viernes, 5 de abril de 2002

Desde Jesús, la cruz es fuente de Vida nueva

Este es el último desierto de esta Pascua. Tratá de encontrar un lugar tranquilo y disfrutarlo. Abrite de corazón a Él y deja que te vaya abrazando en este momento de oración.

En esta Pascua estuvimos rezando y reflexionando distintas cosas de nuestra vida y de nuestra relación con Jesús. Te propongo que las recuerdes brevemente y anotes que fue lo que fuiste viviendo cada uno de estos días.

Te invito a que leas este cuento: “La vida puede ser un paseo con Cristo”

Al principio yo veía a Dios como mi observador, como mi juez que llevaba la cuenta de lo que hacía para saber si por ellas merecía el cielo o el infierno. Él allá afuera como un personaje. Yo conocía su retrato pero no lo conocía a Él.

Más  adelante cuando conocí a Cristo, la vida se transformó en un paseo en bicicleta; era una bicicleta para dos y Cristo iba en la parte de atrás, ayudándome a pedalear.

Yo recuerdo cuando Él sugirió que cambiásemos los lugares. La vida no ha sido la misma desde entonces. Cristo hace que la vida sea fascinante.

Cuando yo manejaba, yo conocía el camino, era algo aburrida, y yo sabia lo que iba a ocurrir, tomaba el camino más corto entre dos puntos.

Cuando Él manejaba, Él conocía deliciosos y largos tramos, subiendo y bajando montañas a través de rocosos lugares a una velocidad para romperse el cuello. Todo lo que yo podía hacer era aferrarme a Él y aguantar aunque pareciera una locura, Él me decía “Pedaleá...”. Yo preocupado y ansioso preguntaba: ¿Adónde me llevás? Él se reía y no contestaba y yo empecé a confiar.

Se me olvidó mi aburrida vida y me lancé a la aventura, y si alguna vez decía estoy asustado, Jesús se inclinaba y tocaba mi mano.

Él me llevó a conocer gente que me hacía regalos de sanación, de aceptación, de alegría y de paz para nuestro viaje. Él me decía, “Dá regalos” y yo los daba a la gente con que nos encontrábamos. Y descubrí que dando yo recibía y que la carga se hacía ligera.

Al comienzo yo no confiaba con el hecho de que Él manejara mi vida, pensaba que podía chocar, pero Él sabe darle la inclinación perfecta a la bicicleta en las curvas cerradas, saltar las grandes piedras, volar para cortar los pasos peligrosos.

Estoy aprendiendo a callarme y a pedalear en los lugares más extraños.

Estoy empezando a disfrutar del panorama y de la fresca brisa en la cara, y cuando siento que ya no puedo más..... Él, sonriente, me mira y me dice “¡Pedaleá, pedaleá....!”

 

En esta historia esta persona se reconoce en tres momentos diferentes con Cristo, momentos en los que él miró y sintió a Jesús de diferente manera. En un primer momento miró a Jesús como su juez, qué hacía bien, qué hacía mal, como su observador. Después, al conocerlo, lo vio a Jesús como alguien que lo alentaba, le daba fuerzas, lo acompañaba. Y al final lo vio como alguien que iba manejando la bicicleta.

Mirando para atrás y luego de haber reflexionado cual fue tu experiencia en esta Pascua ¿Cómo te sentís hoy? ¿Con cuál de estos momentos te sentís identificado?. Tomate unos minutos para reflexionarlo y anotalo en una hoja.


Cristo hace que la vida sea fascinante.

Él permanentemente nos esta ofreciendo cambiar de lugar. Es Él el que conoce estos caminos, caminos largos y deliciosos. Y Él los conoce porque ya los recorrió. Su vida fue un camino de aceptación de la misión de su Padre. Donde también tuvo que pasar grandes piedras, curvas cerradas y pasos peligrosos. Y donde iba a una velocidad donde se jugaba en cada momento.

Y todo esto lo hacia porque se dejaba conducir por el amor del Padre. Te propongo que pienses en una  persona que te quiera, que te ame y a la que vos también quieras mucho (tu mama, tu papa, tu hermana/o, una amiga/o, tu novio/a).

¿Te tiene confianza? ¿Y vos a el/ella?, ¿Cómo afrontan las dificultades, como comparten sus alegrías? ¿Le dejarías manejar la bici o aunque la/o quieras mucho siempre la/o harías ir a atrás? ¿Sos importante para él / ella? ¿Y él / ella para vos?

Mira estos gestos como regalos que comparten mutuamente entre personas que se quieren.

 

La vida de Jesús tuvo un gesto y un regalo de Dios especiales, que son por los que Él puede ser nuestro mejor guía en el camino. Cuando le llegó la hora, Él ofreció y entregó su vida por nosotros. Pero esto no queda ahí, todos los cristianos sabemos que esto no termina el viernes en la cruz Sabemos que la cruz es un paso en el camino, un paso de dolor y tristeza tal vez, pero sobre todo un paso de Amor.

Por eso vamos a festejar en un rato la Vigilia Pascual. La fiesta de la Resurrección de Cristo, el paso donde Cristo llega a la Vida Nueva. El paso de la Muerte a la Vida.

Y este es el mayor regalo que Dios nos hizo, resucitar a su Hijo para que nosotros tengamos también vida nueva. Porque no solo nos salvó de nuestros pecados sino que también nos regaló una vida en abundancia.

Porque es esta vida la que nos ofrece Jesús. Una vida sin temor a la muerte, sin lugar al dolor y a la tristeza sin sentido. Me imagino lo feliz, inimaginable para nuestra mente humana, que debe ser Jesús sabiendo lo que hizo y hace por nosotros. El amor que pone en cada una de sus acciones es lo que lo hace feliz.

¿Reconozco estos regalos que Dios me da? ¿Qué hago con ellos? ¿Cómo me siento ante la mirada de Dios? ¿Me considero valioso para Él? ¿Y Él para mí lo es? ¿Confío plenamente en este Jesús que me ama? ¿Lo dejo manejar la bici de mi vida?

