jueves, 5 de abril de 2001

Sábado (2001)

Este va a ser el último momento de reflexión personal en esta Pascua. Intentá alejarte de todo lo que pueda llegar a distraerte. Te propongo que cierres los ojos por un rato y dejes volar tu imaginación.

Imaginate que sos uno de los discípulos de Jesús, uno de sus amigos más cercanos... Imaginate cómo te sentirías en este momento. ¿Sólo? ¿Triste? ¿Con miedo? ¿Abandonado? Intentá meterte bien en este personaje (si te ayuda volvé a cerrar los ojos unos minutos).

Ya está cayendo la tarde, un día largo está por terminar y, revolviendo entre tus cosas, encontrás una carta. Sin entender demasiado, la abrís y ves tu nombre encabezando la hoja. Una mezcla de intriga, miedo y curiosidad te llena el corazón y no aguantás la desesperación por saber quién habrá sido el autor de esas palabras que aún no empezaste a leer. Para tu propia desilusión, la carta no está firmada. Ni siquiera parece estar terminada.

Eso no te impide notar que en el margen derecho de la hoja, junto a tu nombre dice “Viernes” y comprendés que fue ese el día en que fue escrita, o sea, ayer.

Sin perder la calma, decidís comenzar a leerla...


Querido amigo:

                       Mi alma siente una tristeza de muerte, pero es preciso que se cumpla la voluntad de mi Padre. Seguramente, el miedo te haya cautivado y pienses que te dejé sólo pero eso no es así. Mi muerte es necesaria, tengo que vivirla y, aunque también yo tengo miedo, confío en mi Padre.

                       No pude dejarte solamente mis palabras porque pronto te olvidarías de mí. El tiempo, “tu” tiempo, corre demasiado rápido y no encontrarías el momento para hacer una pausa y recordar lo que algún día te dije. Tampoco te hubiera alcanzado con verme obrar porque hay mucha gente que actúa de una manera sólo para mostrarse a los demás y para ser el centro de las conversaciones, y yo necesitaba que supieras realmente quién soy. Por eso, elegí dejarte TODO. Todo mi ser. Todo mi cuerpo para que comas de él y toda mi sangre para que de ella bebas. Te acordás? Estabas sentado tan cerca de mí   que alcancé a oir los latidos de tu corazón acelerarse cada vez más cuando dije que lavaría tus pies. -“Los míos, Señor?- preguntaste - “Por qué?”-

                       - “ Porque te elegí, porque elegí amarte, porque elegí estar siempre a tu lado aunque te propongas con empeño evitarme”-

                       - “ Yo, Señor? Pero si vos sabés que te amo”-

                       Eso dijiste, y yo te miré con el corazón, sabiendo que en pocas horas me negarías no solo una, sino tres veces. Y lo seguirás haciendo, cuándo? Cada vez que elegís el camino más fácil; cada vez que no sabés reconocerme en la mirada de tus amigos o de un hermano perdido; cada vez que te olvidás de que hay un lugar en mi mesa que está reservado para vos y que nadie más que vos puede ocuparlo. Sin embargo, te voy a seguir esperando; nunca me canso de hacerlo; me duele que no puedas verlo, pero seguiré aguardando paciente para salir a tu encuentro.”

           

Por un momento apartás la vista de esas palabras. Ya descubriste quién es el autor de la misteriosa carta. Lo que te frena a continuar leyendo es el miedo de que te recrimine el haberte quedado dormido esa noche en que El te necesitaba rezando. Juntando un poco de coraje, decidís enfrentar el reproche pero, para tu sorpresa, nada dice de esa noche mas que: “Te perdono, amigo mío, sé que si cada vez que estuvieras por obrar mal podrías evaluar mi posterior sufrimiento, dejarías de hacerlo. No puedo culparte por eso, sé que es difícil tomar decisiones. Solo quiero que sepas que nunca dejé ni dejaré de amarte y que estoy dispuesto a morir por todas tus malas decisiones, sólo porque son tuyas; porque no puedo amarte por partes sino que te amo entero, como sos, con todas tus virtudes y con cada una de tus debilidades.”

Detenés tu lectura porque comenzás a notar que la letra ya no es tan nítida como al principio sino que parecería que su mano estaría temblando en ese momento.

Hoy es el día, el día en que el hijo del hombre va a ser entregado y, para cuando leas esta carta, mi sufrimiento en este mundo ya habrá terminado. Sé que verme clavado en una cruz es doloroso. Sé que recorrer con tus ojos mi cuerpo lastimado por el látigo y humillado por los hombres es muy duro, pero no detengas tu mirada. De nada sirve instalarse en el sufrimiento sin buscar un sentido, un por qué, una salida. Te pido que me mires a los ojos. Sé que allí vas a encontrar la respuesta...”

