él no puede comprendernos, que no puede entendernos.

¡Qué ingenuos somos!

Quién mejor que JESÚS para comprendernos. No sólo porque es Dios, que ya sería suficiente razón, sino por haberse hecho un hombre igual a nosotros, que experimentó los PEORES, los más HORIRIBLES sufrimientos, dolores y angustias en la CRUZ.

Él tanto nos ama… ¡SÍ! tanto te ama a VOS, que sufrió, lloró y murió para llevarte con Él a la casa de su Padre. Este es el gran deseo de Jesús, él quiere vernos FELICES y no le importó cuanto le costaría. No midió, no especuló, no escatimó sino que se entregó por entero.

En este momento, te voy a pedir que cierres los ojos, que te tomes un rato y te imagines y contemples detenidamente la imagen de Jesús en la cruz. Mirá sus gestos, su mirada y dejá que ella te hable ¿Qué te dice?.

Por último y para terminar, te invitó a que reces esta frase con mucha fuerza y la repitas en tu corazón todas las veces que sea necesario de manera que la vayas entendiendo, madurando y asimilando, tomando conciencia de todo lo que significa e implica:


“ME AMÓ Y SE ENTREGÓ POR MI”

sábado, 2 de abril de 2005

Jueves a la tarde (2005)

Nadie conoce mejor al invento que su propio inventor

Nuevamente es tiempo de desierto, empecemos con una señal de la cruz. Pidamos a María, nuestra Madre, que interceda ante el Padre por nosotros para que El nos envíe su Espíritu Santo y podamos entrar en su. Dios te salve Maria, llena eres de gracia...

Empecemos con un cuento....

Más de una vez había oído hablar del inventor pero solo cuando anduve por su taller de visita pude entender por qué me habían comentado tanto sobre Él y sus inventos.

Segundos después de tocar la puerta, Él mismo me invitó a pasar, parecía como si desde hace tiempo estaba esperando mi visita. Su taller era tal cual como alguna vez me habían contado. En el techo grandes claraboyas dejaban entrar la luz que alumbraba todos los rincones. En las paredes había muchos estantes repletos de todo tipo de máquinas. En una esquina estaba su mesa de trabajo, algunas chapas, algunos hierros. Había herramientas que después me enteré Él mismo había diseñado para con ellas poder fabricar desde la mas sencilla hasta la más compleja de las maquinas que estaban sobre las repisas. Con trozos de madera y acero, algunos clavos y tornillos lograba hacer máquinas de todo tipo; me deslumbré al ver tanta variedad en los estantes.

Mientras recorríamos el taller me iba contando la historia de cada máquina. Todas las había diseñado con gran ingenio, no había escatimado en nada; cada pieza de cada máquina engranaba a la perfección con la pieza siguiente. Era impresionante verlas funcionar y era más impresionante ver la sonrisa llena de alegría que se dibujaba en el rostro del inventor mientras las máquinas estaban en acción.

Muchas maquinas parecían similares pero el sabio inventor me explico que no había en todo el taller dos máquinas que cumplieran la misma función. Cada máquina realizaba un trabajo clave y especifico. Él mimo había pensado todo para que así fuera.

Seguimos recorriendo el taller, me fue mostrando más y más inventos; mientras me contó una anécdota: “El sacacorchos, me contaba, muchas veces se cree abre latas. Yo lo dejo nomás. No tarda mucho en volver desorientado, totalmente desafilado. Yo acá lo espero, me explicaba mientras abría grandes los brazos. Entonces cambio su rosca y le coloco un poco de aceite. Eso basta para que recuerde el fin para el que fue creado. Entonces sí, vuelve a descorchar los mejores vinos y a compartir conmigo una inmensa alegría cada vez que lo realiza.”

Entre inventos e historias fue pasando la tarde. Después me quede pensando un largo rato. Una vez ya había escuchado decir “nadie conoce mejor el invento que su inventor” esta vez yo misma lo había comprobado.