Es cuando nos abrimos a Él y dejamos que entre en nuestro corazón que descubrimos el amor y lo valioso que es la Vida. Y dejarlo manejar nuestra bicicleta significa que no vamos a ir por el camino más fácil, o el que ya conocemos, o el que más nos guste.

Significa que vamos a ir por el camino del Amor, que es por donde Él va, por el camino que vale la pena.

Vale la pena para mí y para los demás, porque este amor no es para guardárselo:“Dá regalos... Y descubrí que dando yo recibía y que la carga se hacia ligera.”. Es  mirar a una persona fijándose realmente lo que necesita, en su corazón, como Jesús lo hizo con nosotros. Es ver a Jesús en los demás y compartir ese camino de amor.

Y sobre todo vale la pena para Dios, que es el que nos regaló esta vida. ¿O, a vos te gustaría regalarle algo a alguien y que lo tire al piso o lo deje de lado? Y menos si es tu hijo y tu amor.

Es ese amor de Jesús, ese amor de Dios lo que hace que nuestra vida tenga valor y sentido. Es ese amor de Cristo Resucitado el que nos invita a vivir y disfrutar la vida, compartiéndola con los demás, caminando juntos hacia el Padre. “Y Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20)

Jesús al entregar su vida cumplió plenamente con la voluntad de su Padre y lo hizo feliz. ¿O vos no pensaste en hacer feliz a Dios que te regalo su amor y su vida, así como lo haces con las personas que queres?

Seguro que esto nos va a costar, nos va a parecer difícil y nos vamos a cansar. Y cuando vayamos cuesta abajo a gran velocidad solo vamos a poder aferrarnos a Jesús, como lo hizo el personaje del cuento.

Y seguro que en ese momento, Jesús se nos va a acercar, nos va a tomar de la mano y mirándonos tiernamente nos va a decir: “Pedaleá, pedaleá...”

 

Para terminar, te invito a rezar una oración de la Madre Teresa y también con ella ir disponiendo nuestro corazón para celebrar este signo de Amor y de Vida que es la Vigilia.

 

La vida es  una oportunidad, aprovéchala,

La vida es belleza, admírala,

La vida es beatitud, saboréala,

La vida es u sueño, hazlo realidad,

La vida es un reto, afróntalo,

La vida es un deber, cúmplelo,

La vida es un juego. juégalo,

La vida es preciosa, cuídala,

La vida es riqueza, consérvala,

La vida es amor, gózala,

La vida es un misterio, devélalo,

La vida es tristeza, supérala,

La vida es un himno, cántalo,

La vida es un combate, acéptalo,

La vida es una tragedia, domínala,

La vida es una aventura, enfréntala,

La vida es felicidad, merécela,

La vida es un regalo, disfrútalo,

La vida es la vida, defiéndela.

                        Madre Teresa de Calcuta

No teman, yo se que buscan a Jesús, el crucificado. No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho. Y vayan enseguida a decirlo a sus discípulos.” Mt 28, 5-7

jueves, 4 de abril de 2002

Sabiéndome amado por Jesús puedo amar y servir a los demás

Nunca es tarde para amar. Todos los días a cualquier hora en donde estés, se te presenta esa gran oportunidad de elegir amar. "Yo soy nada, porque el hombre, no es hombre si no ama".

Supongamos que un amigo te invita a comer, cuando llegas a su casa la mesa está preparada y alcanzas a oler tu comida preferida. Instintivamente te sentás frente a un plato que rebalsa de papas fritas y una enorme milanesa. Levantas la mirada y te encontrás rodeado de grandes amigos. Después de mirar un rato descubrís que cada uno tiene un menú diferente. Otra vez, este amigo que tanto admiras te sorprende con este acto de amor, preparo una comida especial para cada invitado. Agradecen y empiezan a comer. Disfrutan del encuentro, del compartir como siempre entre risas y recuerdos, el anfitrión decide hablar:

Hoy los reuní porque hable con el médico y terminó el tratamiento, ya no pueden hacer nada para evitar que muera. Me dieron una semana como mucho. Ya no voy a estar con ustedes, pero quiero que sepan que me quedo con ustedes. Sí, cada vez que coman su comida preferida yo voy a estar ahí, así como hoy, igual de presente.. Les entrego lo que soy, dándome en este amor que siento por ustedes y que nunca va a acabar.

Tomate unos minutos

¿Te sentirías amado?

¿No tendrías ganas de abrazar con todas tus fuerzas a tu amigo?

Ahora imagínate hace 2000 años atrás. Jesús te invita a su mesa. Antes de hacerte pasar, el hijo de del dueño del mundo se agacha a lavarte los pies llenos de polvo.¿Por qué hace semejante cosa? Sin duda está poniendo en práctica lo que dijo alguna vez: "El que a sí mismo se engrandece, será humillado, y el que se humilla será, engrandecido" ¡Qué tipo Jesús! Seguía al pie de la letra cada palabra que salía de su boca. Te sentás a la mesa con los demás apóstoles y Jesús como de costumbre empieza a hablar:

En un par de días voy a morir. Así lo quiere mi padre. Esta es nuestra última cena juntos. A partir de ahora yo voy a estar con ustedes, pero de manera diferente. Leamos Lc 22,14-20:

"He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi Pasión, porque les aseguro que ya no la comeré‚ más hasta que llegue a su pleno cumplimiento en el Reino de Dios". Y tomando una copa, dio gracias y dijo: "Tomen y compártanla entre ustedes. Porque les aseguro que desde ahora no beberé‚ más del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios". Luego tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía". Después de la cena hizo lo mismo con la copa, diciendo: "Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi Sangre, que se derrama por ustedes”.

Vos estas ahí y no entendés nada. Un día Jesús se había aparecido en tu vida y te había dicho que lo sigas. A vos te enamoró al instante, así que no dudaste y te encaminaste. Él te enseño a cambiar tu vida, a fijarte en todos los que te rodean, a defender lo bueno y tantas cosas más... Ahora que dejaste todo y empezaste a cambiar ¿se va a morir?. No solo eso sino que también delira con que se va a convertir el pan en su cuerpo y el vino en su sangre.