Estas son las últimas palabras, no hay nada más escrito en esa hoja. Cómo termina? Por qué está sin firmar? En ese momento escuchás una voz diciendo palabras que te son familiares: “Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo”.

 

Te invito a cerrar los ojos y a imaginarte la mirada de Jesús. Tratá de captar cómo te mira Jesús. ¿Qué intentan decirte? ¿Qué quiere proponerme Jesús Hoy? ¿Cómo me pide que lo siga? ¿Cómo lo quiero seguir? ¿Qué es lo que hoy, concretamente, me impide seguirlo? ¿Qué es lo que me acerca más a El? Tomate un tiempo para pensar en estas preguntas y quizás escribí las respuestas preparando un espacio en tu corazón para comenzar a responderlas hoy y continuar haciéndolo, día a día, cuando termine la Pascua.   

miércoles, 4 de abril de 2001

Viernes a la tarde (2001)

¿Qué eligió Jesús como su cruz y que elegí yo?


Vamos a empezar este nuevo desierto, abriendo nuestro corazón, poniéndonos en presencia del Señor, en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo.

Te invito a que hagas un rato de silencio con los ojos cerrados,  y que luego reces esta oración.

 

Ayúdame a hacer silencio, quiero escuchar tu vos Señor.

Toma mi mano, guíame al desierto,

Y que nos encontremos, a solas, vos y yo.

Necesito contemplar tu rostro me hace falta la calidez de tu voz,

Caminar juntos...

Y callar para que hables vos.

 

Me pongo en tus manos, quiero revisar mi vida,

Descubrir qué tengo que cambiar,

Afianzar lo que anda bien,

Y sorprenderme con lo nuevo que me pedís.

 

Ayúdame a dejar a un lado

Las corridas, las preocupaciones

Que llenan mi cabeza,

Y barre mis dudas  e inseguridades.

Ayúdame a archivar mis repuestas hechas,

Quiero compartir mi vida

Y revisarla a tu lado.

Ver donde “aprieta el zapato”

Para apurar el cambio.

 

Amen.

 

Comencemos entonces leyendo la Palabra de Dios del evangelio de San Mateo:

 Cuando Jesús llegó con sus discípulos a una propiedad llamada Getsemaní, les dijo, “quédense aquí mientras yo voy a orar”.

Y llevando con El a Pedro y a los hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse. Entonces les dijo, “Mi alma siente una tristeza de  muerte, Quédense aquí velando conmigo” y adelantándose un poco cayo con el rostro en tierra, orando así, “Padre Mío, si es posible, que pase lejos de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya”.

  

Hace un minuto de silencio e intentá descubrir que es lo que Jesús te quiere decir. Releelo pensando cada frase, despacio y rumiando la Palabra.

Trata de ponerte en el lugar de Jesús.  ¿Que siente? ¿Tiene miedo? ¿Esta tranquilo? Tomate un ratito para pensarlo, imaginando que es a vos a quien le pasan esas cosas.

Jesús se siente triste, con una “tristeza de muerte”, no quiere estar solo y les pide a sus amigos compañía.  Es otro paso más en un camino largo y difícil. Jesús en este camino tuvo que abandonarse entera y confiadamente en su Padre, dejarse llevar por El, seguirlo aunque muchas veces no viese por donde iba. Tiene Fe.  A pesar de que Jesús sabía lo que Dios quería, le costo mucho aceptarlo, mucha oración, mucho sacrificio, noches sin dormir. Era un camino difícil, y tenia miedo.

 Pero Dios sabe lo que realmente va a hacer feliz a su Hijo. Sabe que Él esta exigiendo algo muy grande pero sabe también que Jesús lo puede dar. Nuestra Felicidad esta en sus manos, la decisión es suya.  Y libremente, por amor, aun sabiendo lo difícil que sería, acepta su misión, el proyecto que Dios pensó para El, y toma su cruz para salvarnos.

Jesús por amor a Dios aceptó Su voluntad, y por amor a vos, aceptó la cruz y se entregó por nosotros en el acto de amor más grande que haya existido nunca.

Y vos, ¿pensaste alguna vez cuál es tu cruz, cuál es el camino que te conduce a Dios? Contestate estas preguntas una por una dedicándoles unos minutos. ¿Me animo a planteármelo realmente o el miedo es mas fuerte? ¿Es un camino difícil y que no quiero seguir? ¿Qué significado tiene para mi la voluntad del Padre? ¿Me he preguntado alguna vez que es lo que Dios quiere para Mi? ¿Confío en que El sabe lo que es mejor para mi? ¿Estoy convencido de que la misión que me encomendó me va a hacer realmente feliz y libre?  ¿Me animo a tomar mi cruz a pesar del miedo,  y de sentirme a veces  solo y triste, con una “tristeza de muerte”?