Esta historia pava del inventor, del sacacorchos y sus inventos me dejo pensando. Te invito a vos a que pienses un rato.
Asegurate nuevamente de estar bien cómodo/a, de que nada a tu alrededor te pueda distraer. Asegurate de que nada en tu interior te pueda distraer. Desconectate por un rato de eso que anda dando vueltas en tu cabeza. Tomate tu tiempo. Aprovecha éste tiempo.


Te voy a contar algo que me pasó un día. Resulta que me levante de la cama, totalmente sobresaltada; no me acordaba nada de lo que me esperaba para ese día. No sé si alguna vez te paso pero había logrado dormir tan profundo que me había desconectado de todo. Entonces abrí los ojos: y vi. Me senté, y me di cuenta que escuchaba. Sentí mi respiración y me di cuenta que sin siquiera darme cuenta, respiraba. Me puse la mano sobre el corazón y me di cuenta que latía. Definitivamente estaba vivo...entonces me pregunte... “¿POR QUÉ VIVO? ¿PARA QUÉ VIVO?”... ¿vos alguna vez te lo preguntaste? ¿Alguna vez te diste cuenta que tu corazón late y late?, ¿alguna vez te preguntaste por qué? ¿alguna vez te preguntaste para qué? Te invito a que vos también te lo preguntes.

Pero espera!!! No dejes que todo lo que ahora estas pensando quede volando en el aire!!! Te conviene ir escribiendo, aunque te de toda la fiaca, escribí!!!!. Anda escribiendo lo que te sale pensar, lo que se te viene a la cabeza. Es un buen ejercicio.

Me acuerdo que una vez viajaba en tren y pude escuchar como una abuelita le preguntaba a una chiquita que no tendría mas de cuatro o cinco años:
“Contame nena, qué queres ser cuando seas grande?” La chiquita abrió grandes los ojos, la miró y no tardo en contestar “Yo quiero ser Feliz”...

Por algo muchos dicen que los chicos encierran una sabiduría llena de simpleza.
No sé si esta chiquita sabía como llegaría a ser feliz pero si tenía bien claro que al fin de cuentas vivía para serlo; vivía: para ser feliz. Yo me vuelvo a preguntar “¿POR QUÉ VIVO? ¿PARA QUÉ VIVO?”

Entonces leo el cuento del inventor. Si es necesario volvé a leerlo. Imaginate la situación, el lugar, las caras. Imaginate que sos vos quien golpea la puerta del taller. Sos vos quien entra y charla con el sabio inventor. Subraya alguna frase que te llamó la atención. Repetila.

Yo vivo, yo fui creado/a y por eso vivo... El inventor se tomo su tiempo, me pensó, me diseño. Como cada una de las maquinas del taller me pensó para una tarea específica. Yo con cada una de mis piezas, de mis características fui pensado/a para cumplir una función especial, para cumplir mi misión. Vos con cada una de tus piezas fuiste creado para cumplir una función especial, para cumplir tu misión. La chica de allá con cada una de sus piezas fue creada para cumplir una función especial, para cumplir su misión. WOW!!!!!! Alguna vez te habías dado cuenta que estabas pensado para algo TAN grande!!!!. Entonces puede ser que te preguntes ¿dónde esta lo grande?, si la chica de allá, vos y yo con 15, 16 o17 años no hacemos ninguna maravilla. Justamente en eso esta lo grande. En que cada uno de nosotros somos únicos, cada uno de nosotros tiene piezas específicas. Vos:....................... .................................(completa poniendo tu nombre) sos único e irrepetible. Y por eso sos algo TAN grande!!!! Por eso sos algo TAN especial!!! Por eso es TAN importante que aproveches tu vida!!!! Por eso es TAN importante que cumplas TU misión!!!!!!.......porque es tuya!!!!!!.........y de nadie más.