Mirás a tu alrededor. Pedro tiene la mirada clavada en Jesús, su corazón esta que explota de amor, sin embargo unas horas después va a negarlo como si no lo conociera. Judas duda, ¿qué hago lo traiciono por 30 monedas de plata? Juan, el discípulo amado, quisiera llorar porque le parece demasiada la entrega de Jesús, solamente lo contempla desde el silencio.

¡¡¡Cerrá los ojos y sentate ahí!!!

- ¿Te sentís como Pedro, como Judas, como Juan?

- ¿Dudás? ¿Lo traicionás? ¿Los contemplas en silencio?

Quizás tu situación sea otra distinta a la de estos tres apóstoles. Seguramente sabrás que esta pasando algo importante. Jesús se está entregando, para siempre. De repente su mirada se clava en la tuya y sentís que te quema de amor. Te empezás a acordar de las cosas que hizo mientras lo acompañabas... tantos milagros!!! Y jamás faltó a su palabra, así que ¿porqué te va a mentir ahora? Le crees. Comes y bebes de lo que te esta dando, todo su ser... la mayor entrega.

Volvé al hoy.

- ¿Entendés ahora cuanto te amó Jesús?

Sí, Jesús vivió y se entregó por vos, eligió darte todo, eligió darse todo. Es un amor tan desprendido que hasta nos cuesta aceptarlo. Jesús te ama entero, como sos, hasta las últimas consecuencias, aunque lo niegues, lo traiciones o lo mates. "Padre perdónalos pues no saben lo que hacen". Te perdona con una infinita misericordia y así como si nada te invita a amar a vos también. ¿Te acordás del mandamiento nuevo? "Ámense los unos a los otros como yo los he amado". Y no fue que te dijo: “ Ama” y él se lavó las manos, dijo: “Ama como yo, entrégate, viví por y para los demás. AMA.”

Y como 2 más 2 es 4, amar es servir. Servir no es tan aburrido como parece es más bien como dice la Madre Teresa de Calcuta: "Soñaba que la vida era alegría, desperté y vi que la vida era servicio, serví y vi que la vida era alegría".

Servir es alegrarse, encontrar a Jesús en cada persona que se nos cruza a diario. Jesús está, porque quiso quedarse con nosotros. Aunque te cuesta verlo se esconde en esa profesora que no te bancas, adentro de la chica que te vende ropa o del flaco que te carga nafta. Así como desde vos puede amar a los demás, desde ellos a cada instante te ama a vos. Parece utópico, pero es real. Nada más tenés que abrir los ojos, y despertar a la vida, despertar al amor, despertar al servicio.

Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, Él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin. Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que Él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura....() Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: "¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes. Les aseguro que el servidor no es más grande que su Señor, ni el enviado más grande que el que lo envía. Ustedes serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican.

(Jn 13:1-17)

Cuando Jesús les lava los pies a los discípulos una vez más les dice: hagan como yo. Les di el ejemplo para que amando sean capaces de servir. Es como si volvieras de una caminata y alguien te hiciera masajes en los pies.

Te estarás preguntando ¿cómo hacer para amar y servir como Jesús? La respuesta es fácil: ENTREGÁNDOTE. ¿Cuándo? Siempre, ¿Cómo? Todo, abriendo tu corazón, dejando las cosas en manos de DIOS. Sabiéndote amado por Jesús sos capaz de todo, de darte por entero. Saber perder el tiempo por el hermano es la mejor inversión hablando en cristiano. Dar nuestras cualidades y talentos a los otros, que al fin y al cabo para eso DIOS las puso en nuestro corazón. Dar toda la ayuda que esté a nuestro alcance y darla a todo el que nos la pida y a todo el que la necesita. Pero lo más difícil de todo es darse a uno mismo, destruir el egoísmo. Ese es el verdadero amor. Para lograr esto sólo hace falta salirse de uno mismo para buscar al otro.

Empezá a preguntarte cada mañana:

- ¿Qué necesita papá? ¿Y mamá? ¿Y mis hermanos?

- ¿Qué necesita ese pibe que siempre está sólo en la clase y todos se burlan de él?

- ¿Porqué llora ese chiquito que está sucio en el cordón de la vereda?

Existen los otros y no sólo eso sino que necesitan amor igual que vos. Ellos tienen que saber que Jesús se entregó por cada uno de ellos también. Hoy Dios se vale de vos para que el mundo que te rodea se entere, se sepa amado.

La entrega es felicidad, es la posta, si lo haces con amor. Sino miralo a Jesús, seguro que sufrió muchísimo, esta a la vista, pero nadie puede discutir que fue el hombre más feliz que piso la tierra. Todo porque amó y sirvió con todo su ser. Claro que es difícil parecerse a Jesús, estarás pensando que nunca vas a poder amar como él, entonces ¿para qué vas a perder el tiempo? Afortunadamente vale la pena, sino Jesús no te estaría invitando. Es más si tratas, cada día vas a estar más cerca.

- ¿Para qué se entrega Jesús?

Para salvarnos; pero ¿alguna vez pensaste que es para salvarte a vos? ¿Para salvarte de qué? Sí, sí del pecado original, es una respuesta un poco amplia ¿no te parece? Pecar es simplemente faltar al AMOR, al amor con mayúscula, al amor de Jesús. Muchas veces hasta sin darnos cuenta faltamos al amor, nos olvidamos de servir. ¿Cuándo? Cuando nos miramos tanto el ombligo que nos cuesta levantar la cabeza para disfrutar del mundo que nos rodea y aportarle de lo nuestro.

Hoy es jueves Santo y vuelve a pasar como cada jueves Santo, igual que hace 2000 años, o cualquier misa; Jesús se nos da en la Eucaristía, por amor, para quedarse con nosotros, acompañarnos a caminar y desde dentro nuestro amar a los demás. Acordate...