Dios nos creo a cada uno en particular, distintamente unos de otros. Dios te creó único, por lo tanto lo que Dios quiere para vos, lo que Dios te pide no lo puede hacer otro persona sino vos. Pues así es como Dios va formando su reino.  ¿Te preguntaste alguna vez cuál es el lugar que ocupás en este mundo? ¿te pusiste a pensar a quienes Tenés que “salvar” vos? ¿Y si vos no tomas tu cruz? ¿Y si Jesús no tomaba la suya?

Se trata de amar la Voluntad del Padre. Nos va a pasar muchas veces,  que no sabemos qué es lo que quiere de nosotros. Qué es lo que debemos hacer. La única manera de aceptar y de discernir la voluntad del Padre es a través del amor, el AMOR A DIOS Y EL AMOR AL PRÓJIMO.  Jesús desde su cruz nos enseña como hay que amar, hay que AMAR HASTA QUE DUELA.

Jesús con su entrega, nos muestra el horizonte de la felicidad verdadera. Nos dice que esta felicidad hay que buscarla.  Pensa: ¿Vos dónde buscas  la felicidad? ¿La encontrás? ¿Cuánto tiempo le dedicas a encontrar y descubrir qué es lo que Dios te pide para que seas feliz? ¿Crees  que la “felicidad” que te dan ciertas cosas, como la diversión, los bienes materiales, y muchas cosas mas, es una felicidad duradera?

Con todo esto que venimos reflexionando, seguro que podes contestar, si esto es realmente lo que Dios quiere para tu Vida.

 

*Quiere que hagas lo que quieras, sin importar los demás. Sin tener en cuenta que el otro es tu hermano y es hijo de Dios como vos

*Quiere que  crezcas materialmente y en prestigio.

*Quiere que ignores a tus Padres.

*Quiere que seas flaco, gordo, rubio, morocho, pelirrojo, alto, petiso, popular, etc

*Quiere que seas el mas divertido aun a costa de tener que tomar alcohol para lograrlo.

*Quiere que tengas mucho “amor”, pero que no lo compartas.

 

Muchos de estos son nuestros deseos, y puede parecernos que esto nos puede hacer de alguna manera “felices” pero esto no es una felicidad duradera.   El momento pasa, y la “felicidad” también.

La verdadera Felicidad no está en nosotros, en la satisfacción de nuestros deseos y amores pasajeros, sino fuera de nosotros. Esta en el amor, pero en un Amor que es absoluto, como el de Jesús que nos ama sin limites y nos enseña a amar así a los demás. Nuestra Felicidad consiste, en el Amor que Dios nos tiene y en creer y confiar en ese amor.  Está en descubrir que el camino que Dios penso para mi, me lleva a El. ¿Y que felicidad mas perfecta mas plena y mas eterna, que estar con Dios para siempre?

El Obispo en su carta de cuaresma nos invita a descubrir cual es la voluntad del Padre en nosotros, y una cosa fundamental para descubrirlo  es el discernimiento. Lo importante  es que le dediques tiempo a este discernimiento, en la oración, pidiéndole humildemente que te ayude a encontrar ese camino que pensó para vos. Es propio del Espíritu Santo sembrar deseos, aspiraciones, motivaciones que nos van mostrando poco a poco cuál es el camino a seguir.

Seguir el camino de Dios , no es fácil, muchas veces nos da miedo, pero no te olvides que el nunca nos abandona, y que si aprendemos a seguirlo seremos realmente libres , porque el hombre mas libre y mas feliz es el que más cerca de Dios esta. Y aunque a veces te alejes de ese camino, por miedo, por cansancio, porque te parece muy difícil, por fiaca, no importa, siempre estas a tiempo para recomenzar. Dios es el Padre de la Misericordia, El te escucha, te entiende y siempre, pero siempre, te perdona.

ANIMATE  A SER FELIZ.

 

Por ultimo te invito a que reces esta oración, siendo sincero con vos mismo y reconociendo en ella las cosas que me alejan de Dios.

Señor:

Me tienta la seguridad el “saberlas todas”, “tenerla clara”, no necesitarte.

Me tienta el activismo. Hacer, hacer, hacer. Y me olvido del silencio, aflojo en la oración, ¿leer la Biblia? Para cuando haya tiempo...

Me tienta la incoherencia. Hablar mucho y hacer poco. Mostrar facha de buen Cristiano, para adentro, donde vos y yo nos conocemos, tener mucho para cambiar.

Me tienta querer ser “el centro del mundo”. Que los demás”giren “a mi alrededor.

Que me sirvan en lugar de servir.

Me tienta la idolatría.

Fabricarme un ídolo con mis proyectos, mis convicciones, mis certezas y conveniencias, y ponerle tu nombre de Dios.

No será el becerro de oro, pero se le parece.

Me tienta la falta de compromiso. Es mas fácil pasar de largo que bajarse del caballo y hacer se samaritano.

¡Hay tantos caídos a mi lado y yo me hago el distraído!