Sigamos pensando, rezando un poco más. Pensá un rato en el sacacorchos que se creía abre latas. Aunque a los golpes es posible abrir una lata con un saca corcho cuanto mas fácil, cuanto mas sencillo y placentero es usar el abre latas y utilizar el sacacorchos para descorchar una botella. Parece tonto el saca corcho saca corchos y el abre lata abre latas. Ninguna ciencia. Volvé a leer esa parte del cuento: “El Sacacorchos. Muchas veces se cree abre latas. Yo lo dejo nomás. No tarda mucho en volver desorientado, totalmente desafilado.” “ Yo acá lo espero.” Decía el inventor mientras abría grandes sus brazos. “Entonces cambio su rosca y le coloco un poco de aceite. Eso basta para que recuerde el fin para el que fue creado. Entonces sí, vuelve a descorchar de los mejores vinos, y a compartir conmigo una inmensa alegría cada vez que lo realiza.”... Y por acá debe estar la cuestión. El sacacorchos sólo encuentra la verdadera alegría, sólo encuentra la verdadera felicidad cuando saca los corchos, cuando cumple con aquella función para la cual fue pensado. Cuando lo hace comparte la alegría y felicidad con el inventor. Vos:

¿Cuándo encontras la felicidad? Qué cosas te hacen verdaderamente feliz?
Pensá en algún momento concreto en el que te sentiste pleno. En el que te sentiste colmado...qué hacías? Con quién estabas?

Y ahora cómo estas? Qué deseas? Qué deseas para hoy? Y para mañana?...Y cuando seas viejo? Cómo te vez de viejo?

No te olvides que tu corazón late, que ESTAS VIVO!!! Qué deseas de tu vida?, Qué es lo que más queres, lo que mas deseas?

Nunca debemos dejar de lado los deseos profundos con los que nacimos y morimos, porque son verdadero fruto de la gracia. Los podemos postergar pero no renunciar a ellos porque fue Dios quien los puso en nuestro corazón y es Él quien garantiza que sean colmados. Desear es ver la oportunidad de ser felices. Cuando un deseo es profundo y es colmado la felicidad brota desde adentro y fluye para afuera como una fuente. En cambio, cuando nuestros deseos son mas superficiales al ser colmados sentimos una excitación pasajera pero después estamos llenos de frustración. Como no encontramos verdadera felicidad, nos sentimos vacíos y tratamos de llenarnos con experiencias sensibles. Damos manotazos a cosas exteriores que no nos sacian. Eso nos vacía aun más.

Te propongo que sigas descubriendo cosas nuevas en vos. Pregúntate.... Cuáles son esos deseos que te dejan vació? Con qué experiencias tratas de llenarte en esos momentos? Anota y descubrí situaciones, actitudes y relaciones con las que te sentiste vacío... Cómo reaccionaste? Pensá ahora en los deseos que te plenifican. Cuáles son esos deseos que descubrís en lo mas hondo de vos? cuáles son tus deseos profundos?. Cómo vivís esos deseos? ¿Con culpa con libertad, con esperanza, con resignación, abriéndote a los demás, aislándote?

Me acuerdo que un día un amigo me dijo “Santo es aquel que cumple su misión”. No es esto sobre lo que estamos hablando sobre ser Felices, sobre encontrar la verdadera felicidad cumpliendo con nuestra misión?. No es lo mismo decir con otras palabras que estamos invitados a ser Santos?. CUIDADO!!!!! No te vayas a imaginar al clásico santo de estampita, o no pienses que ser Santo es ser un opa. Ser Santo no es nada mas ni nada menos que cumplir con la misión la cual nos fue dada, ser santo es aprovechar la vida, ser Santo es ser feliz. Ser santo es desear profundo y dejarse colmar. Estamos invitados a ser felices, estamos invitados a ser Santos...

Para ir terminando recémosle un rato al Padre, a nuestros inventor.... Pidámosle que nos ayude a descubrir nuestros deseos profundos, que los colme. Pidámoselo a Él que tanto nos conoce, porque nadie conoce mejor el invento que su propio inventor.