- ¿Lo escuchás a Jesús sentado en la mesa con vos entregándose?

- ¿Cómo te mira?

- ¿Aceptás su invitación?

Eso es lo que DIOS más quiere de vos y por eso te entrega a su hijo, para que descubras la felicidad y aprendas a AMAR. Darse es convertirse a DIOS, as algo sublime y meritorio, pero cuesta. Pretender solamente lo posible y lo fácil es condenarse a la mediocridad, en cambio, el que ama, el que ama de veras, no reconoce ni límites, ni fronteras, ni imposibles. La famosa frase que dice "nadie da lo que no tiene" con Jesús es "nadie tiene lo que no da". Inclusive uno no es dueño de uno mismo hasta que no se da íntegro, sin resguardo y sinceramente tal cual es.

Asíque para terminar te propongo una cosa: Arriésgate, no temas, sé valiente, simplemente ama; y si amas con todo tu corazón al Señor y a los hermanos, te sentirás impulsado a la entrega total, sin reservas, generosa y eficiente.

"El que no vive para servir, no sirve para vivir"

 

miércoles, 3 de abril de 2002

¿Dónde está Cristo cuando estoy perdido? (2002)

En la vida de los hombres siempre hay momentos en el cual sentimos que Dios nos abandonó, suelen ser momentos de profunda tristeza y soledad. ¿Te sentiste alguna vez así?

Anotá en un papel los momentos más difíciles de tu vida. Tratá de identificar por lo menos cinco en los que hayas sentido que Dios se había ido, que te había abandonado, en los que sufriste por algo y te sentiste sólo.

Pareciera que el Omnipotente no es tan Omnipotente como me lo enseñaron, porque no puede evitar que yo sufra. Y, si miro a los costados,  no soy sólo yo el que sufre, sino que la humanidad entera es una llaga viva. Es como si Jesús, que me prometió que iba a estar conmigo hasta el fin del mundo, se hubiera borrado, y nos deja así, en pampa y la vía, y por eso el mundo está como esta. Los chicos mueren de hambre, los ancianos son maltratados, los moribundos mueren en la soledad de la noche, drogas, alcohol, prostitución...

Ahora, ¿pensas que sos tan malo como para merecer todo esto?. Si mas o menos tratás de hacer las cosas bien, vas a misa, te confesas y haces algo por el otro, ¿por qué  te tiene que pasar esto? Acaso Dios se divierte con nosotros?, ¿le gusta vernos sufrir?.

Hace tiempo que le pido a Dios que venga a mi, pero no viene, sigo sólo, sigo sufriendo, sigo con este sabor amargo en mi boca. ¿Qué hice yo para merecer esto?, ¿y vos te haces llamar amigo fiel? ¿Buen Padre?, ¿Cómo puede ser que un amigo Fiel y un Buen Padre me deje sólo en la oscuridad, en el dolor?

¿Dónde estas Dios?¿ Donde? ¿Acaso no me lo prometiste?, ¿no me prometiste que ibas a estar conmigo hasta el fin del mundo? ¿Cómo puede ser que me hayas abandonado? ¿No me enseñaron que vos sos Amor? ¿Quién sos vos?, ¿dónde estas? ¿por qué estoy como estoy?

Y si nos preguntamos esto es porque hay algo que no nos cierra, el buen Pastor perdió a su oveja y la fue a buscar, arriesgándolo todo por ella. Pero parece que eso ya no pasa, estamos perdidos, estoy perdido y no veo que Dios salga a mi encuentro, y de a poco me voy sintiendo cada vez más vacío y sólo.

Ya ni de rezar tengo ganas, no siento nada, o mejor dicho, siento que pierdo el tiempo ilusionándome con que Dios me va a escuchar y me va a socorrer. Me encierro en mi cuarto, pongo un disco....

Pero hay una realidad que a veces nos cuesta entender, porque va contra la lógica humana. Si lo pongo desde mis esquemas puramente racionales, no lo entiendo. Porque Dios aunque yo “no lo sienta” está presente y muy dentro de nuestro corazón. Lo que sí pasa es que Dios no es un sentimiento.

Dios nos ama, y eso es una verdad, y eso no se compra ni vende, no se cambia por nada, es así. Se jugó por nosotros para siempre y selló con su sangre una alianza eterna.

Te propongo que ahora leas este pedacito del libro de Oseas.

 

"Cuando Israel era niño yo lo amé,

y de Egipto llamé a mi hijo,

Pero cuanto más lo llamaba,

Más se alejaba de mi,

Ofrecía sacrificios a los Baales

Y quemaba incienso a los ídolos

¡Y yo había enseñado a caminar a Efraím,

lo tomaba por los brazos!

Pero ellos no reconocieron que yo los cuidaba.

Yo los atraía con lazos humanos,

Con ataduras de amor,

Era para ellos como los que alzan

A una criatura contra sus mejillas

Me inclinaba hacía él y le daba de comer"

 

"¿Cómo voy a abandonarte Efraím?

¿Cómo voy a entragarte, Israel?

Mi corazón se subleva contra mi

Y se enciende toda mi ternura"

(Oseas 11, 1-4, 8.).

 

A la luz de la palabra de Dios, la cosa cambia.

Sufrir no es un castigo divino, sino que es algo propio de la vida del hombre. Hasta Jesús sufrió y lloró por la muerte de su amigo Lázaro, cayó con la cruz, sintió el abandono del Padre: "Eloi, Eloi, lamá sabactani, Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”

Si Jesús, que es hombre y Dios, se sintió sólo, si Jesús sufrió, es porque es algo propio del hombre. Pero no es castigo divino. Si volvemos a la lectura, es Dios el que nos asegura que no va a entregarnos, su amor es mayor a nuestra falta, dice "mi corazón se subleva contra mi y se enciende toda mi ternura".

 Ayer asistimos a la muerte de Jesús, Él, que es Dios, no se privó del sufrimiento, sino que por amor se entregó, el nos amó primero, sufrió antes que todos nosotros y se abrazo al Tata Dios, pero ni pensó a la hora de elegir entre sufrir y amarnos.