 

Me tienta la falta de sensibilidad, no tener compasión, acostumbrarme a que otros sufran y tener excusas, razones explicaciones ... que no tienen nada de Evangelio pero que me conforman...

Y, encima, me conforman un rato, porque en el fondo no puedo engañarte.

Me tienta el alejarme de la política, la economía, la participación social...

Que se metan otros...

Yo Cristiano de Domingo, Misa y gracias...

18% de desocupación, hospitales que cierran, chicos sin clases, familias sin vivienda ni terreno ...

¿Dice algo a mi Cristianismo?¿Se puede vivir la fe tapándose los ojos?

Me tienta tener tiempo para todo menos para lo importante, y lamentarlo pero no hacer nada para cambiarlo.

La familia, los amigos, la oración..., al cuadragésimo lugar.

Hay cosas mas importantes

¿Las hay?

Me tienta, Señor, el desaliento lo difícil que, a veces, se presentan las cosas.

Me tienta la desesperanza, la falta de ideales.

Me tienta “dejarlo para mañana” si hay que empezar a cambiar hoy.

Me tienta creer que te escucho cuando escucho mi voz.

¡Enséñame a discernir!

Dame luz para distinguir tu rostro.

 

Llévame al desierto, Señor, despójame de lo que me ata, sacudí mis certezas y pone a prueba mi amor.

Para empezar de nuevos humilde y, sencillo, con fuerza y Espíritu para vivir fiel a Vos.

Amen

 

Ahora, con confianza pedile a María, que es Nuestra Madre y siempre nos escucha, que te ayude.  Que como ella tengas valor para aceptar y seguir el camino que Dios pensó para vos, fuerzas para seguir adelante cuando parezca difícil, paciencia cuando te sientas cansado y confianza cuando no veas el camino.  Acordate que nunca estarás solo.  Por ultimo, rezále un  Ave Maria pensando bien cada frase.

martes, 3 de abril de 2001

Viernes a la mañana (2001)

Siempre para comenzar un buen momento de oración es bueno hacer silencio en el corazón para poder escuchar mejor a Jesús. Así que te propongo que reces un ratito antes de comenzar para poder emprender de la mejor forma posible esta charla con Cristo. Adelante y suerte !

Lectura : Marcos 8, 34-38

       “Llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo : ‘Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá ; pero quien pierda su vida por mí y por el evangelio la salvará. Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida ? Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los Santos ángeles’.”

 

  Si nos ponemos a pensar detenidamente esta lectura, nos damos cuenta de lo difícil que se puede el hecho de caminar junto a Jesús, que pesada llega a ser esa cruz cuando el camino de la vida se nos presenta cuesta arriba, cuantos nudos y astillas tiene la cruz y como lastiman en los momentos en que se requiebra la fe y se pierde la esperanza.

  Ahora bien, reconocés tu cruz ?, la sentís día a día sobre tus hombros ? te acordás cuales fueron las veces que más te pesó ? la aprendiste a llevar o estás aprendiendo ? estás dispuesto como lo estuvo Cristo a llevarla todos los días de tu vida ?

  Seguramente , más de una vez, tuviste unas ganas bárbaras de decir “Basta !” de una buena vez, hacer la cruz a un lado y emprender otro camino sin su peso sobre tu espalda. Cuantas veces tuviste esas ganas de, estando en el medio de la lucha, largar las armas y abandonarlo todo. Cuantas más fueron las veces que renegaste contra el Padre por sentirte abandonado, por verlo distante.

  Te propongo que te tomes un rato para que escribas en un papel estas situaciones en que estabas dispuesto a descolgarte la cruz de los hombros y seguir caminando sin ella.

 

Te llame a vivir 

Te preguntas, hijo mío

por que existes, por que vives,

por que te encuentras en este mundo.

Más de una vez te sorprendí, pensando,

que hubiera sido mejor, no haber nacido.

Tus días están teñidos de tristeza.

Nada motiva una esperanza.


Hijo:

Quiero decirte claramente, que fui yo quien te llamé a la vida.

Te concebí primero en mi inteligencia.

Vives en mi corazón desde el principio.

 

No viniste por casualidad, ni eres fruto del azar.

Te llamé a vivir.

A ti. Exclusivamente a ti.

Te hice irrepetible.

Nadie tiene tu misma voz,

ni tus mismos ojos,

ni tus rasgos interiores.

 

Te  di virtudes : las has descubierto?

Te di cualidades : las conoces?

Te hice hermoso con mis propias manos.

Te comuniqué mi vida.

Deposité en ti mi propio amor en abundancia.

 

Te hice ver el paisaje y el color.

Te di el oído para que escucharas

el canto de los pájaros y la voz de los hombres.

 

Te di la palabra para decir : 

“padre”, “madre”, “amigo”, “hermano”.

Te di mi amor mas profundo.

No solo te di la vida. Te estoy sosteniendo en ella.

Tu eres mi hijo amado.

Te conozco cuando respiras y te cuido cuando duermes.

 

No lo dudes,

mis ojos están puestos en tus ojos.

Tengo colocada mi mano sobre tu cabeza.

 

Te amo :

aunque me olvides,

aunque me ignores,

aunque me rechaces.

Te amo, aunque no me ames.

 

Ya lo sabes.

Podrás ir donde puedas y donde quieras.

Hasta allí te seguirá mi amor,

y te sostendrá mi mano.

 

O crees, que yo como Padre,

puedo olvidar a mi hijo ?

Desde que te hice ya no te puedo dejar solo,

Camino con vos,

sonrío con vos,

vivo con vos.

 

Te lo escribo de mil maneras

y te lo digo al oído

y en el silencio :

“Eres mi Hijo,

Te Amo.”    


Luego de haber leído la oración anterior, se nos hace difícil pensar como puede ser que la cruz que nos dio el padre Dios pueda llegar a ser tan pesada, no es que nos conoce ? que nos pensó primero y luego nos creó ? puede ser que Dios se haya equivocado y nos haya dado una cruz demasiado pesada para nosotros ?

Eligiendo cruces ( Cuentos rodados. P. Mamerto Menapace )

Esto también es del tiempo viejo, cuando Dios se revelaba en sueños. O al menos la gente todavía acostumbraba a soñar con Dios. Y era con Dios que nuestro caminante había estado dialogando toda aquella tarde. Tal vez sería mucho hablar de diálogo, ya  que no tenía  muchas ganas de escuchar sino de hablar y desahogarse.

El hombre cargaba  una  buena estiba de años, sin haber llegado a viejo. Sentía en sus piernas el cansancio de los caminos, luego de haber andado toda la tarde bajo la fría llovizna, con el bolso al hombro y bordeando las vías de ferrocarril. Hacía tiempo que se había largado a  linyear, abandonando, vaya a saber por qué, su familia, su pago y sus amigos. Un poco de amargura guardaba por dentro, y la había venido rumiando despacio como para acompañar la soledad.

Finalmente llegó mojado y aterido hasta la estación del ferrocarril, solitaria a  la costa de aquello  que hubiera querido ser un pueblito, pero que de hecho nunca pasó de ser un conjunto de casas que actualmente se estaba despoblando. No le costó conseguir permiso para pasar la noche al reparo  de uno de los grandes galpones de cinc. Allí hizo un fueguito, y en un tarro que oficiaba de ollita recalentó el estofado que le habían dado al mediodía en la estancia donde pasara la mañana. Reconfortado por dentro, preparó su cama: un trozo de plástico negro como colchón que evitaba la humedad. Encima dos o tres de las bolsas que llevaba en el bolsa, más un par de otras que encontró por allí. Para taparse tenía una cobija vieja, escasa de lana y abundante en vida menuda. Como quien se espanta un peligro de enfrente, se santiguó y rezó el Bendito que le enseñara su madre.

Tal vez fuera la oración familiar la que le hizo pensar en Dios. Y como no tenía otro a quien quejarse, se las agarró con el Todopoderoso reprochándole su mala suerte. A él tenían que tocarle todas. Pareciera que el mismo Tata Dios se las había agarrado con él descargándole todas las cruces del mundo.

Todos los demás eran felices, a pesar de no ser tan buenos y decentes como él. Tenían sus camas, su familia, su casa, sus amigos. En cambio aquí lo tenía a él, como si fuera un animal, arrinconado en un galpón, mojado por la lluvia y medio muerto de hambre y de frío. Y con estos pensamientos se quedó dormido, porque no era hombre de sufrir insomnios por incomodidades. No tenía preocupaciones que se lo quitaran. En el sueño va y se le aparece Tata Dios, que le dice:

-         Vea, amigo. Yo ya estoy cansado de que los hombres se anden quejando siempre. Parece que nadie está conforme con lo que yo le destinado. Así que desde ahora le dejo a cada uno que elija la cruz que tendrá que llevar. Pero que después no me vengan con quejas. La que agarren tendrán que cargarla para el resto del viaje y sin protestar. Y como usted está aquí, será el primero a quien le doy la oportunidad de seleccionar la suya. Vea, acabo de recorrer el mundo retirando las cruces de los hombres, y las he traído a este galpón grande. Levántese y elija la que le guste.

Sorprendido el hombre, mira y ve que efectivamente el galpón estaba que hervía  de cruces, de todos los tamaños, pesos y formas. Era una barbaridad de cruces las que allí había: de fierro, de madera, de plástico, y de cuanta materia uno pudiera imaginarse.

Miró primero para el lado que quedaban las más chiquitas. Pero le dio vergüenza pedir una tan pequeña. Él era un hombre sano y fuerte. No era justo siendo el primero, quedarse con una tan chica. Buscó entonces entre las grandes, pero se desanimó enseguida, porque se dio cuenta que no le daba el hombro para tanto. Fue entonces y decidió por una tamaño medio: ni muy grande ni tan chica.