Jesús sabe de tu dolor, y quiere aliviártelo. 

Volvé a leer el fragmento y poné tu nombre en donde dice Israel y Efraím.

Fijate en el versículo donde dice "Yo los atraía con lazos humanos, con ataduras de amor". ¿Qué te dice esta parte de la Escritura?, ¿qué te parece?

Dios es amor, pero ¿cómo conocemos el Amor?, ¿no es, acaso, gracias a los que nos rodean que vamos conociendo el Amor?.

Te propongo que anotes ahora los nombres de cinco personas que sean importantes en tu vida, a las cuales ames y sientas que ellos te aman. Pensa en sus caras, en sus gestos, en su sonrisa, su abrazo.

Jesús nos ama,  pero hoy es tácito, es posible que no se hable de Él explícitamente, sin embargo su amor no puede ser callado y se ve en los gestos.  Jesús está en mis hermanos y yo lo veo en la manera que tienen ellos de amarme y de vivir.

Son pequeños gestos, una sonrisa, un abrazo, un chiste, un llanto, un mate. Algo que si no estas atento pasa desapercibido, como un recién nacido en un pobre pesebre, como un hombre tratado como el peor de los ladrones y colgado en una cruz. Pero en esos pequeños gestos vemos la grandeza de nuestro redentor.

Dios, por amor, se hace vulnerable y respeta nuestra libertad. Jesús elige el camino de la pequeñez para salvarnos. Pero, por respetar nuestra libertad, el sólo no puede hacer el trabajo, Él nos ama, pero nosotros tenemos que amarlo a Él, hay que responder a ese amor. Esto implica una gran responsabilidad. Como vinimos reflexionando, la manera que Dios elige para amarnos hoy es en nuestros hermanos  y la manera que tenemos de responder a este amor es en nuestros hermanos.

Una de las formas que Jesús tiene para poder cumplir con la promesa de quedarse con nosotros hasta el fin del mundo sos vos.

Sos muy importante para Jesús, y Él te toma en serio, te conoce, sabe de tus debilidades y abraza tus sufrimientos, y te acompaña a lo largo de tu vida, siempre, y lo hace a través de los que te rodean y te muestran el amor de nuestro Dios.

Para terminar te propongo que reces y des gracias por todos aquellos que te muestran el rostro de Cristo.    

martes, 2 de abril de 2002

Viernes a la tarde (2002)

“Así Dios nos manifestó su amor: Envió a su hijo al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de Él. Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó primero (1 Jn 4, 9-10)


Cuántas veces, Señor, no entendemos tus caminos… Parecería que cuanto más nos esforzamos por comprenderte más nos alejamos de vos. Y el misterio más grande es tu cruz. ¿Por qué? ¿Por qué dejaste que el odio y la muerte de este mundo te vencieran, te humillaran, te escupieran y se rieran de vos? ¿No hubieras podido evitarlo? ¿No escuchó tu Padre tu clamor? ¿Qué fue lo que le impidió defenderte?

Y para todas estas preguntas de los hombres, Dios encuentra una sola respuesta: el AMOR. ¿Por qué?

Porque TE AMO y mi amor no pasará jamás. ¿Es que acaso no me viste en la cruz? ¿Por qué permaneciste tan distante? Estando lejos solo veías mi sangre, mi sufrimiento. Por miedo a mirarme, no alcanzaste a ver el brillo de mis ojos; por miedo a escucharme, no alcanzaste a oír los latidos de mi corazón; por miedo a amarme, olvidaste la razón de mi pasión.

Claro que tuve miedo, si hasta mi sudor se transformó en sangre… Pero no temía por mí sino por vos. Porque veía que se acercaba mi hora y vos todavía no me dejabas amarte, todavía no entendías que te había elegido a vos.

Y el látigo sólo me recordaba cuánto te amo. Y los clavos aumentaban la intensidad de mi amor. Y estabas tan aturdido por tus propios pensamientos que no podías escuchar mis palabras: “Te amo”.

Sé que verme en la cruz como si fuera un ladrón te resultó extraño, duro. Pero también sé que mi Padre no me envió al mundo para suprimir el sufrimiento, sino para  darle sentido.   

 

Muchas veces nos encerramos en nuestras preguntas y buscamos las respuestas en donde nos conviene y no en donde verdaderamente están…

La cruz no intenta recriminarnos nada. Jesús no nos dice “Mirá lo que me hiciste”, sino todo lo contrario.  Nos manifiesta la prueba más grande de AMOR, de amor verdadero, incondicional, amor que es entrega, amor que no nos pertenece pero que Dios decide regalarnos justamente porque eligió amarnos. Y su amor es paciente, servicial; no es envidioso, no hace alarde; no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la VERDAD. Su amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

A veces nos cuesta tanto sentirnos realmente amados, nos resulta tan difícil darnos cuenta de que ese amor es verdaderamente incondicional que nos enredamos en nosotros mismos buscando dar respuesta a ese amor o, simplemente, negándolo por miedo a no poder corresponderlo.

Y muchas veces la mejor respuesta es el SILENCIO. Silencio que, lejos de mostrar desinterés, refleja que uno está recibiendo ese regalo tan puro que es el amor. Silencio que, lejos de mostrar indiferencia, refleja paz. El mismo silencio que fue la opción de María. Ella “conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón”. Fue, sin lugar a dudas, infinitamente amada, bendita entre todas las mujeres, y, siendo consiente de este amor, que la desbordaba por completo, eligió el silencio.

Te propongo que, por unos minutos, como lo hizo María, permanezcas en silencio. Si te ayuda, cerrá los ojos. Tómate el tiempo que necesites y no hagas nada, sólo SILENCIO.

Cuando vos quieras, tomá un papel y escribí en él tu nombre. Y aunque te parezca un poco raro, te pido que comiences una carta dirigida a vos mismo. Nadie la va a leer, sólo vos, así que sentite completamente libre de escribir lo que quieras.