Pero resulta que entre éstas, las había sumamente pesadas de quebracho, y otras livianitas de cartón como para que jugaran los gurises. Le dio no sé que elegir una de juguete, y tuvo miedo de corajear con una de las pesadas. Se quedó a a mitad de camino, y entre las medianas de tamaño prefirió una de peso regular.

Faltaba con toda aún tomar otra decisión. Porque no todas las cruces tenían la misma terminación. Las había lisitas y parejas, como cepilladas a mano, lustrosas por el uso. Se acomodaban perfectamente al hombro y de seguro  no habrían de sacar ampollas en el roce. En cambio había otras medio brutas, fabricadas a hacha y sin cuidado, llenas de rugosidades y nudos. Al menor movimiento podrían sacar heridas. Le hubiera gustado quedarse con la mejor que vio. Pero no le pareció lo correcto. El era hombre de campo, acostumbrado al llevar el bolso al hombro durante horas. No era cuestión ahora de hacerse el delicado. Tata Dios lo estaba mirando, y no quería hacer mala letra delante suyo. Pero tampoco andaba con ganas de hacer bravatas y llevarse una que lo lastimara toda la vida.

Se decidió por fin y tomando de las medianas de tamaño, la que era regular de peso y de terminado, se dirigió a Tata Dios diciéndole que elegía para su vida aquella cruz.

Tata dios lo miró a los ojos, y muy en serio le preguntó si estaba seguro de que quedaría conforme en el futuro con la elección que estaba haciendo. Que lo pensara bien, no fuera que más adelante se arrepintiera y le viniera de nuevo con quejas.

Pero el hombre se afirmó en lo hecho y garantizó que realmente lo había pensado muy bien, y que con aquella cruz no habría problemas, que era la justa para él, y que no pensaba retirar su decisión. Tata Dios casi riéndose le dijo:

-         Vea, amigo. Le voy a decir una cosa. Esa cruz que usted eligió es justamente la que ha venido llevando hasta el presente. Si se fija bien, tiene sus iniciales y señas. Yo mismo se la he sacado esta noche y no me costó mucho traerla, porque ya estaba aquí. Así que de ahora en adelante cargue su cruz y sígame, y déjese de protestas, que yo se bien lo que hago y lo que a cada uno le conviene para llegar mejor hasta mi casa.

Y en ese momento el hombre se despertó, todo dolorido del hombro derecho por haber dormido incómodo sobre el duro piso del galpón.

 

A veces se me ocurre pensar que si Dios nos mostrara las cruces que llevan los demás, y nos ofreciera cambiar la nuestra por cualquiera de ellas, muy pocos aceptaríamos la oferta. Nos seguiríamos quejando lo mismo, pero nos negaríamos a cambiarla. No lo haríamos, ni dormidos.

 

  No puede ser, hace un rato habíamos llegado a la conclusión de que Dios nos había dado una cruz muy grande para nosotros, y ahora vemos que no es así que la cruz que Dios da a cada una es la justa, está hecha a la medida de cada uno de nosotros.

  Revisá la lista que hiciste con anterioridad y fijate si en cada una de esas situaciones no encontraste el consuelo de un padre o de una madre, el apoyo de un hermano, el abrazo cálido de un amigo, palabras de aliento por parte de las personas que te quieren o aunque más no sea un signo que te haya dado un a señal de esperanza y que muy adentro tuyo hayas sentido que tarde o temprano todo iba a resultar mejor.

  Tomate unos momentos, revisá detenidamente la lista y fijate si no encontrás en cada una de esas situaciones algo de lo anterior.

 

  Seguro que encontraste a alguien en cada una de las situaciones pasadas. Siempre hay alguien que nos apoya en los momentos en los que lo que más necesitamos es una mano amiga que nos ayude a levantarnos. Siempre tenemos a alguien dispuesto a ayudarnos que nos demuestra que caminar con la cruz no es imposible, y más aún, que nos demuestra que socorrer al hermano caído, a pesar de nuestra propia cruz, no es inalcanzable.

  Ahora te propongo que hagas dos listas más : en la primera, anotate las veces en que pudiste con el peso de tu cruz y la llevaste con firmeza por el camino de la vida (en esas situaciones en las cuales la fe tambalea y la esperanza comienza a desvanecerse y alguien te ayudó a cargarla) ; en la segunda, anotate las veces que pudiste ayudar a un ser querido a cargar con su cruz cuando ésta se ponía más pesada.

  Tomate un tiempo una vez más y pensá detenidamente.

 

  Viste que las dos últimas listas fueron mucho más largas que la primera ?, que Dios nos da el tamaño justo de nuestra cruz ? que nos las hace “a medida” ?

  Que no te pase como a aquel hombre que cansado de cargar con su cruz, tomó un hacha y le disminuyó tanto como pudo porque ya estaba podrido de su peso y de las lastimaduras que le hacían sus nudos y astillas. Fue así que siguió su peregrinar con una cruz que no le pesaba para nada. Cuando terminó su camino de vida, llegó a un lugar muy extraño y mirando hacia el cielo, se percató que la puerta del Reino de Dios le quedaba muy alta, desesperado comenzó a gritar : “Dios, Padre mío, me escuchas ?”, una voz que provenía del cielo le respondió “siempre te escucho”, “por favor”, le dijo el hombre “alcánzame una soga o una escalera que sino no podré llegar hasta ti”. “Como ?”, le respondió la voz, “no te había dado yo una cruz lo suficientemente alta y resistente para que puedas llegar hasta aquí ?, acaso no la has cargado todo el camino como te lo había dicho ?, si me hubieras escuchado no tendrías ningún problema en llegar a mi”.

  Ves que la cruz es nuestro vehículo de salvación, que no podemos seguir a Cristo ni peregrinar hacia el Padre sine ella, que no podemos aspirar a la santidad si no aprendemos a llevarla a lo largo de nuestras vidas, que está llena de eternidad aunque a veces nos cueste creerlo.

  Ahora te propongo que te tomes unos momentos nuevamente y que pienses tranquilamente como es que podrías mejorar el hecho de cargar con la cruz día a día. Tené en cuenta que la historia de Jesús ya la conocemos y que en ella tenemos un gran ejemplo de como cargar con la cruz, ahora es tu turno de conocer tu historia y de aprender a guiarla con Jesús como ejemplo, con el Espíritu Santo como luz que ilumina tu camino y con el abrazo del Padre como meta.

  Por último te propongo que reces un rato, pedile ayuda a Jesús y también a tu prójimo y así podrás descubrir que el “via crucis” es la propia vida que lleva a la reconciliación con el Padre y al gozo en plenitud de la gracia divina y de la vida eterna.

lunes, 2 de abril de 2001

Jueves a la tarde (2001)


“Proyecto de Vida”

 

Una de las características que tienen los desiertos es que son silenciosos. Por lo tanto para poder hacer este desierto te voy a pedir que puedas cerrar los ojos y tomarte unos minutos para hacer silencio. (si te ayuda imagina que estás solo/a en un lugar. Puede ser un campo, el mar, un desierto, lo que quieras).

Ahora, ya más tranquilo vamos a empezar a dialogar. Supongo que alguna vez, o muchas veces te habrás peleado con alguno de tus padres. Que tenés que estudiar más, que llegaste más tarde de bailar, que te quedaste a dormir en lo de algún amigo/a y no avisaste. Muchas razones pueden haber. ¿Te preguntaste alguna vez, porqué “rompen” tanto?...La típica respuesta es porque quieren lo mejor para sus hijos, quieren que seamos felices, etc...

Estas justificaciones a veces tienen mucho de cierto. Un buen padre quiere, ama a su hijo. Y por lo tanto quiere ayudarlo a que su hijo sea feliz. Nuestros padres muchas veces se podrán equivocar, porque errar es humano. Peor el único Padre que no se equivoca es Dios. Dios sabe cómo podemos ser felices. Porque por amor nos creo y nos dio una vida. Y tiene pensado para cada uno de nosotros en particular un proyecto de vida que nos va a hacer felices.

¡¡¡OJO!!! Él no quiere que vos seas médico, que tu vecino ingeniero y que tu hermano sea empresario. Tiene pensado algo mucho más grande para nosotros.

Primero: Uno de los grandes regalos que nos dio fue la libertad. La libertad para elegir. ¿Sería un Buen Padre si nos hubiera obligado a amarlo?

No, por lo tanto queda en nosotros conocerlo cada vez más, y tratar de aprender de su amor.

Segundo: Sabiendo que somos libres, nosotros decidimos qué es lo que queremos hacer de nuestras vidas. Qué queremos estudiar. Si queremos trabajar en tareas pastorales. Si queremos crecer en la amistad. Si nos abrimos a las demás personas o no. Si vamos a formar una familia, etc...

Sabiendo ahora que tenemos ese regalo tan especial que es la libertad, y todas las oportunidades que tenemos para decidir cuál va a ser nuestro camino, leamos la parábola del Hijo Pródigo:

  

Jesús dijo también: "Un hombre tenía dos hijos.

El menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte de herencia que me corresponde". Y el padre les repartió sus bienes.

Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa.  Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno e los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. El hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.

Entonces recapacitó y dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre!". Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti;  ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros".  Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo".

Pero el padre dijo a sus servidores: "Traigan enseguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies.   Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos,   porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado". Y comenzó la fiesta.

 El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso.  El le respondió: "Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero y engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo".  El se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara,  pero él le respondió: "Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!".