Podés empezar contando cómo te sentís en este momento, cómo estás viviendo estos días. Si te diste cuenta de algo nuevo, si todo sigue como siempre. Si tenés algo para agradecerte, algo que hagas que te hace feliz. Si hay alguna cosa en vos que te moleste, algo que quieras cambiar. En fin, escribí lo que quieras decirte. También podés pensar qué cosas le alegran a Dios de vos, y qué otras lo hacen sentir triste. O qué cosas te hacen sufrir, te hacen sentir miedo y qué otras te hacen valorar tu vida.

Lo único que te pido es que no dejes tus ideas en abstracto sino que pienses situaciones concretas: si tenés miedo de algo, pensá por qué y escribilo. Si hay algo que te haga sufrir y te haga pensar en que nada tiene sentido, buscá razones.

Ahora te propongo que cierres un rato los ojos y pienses en la Cruz, en la Cruz de Jesús. Su muerte fue extremadamente dolorosa. No solamente por las heridas de los clavos, y el látigo desgarrando su piel. Su sufrimiento fue aún mucho mayor al ver que nadie entendía su mensaje. El sólo quiso enseñarnos en qué consiste la verdadera felicidad: Felices ustedes, los que lloran, porque reirán. Y esto no quiere decir que Jesús no conoce el sufrimiento sino todo lo contrario. Jesús se hizo hombre para vivir realmente lo que nosotros vivimos cada vez que estamos tristes, cada vez que nos parece que todo sale al revés, cada vez que nos damos por vencidos y bajamos los brazos. Pero la vida de Jesús no terminó en una cruz. No se estancó en el dolor.

Él, porque nos ama, se entregó. Fue completamente libre y eligió morir por amor. Sólo para que nos demos cuenta de que nuestro sufrimiento no tiene sentido por sí mismo si nos olvidamos de la cruz. Y el sentido de la cruz es el AMOR.

Jesús no murió porque sí, porque no le quedó otra. Su cruz es locura para muchos, pero para nosotros es prueba de amor. Es por amor que sufre y no por sufrir que ama. Y en la cruz no está solamente el hombre que sufrió sino que ese mismo hombre es el que “habiéndonos amado, nos amó hasta el extremo”. Y su amor le dio sentido a la cruz, a su cruz, a nuestra cruz. No nos quedemos pensando en Jesús como la persona que sufrió por mí. Recordemos que Él nos amó primero. “Me amó y se entregó por mí.”

 

El largo de la carta lo decidís vos y una vez terminada sólo te queda firmarla, meterla en el sobre y escribirle tu dirección completa.

Después, volvé al SILENCIO. Y escuchá las palabras de Dios: “Te Amo”.

lunes, 1 de abril de 2002

Viernes a la mañana (2002)

“ A veces en algunos días grises,  cuando pierdo la esperanza, cuando o encuentro la paz,  me pregunto, si en verdad existes,  si realmente eres mi amigo,  si lo eres donde estás.”

Cuantas veces nos sentimos de esta manera. Desesperanzados, sin fuerzas ni ganas de seguir adelante, abatidos por lo que nos toca vivir, golpeados por un gran dolor.

Cuantas veces no podemos ver una salida, siquiera una luz que nos marque el rumbo: tal vez porque no la hay, tal vez porque entre tantas tinieblas no las podemos reconocer.

En la oscuridad de nuestra noche, no somos capaces de ver la luz de un faro que siempre está encendido y nos indica tierra firme, y nos quedamos a la deriva, ya sin ganas de intentar nada, nos dejamos caer sin tratar de agarrar esa mano amiga que siempre se nos tiende.

Así es, en esos días que más nos cuesta ver a Dios, nos cegamos, y no podemos distinguir a Cristo que camino a nuestro lado incondicionalmente, sin tener en cuenta tempestades o días de sol. Nos acompaña el mismo que entregó su vida al sufrimiento por amor al Hombre, para demostrarnos que no hay sufrimiento imposible de sobrellevar si dejamos que el Padre nos acompañe, si dejamos que nos guíe.

El Hilo primordial.

     Agosto estaba terminando tibio. Había llovido en la última semana y, con el llanto de las nubes, el cielo se había despejado. Cuando se acerca septiembre, suele suceder que el viento de tierra adentro sopla suavemente y a la vez que va entibiando su aliento, logra devolver al cielo todo su azul y toda su luminosidad.

     Y aquella tarde, pasaje entre agosto y septiembre, el cielo azul se vio poblado por las finas telitas que los niños llaman Babas del Diablo. ¿De donde venían ? ¿Para adonde iban ?, pienso que venían del territorio de los cuentos, y avanzaban hacia la tierra los hombres.

     En una de esas telitas, finas y misteriosas como todo nacimiento, venía navegando una arañita. Pequeña : puro futuro e instinto.

     Volando tan alto, la arañita veía allá muy abajo los campos verdes recién sembrados y dispuestos en praderas. Todo parecía casi ilusión o ensueño para imaginar. Nada era preciso. Todo permitía adivinar más que conocer.

     Pero poco a poco la nave del animalito fue descendiendo hacia la tierra de los hombres. Se fueron haciendo más claras las cosas y más chico el horizonte. Las casas eran ya casi casas, y los árboles frutales podían distinguirse por o floridos, de los otros que eran frondosos.

     Cuando la tela flotante llegó en su descenso a rozar la altura de los árboles grandes, nuestro animalito se sobresaltó. Porque la enorme mole de los eucaliptus comenzó a pesar misteriosa y amenazadoramente como grises témpanos de un mar desconocido.

     Y de repente : Trás !

     Un sacudón conmovió el vuelo y lo detuvo. ¿Que había pasado ? Simplemente que la nave había encallado en la rama de un árbol y el oleaje del viento la hacía flamear fija en el mismo sitio.