Pero el padre le dijo: "Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo.

Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado". (Luc 15:11‑32)

 

¿Qué te pareció? ¿Qué conclusiones podés sacar?

Lo que yo veo en esta lectura es lo siguiente. El Hijo pidió lo que le correspondía de la herencia y se fue. Obviamente le fue mal en su viaje. Pero ¿no le podría haber ido bien? Si usaba la plata que tenía para cosas importantes, si conseguía un buen trabajo, etc. ¿No le podría haber ido bien? Puede que si, puede que no. Nosotros mismos podemos, y de hecho muchas veces, tomamos la determinación de “viajar” en esta vida lejos de Dios. Sin tenerlo en cuenta. Nos puede ir bien, nos puede ir mal. Pero para qué vamos a elegir otro camino que no sea el que nos lleve a Dios si sabemos que nos va a hacer felices. Si sabemos que en Dios somos felices, ¿para qué “viajar”, para qué alejarnos?

Hay muchas veces que la decisión de “estar lejos de Dios” está más bien impulsada por otros factores (amigos, muertes, desesperanzas, falta de fe, desmotivación). Es justamente LA ORACIÓN, lo que nos carga las pilas, lo que nos mantiene fieles a Dios, lo que nos renueva día a día la fe.

Acordate de la Madre Teresa. Acordate como vivió, cuánta sería la fe que tendría que era capaz de tratar a todas las personas como si fueran Jesús mismo. Su único secreto, el más fuerte, era LA ORACIÓN. El diálogo constante con Dios le daba fuerzas para hacer cosas increíbles, dio su vida por toda aquella gente.

Ahora, cuidado. Dios no quiere que nosotros decidamos qué hacemos de nuestras vidas, y a la vez recemos y seamos buenos “cristianos”. Dios, como Padre que es, quiere que lo tengamos en cuenta. Pero no como un capricho, por algo no nos obliga. Quiere que lo tengamos en cuenta siempre porque Él sabe cual es el camino que nos va a hacer realmente felices.

Lo que nos puede llegar a pasar es que nos confundamos. Que estemos haciendo las cosas bien y nos quedemos en eso. Pero estaríamos perdiéndonos de lo que Dios nos preparó para ser felices. Como si al Hijo Pródigo las cosas le hubieran ido bien. Quizás terminaba consiguiendo un trabajo, formando una familia, todos felices; pero se perdía todo lo que su Padre tenía para darle.

Vos me podrás decir: pero se casó, tuvo hijos y fue feliz. Te contesto: si, pero es una parábola simplemente. Lo que quiero que veas es que si no le damos lugar a Dios en nuestra vida, quizás las cosas nos salgan relativamente bien. Es decir que logres lo que vos siempre quisiste, pero te estarías perdiendo lo que Dios preparó para vos, que es mejor. Quien sino Dios sabe lo que nos haría felices.

Todo esto que estuvimos hablando fue de la voluntad de Dios, de que seamos felices.

La voluntad de Dios, es el Bien Común.

¿Qué es esto del Bien Común? Simplemente que todos podamos ser felices. Según lo que estuvimos charlando quien es capaz humildemente de dejar que Dios entre en su vida y la guíe va a alcanzara la felicidad.

Ahora vamos a hacer un ejercicio:

 

1.- ¿Querés ser feliz?         SI                NO

2.- ¿Creés que todas las personas quisieran ser felices?    SI             NO

3.- Ahora tratá de acordarte de todas las personas que rodean tu ambiente cotidiano, y pensá cuántos conocen a Dios y cuántos no.

4.- Tratá de pensar cuántas personas en el mundo, de los millones y millones que hay no conocen a Dios y tratá de poner una cifra.


¿Cuántos no? ¿Te sorprende? Qué dichosos que somos realmente de conocerlo, no te parece? Tomate unos minutos para pensar esto que charlamos y agradecerlo.

Ahora para ir terminando, tratemos de describirnos. Pero no físicamente, tratemos de encontrar todas esas debilidades y fragilidades que no nos permiten abrirle la puerta a Dios.

Pensá que quizás vos tenés muchas de esas cositas que no permiten que le abras la puerta. Quizás el chico/a que está cerca de ti tienen menos que vos, y quizás otro que está haciendo el desierto y no lo ves tiene casi muy pocos. Bueno, no te desalientes. Los discípulos mismos que acompañaron a Jesús tenían muchas de esas cosas. Eso no te impide acercarte a Dios. Aún con estas cosas tenemos que animarnos a abrirle la puerta a Dios. No tengas miedo. Él es tu Padre y te ama. Lo único que quiere de vos, su hijo, es que te pongas es sus brazos, que seas feliz.


En el sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María.  El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo".

Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el Ángel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido.  Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; 

él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin". María dijo al Ángel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?". El Ángel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios".

María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho". Y el Ángel se alejó.