Pasado el primer susto, la arañita, no sé si por instinto o por una orden misteriosa y ancestral, comenzó a correr por la tela hasta pararse en el tronco en el que había encallado su nave. Y desde allí se largó en vertical buscando la tierra. Su aterrizaje no fue una caída, fue un descenso. Porque un hilo fino, pero muy resistente, la acompañó en el trayecto y la mantuvo unida a su punto de partida. Y por ese hilo volvió a subir hasta su punto de desembarco.

     Ya era de noche. Y como era pequeña y la tierra le daba miedo, se quedó a dormir en la altura. Recién por a mañana volvió a repetir su descenso, que esta vez fue para ponerse a construir una pequeña tela que le sirviera en su deseo de atrapar bichitos. Porque la arañita sintió hambre. Hambre y sed.

     Su primera emoción fue grande al sentir que n insecto más pequeño que ella había quedado prendido en su tela-trampa. Lo envolvió y lo succionó. Luego, como ya era tarde, volvió a trepar por el hilito primordial, a fin de pasar la noche reencontrándose consigo misma allá en su punto de desembarco.

     Y esto se repitió cada mañana y cada noche. Aunque cada día la tela era más grande, más sólida y más capaz de atrapar bichos mayores. Y siempre que añadía un nuevo circulo a su tela, se veía obligada a utilizar ese fino hilo primordial a fin de  mantenerla tensa, agarrando de él los hilos cuyas otras puntas eran fijadas en ramas, troncos o yuyos que tironeaban para abajo. El hilo era el único que tironeaba para arriba. Y por ello lograba mantener tensa toda la estructura de la tela.

     Por supuesto, la arañita no filosofaba demasiado sobre estructuras, tironeos o tensiones. Simplemente obraba con inteligencia y obedecía a la lógica de su estirpe tejedora. Y cada noche trepaba por el hilo inicial a fin de reencontrarse con su punto de partida.

     Pero un día atrapó un bicho de marca mayor. Fue un banquetazo. Luego de succionarlo (que es algo así como vaciar para apropiarse) se sintió contenta y agotada. Esa noche se dijo que no subiría por el hilo. O no se lo dijo. Simplemente no subió. Y a la mañana siguiente vio con sorpresa que por no haber subido, tampoco se veía obligada a descender. Y esto le hizo decidir no tomarse el trabajo del crepúsculo y del amanecer, a fin de dedicar sus fuerzas a la caza y succión de presas que cada día preveía mayores.

     Y así, poco a poco fue olvidándose de su origen, y dejando de recorrer aquel hilito fino y primordial que la unía a su infancia viajera y soñadora.

     Así amaneció el día fatal. Era una mañana de verano pleno. Se despertó con el Sol naciente. La luz rasante irizaba de perlas el rocío cristalizado en gotas en su tela. Y en el centro de su tela radiante, la araña adulta se sintió el centro del mundo. Y comenzó a filosofar. Satisfecha de sí misma, quiso darse a si misma la razón de todo lo que existía a su alrededor. Ella no sabía que de tanto mirar lo cercano, se había vuelto miope. De tanto preocuparse sólo por lo inmediato y urgente, terminó por olvidar que más allá de ella y del radio de su tela, aún quedaba mucho mundo con existencia y realidad. Podría al menos haberlo intuido del hecho de que todas sus presas venían del más allá. Pero también había perdido la capacidad de intuición. Diría que a ella no le interesaba el mundo del más allá ; sólo le interesaba lo que de el más allá llegaba hasta ella. En el fondo sólo se interesaba por ella y nada más, salvo quizá por su tela cazadora.

     Y mirando su tela, comenzó a encontrarle la finalidad a cada hilo. Sabía de donde partían y hacia donde se dirigían. De donde se enganchaban y para qué servían.

Hasta que se topó con ese bendito hilo primordial. Intrigada trató de recordar cuando o había tejido. Y ya no logró recordarlo. Porque a esa altura de la vida los recuerdos, para poder durarle, tenían que estar ligados a alguna presa conquistada. Su memoria era inminentemente utilitarista. Y ese hilo no había apresado nada en todos aquellos meses. Se preguntó entonces a donde conduciría. Y tampoco logró darse una respuesta apropiada. Esto le dio rabia. ¡Caramba!  Ella era una araña práctica, científica y técnica. Que no le vinieran ya con poemas infantiles de vuelos en atardeceres tibios de primavera. O ese hilo servía para algo o había que eliminarlo. ¡Faltaba más, que hubiera que ocuparse de cosas inútiles a una altura de la vida en que eran tan exigentes las tareas de crecimiento y subsistencia !

     Y le dio tanta rabia no verle sentido al hilo primordial, que tomándolo entre las pinzas de sus mandíbulas, lo seccionó de un solo golpe.

¡Nunca lo hubiera hecho ! Al perder su punto de tensión hacia arriba, la tela se cerró como una trampa fatal sobre la araña. Cada cosa recuperó su fuerza disgregadora, y el golpe que azotó a la araña contra el duro suelo fue terrible. Tan tremendo que la pobre perdió el conocimiento y quedó desmayada sobre la tierra, que esta vez la recibiera mortíferamente.

     Cuando empezó a recuperar su conciencia, el sol ya se acercaba a su cenit. La tela pringosa, al resecarse sobre su cuerpo magullado, lo iba estrangulando sin compasión y las osamentas de sus presas le trituraban el pecho con un abrazo angustioso y asesino.

     Pronto entró en las tinieblas, sin comprender siquiera que se había suicidado al cortar aquel hilo primordial por el  que había tenido su primer contacto con la tierra madre, que ahora sería su tumba.


Esta arañita, se había olvidado de lo que era realmente esencial en su vida. Había perdido por completo el hecho de volver a sus raíces, de mirar hacia arriba, de subir por aquel hilo todas las noches para tener una vista más amplia de la vida. No solo eso, sino que también, se concentraba en resolver sus necesidades inmediatas : su hambre y su sed.

Tomate un tiempo para pensar y fijate en que tipo de situaciones te encontrabas cuando te preocupaste solo por calmar tu hambre y tu sed y dejaste de lado tu persona espiritual.

A veces, cuando a uno le toca vivir situaciones difíciles, le cuesta encontrarle la vuelta y se refugia en cosas sin sentido y carentes de riqueza. Convertimos al mundo en una telaraña sin hilo primordial, que se  cierne encima nuestro sin dejarnos pensar, sin posibilidad de salida.

           

Huellas.

Al final de su vida, un hombre caminaba por la playa junto a Dios. Mirando hacia atrás, veía que a lo largo de toda su historia, junto a sus huellas estaban las de Dios, en cada momento. Desde su nacimiento, una larga hilera de pisadas marcaba la arena, recorriendo junto a sus huellas todos los instantes de su vida: su nacimiento, su infancia, su madurez... hasta llegar la ancianidad. Junto a las huellas de sus pies, que iban volviéndose más grandes y firmes primero y más suaves al final, permanecían siempre iguales y fieles las huellas del pie de Dios.

 

Pero al observar más detenidamente, el hombre empezó a inquietarse. Cuando había vivido momentos de sufrimiento, ¡no había más que un par de pisadas! Empezó a mirar con cuidado y con dolor tantos momentos tristes de su vida. Las pérdidas (¡tantas veces repentinas!) de seres queridos que tanto había amado, la separación de sus padres, con la consecuente incomprensión... Tantas situaciones de soledad, de sinsentido y depresión que lo habían llevado a dudar de todo. Y en medio de todo eso, ¿por qué Dios lo abandonaba? ¿Por qué justo entonces, cuando lo necesitaba más cerca, parecía ausente, lejano... inexistente?

 

Con el corazón lleno de amargura, siguió caminando en silencio junto a Dios un tiempo más. Hasta que no pudo soportar más la tristeza y le gritó, mirándolo a la cara:

 

- Señor, vos me prometiste que siempre ibas a caminar junto a mí. Y sin embargo, en los momentos de dolor, ¡me dejaste solo! ¿Dónde estabas cuando yo sufría? ¿Qué estabas haciendo? ¿Por qué me abandonaste? ¿No te dabas cuenta de que te necesitaba, de que justo en el momento en que más me hacía falta tu ternura, tu compañía, te borraste?   

 

Dios lo dejó desahogarse, sonrió, lo miró con una profunda ternura, con una compasión infinita y le dijo:

 

- Hijo mío, yo te amo. ¿Cómo podría abandonarte? Siempre estuve con vos. Lo que pasa es que en esos momentos de dolor, yo te tomaba en mis brazos y te cargaba...


Por suerte, tenemos alguien, que, como el buen samaritano, en los momentos de dolor y angustia, en esos momentos que somos incapaces de tener una reacción; aparece, y no es que aparece de repente, sino que siempre estuvo ahí, a nuestro lado, fijándose que no caigamos, hasta el punto de cargar con nuestra cruz si es necesario. Así es Cristo nunca nos abandona, cuando no lo podemos ver es porque nos está cargando, aunque no lo escuchemos, nos está sosteniendo con mano firme y sin cansancio, dispuesto a llevarnos hasta que podamos seguir solos.  Él no se marcha, en cuanto nos ponemos de pie, no nos abandona, sino que vuelve a nuestro lado para cerciorarse que sigamos bien, y para volvernos a levantar si volvemos a caer. 

Ahora tomate unos 20 minutos y pensá de nuevo en esas situaciones, ponete nuevamente en ese lugar y buscá entre toda las personas que te acompañaron, segura que en más de una de ellas encontraste una mano amiga, una mirada que te renovó la esperanza, una palabra precisa que te dió ánimos para seguir adelante.                

En los momentos más difíciles es en cuanto más debemos buscar a Dios. Se nos va a hacer muy difícil de afrontar la vida sino estamos en comunión plena con el Padre, sino tenemos nuestro hilo primordial bien tirante y fuerte, capaz de resistir el viento más fuerte, y así, mantener nuestra telaraña, nuestra vida, para que no se nos venga encima y nos ahogue.


Mt 26, 39-40.

“Y adelantándose un poco, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: “Padre mío si es posible. Aleja de mi este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya.”

En esta lectura vemos al mismo hijo de Dios con miedo. Miedo al sufrimiento, miedo a perderlo todo. Pero en ese miedo o pudo ver al Padre y dijo : “pero que no se haga mi voluntad sino la tuya”, estas palabras nos muestran que Cristo tenía los pies en la tierra, porque no quería sufrir y no tenía porque hacerlo, pero la mirada en el cielo, porque pudo ver que el sufrimiento era algo que el Padre le pedía que afronte para dar el ejemplo, para demostrar a los hombres una gran verdad : el camino hacia el Padre, no es un camino fácil, pero es el camino de la felicidad plena, el camino donde nos vamos a encontrar contenidos, cobijados ; nos vamos a sentir acompañados por un amigo que no nos va a dejar caer si no queremos, no nos va a dejar de ayudar si se lo pedimos.

Pensemos unos minutos. Propongámonos, de ahora en más, en los momentos duros de mirar hacia arriba, como una reacción. Apenas se avecine una tormenta, busquemos el faro que nos muestra la costa, busquemos a Cristo, porque en Cristo nuestro sufrimiento tiene un nuevo significado, se hace llevadero, no nos rompe en mil pedazos, sino que nos fortalece, nos hace mirar hacia el cielo y decir con Él : “...que se haga tu voluntad y no la mía”.   

Te propongo, antes de terminar este desierto, que te escribas una oración para rezar en esos momentos en que más te cuesta ver a Dios, para que te recuerde que si te cuesta verlo, es porque estás cegado y no porque no está a tu lado.

Para terminar con este desierto, te dejo la oración que escribió Santa Teresa de Jesús, quien a pesar de todo lo que le toco sufrir en su vida nunca dejó de ver a Dios, sino que cuanto más dura se ponía la situación más se acercaba al Padre, más se abrasaba a la cruz de Cristo.

“Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa. Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene nada le falta, sólo Dios basta.”